Avanzábamos en el auto mientras yo yacía con la mirada, hacia un lado, fija en los paisajes que nos ofrecía nuestro recorrido. Mis padres, yendo callados, me habían hecho entender que no querían conversar. Lo cual era fantástico ya que tampoco quería. Dejaron de tener los ojos fijos hacia delante, de repente, cuando se miraron el uno al otro y se sonrieron. "¿Será por mi?", la típica pregunta, me vino a la cabeza. Pero si fuera por mí, estarían leyendo mi mente. Y si habiendo leído mi mente algo les hubiera hecho gracia, mi troll padre me lo haría saber. Pero no, ya quisieran ellos poder leer mi mente, pero no pueden usar sus dones conmigo. Así que me desentendí de aquella conversación telepática.
Olvidado aquel momento de incomodad y yo recostado del cabezal del asiento, transcurrió el resto del viaje. Iba de ojos cerrados, mientras nos acercábamos a la casa donde se estaba quedando mi extravagante tía con sus egocéntricos hijos. Me hacia ideas de cómo seria el encuentro con mis primos. No es que me importe si las cosas se dan mal entre nosotros, pero estaría cool si se dieran bien.
Llegados por fin donde teníamos que llegar, entramos por donde unos árboles grandes -con el humedecido típico de un bosque tropical- bordeaban el camino. Avanzamos como por unos 10 minutos por ese pequeño pasadizo lleno de rocas enormes incrustadas en el fango y troncos caídos con ese particular nido de bacterias verdosas y pegajosas que cubren su superficie y que nos obligaba a ir más lento. Pese a eso, logramos llegar a las rejas que daban paso a la entrada de la casa, rejas oxidadas y con ese color metálico sin pintar. Enredaderas silvestres en las rejas le daban un tenebroso aspecto a la casa. ¡Era hermosa!
Ya adentro, estacionamos el auto cerca de las escaleras que subían a la puerta principal de aquella casa inspirada en una película medieval. Mis padres bajaron primero y yo los seguí con un par de pasos retrasados. Allí estaba ella. Bajando las escaleras con esa elegancia y sutileza que la caracterizaba, daba pasos lentos pero firmes y sonreía al vernos. Esos ojos fríos y sonrisa macabra, aunque había pasado mucho tiempo, no los había olvidado. Abrazó a papá emocionada. Cualquiera diría que lo había extrañado. Lo miró a los ojos con las manos en sus hombros y le dijo: -Cuánto tiempo. Me hiciste mucha falta, hermano-. Tomo la mano de mamá y le dijo: -Querida, qué hermosa estás. No has cambiado nada. Es de verdad muy agradable su visita-. Luego me tocaba a mí. Esos mismos ojos con los que me miraba habían sido los culpables de que hubieran tantos embobados por ella. Se acercó emocionada hacia mí y me acaricio el rostro, tenia manos suaves pero frías. Sus uñas me hicieron sentir un leve cosquilleo en la mejilla. Acomodó mi cabello, y dijo: -Qué grande estas Elliott. Todo un hombre, guapo y apuesto-. Y me dio un beso en la frente. Sonreí con disimulo para no portarme como un joven sin educación. Nos invitó a pasar y comenzamos juntos a subir las escaleras.
Abrió las puertas y entramos lentamente viendo a todas direcciones. Había muchas cajas sin abrir, muebles cubiertos de plástico y unas lámpara antiguas que dejan colgando una especie de adornos de cristales a su alrededor. También una escalera en forma curva que subía hasta la parte superior de la casa. Avancé y fijé la mirada en un inmenso cuadro colgado en la parte frontal de lo que parecía ser una chimenea antigua, que parecía tener años sin usarse. El cuadro reflejaba la imagen pintada de quien yo estaba seguro que era mi abuelo. No lo recordaba bien, pero ese parecido que tenia con mi tía y mi padre lo delataba. Hace muchos años que no lo veía. Michael Spencer, se llama. Mantenía ese cabello largo color caoba oscuro con un mechón blanco en un lado, mirada brusca y atemorizante, y su rostro rígido y paralizante, convivimos con él hasta cuando tenia cinco años. Hoy no le guardo afecto y aunque su rostro era por decir, maléfico y sombrío. No le tenía ningún miedo. Papá me contó hace un año que mi abuelo tenía un don que, para su época, era temido por muchos. Podía crear la ilusión en las personas de una sensación de dolor y desesperación interna muy intensa, eso le otorgaba el respeto de los que rodeaban su entorno, ahora vive en algún lugar de Italia, pero después que cumplí los seis años, jamás volvimos a saber de él.
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<TWOPSICOS>
Misteri / ThrillerElliott Spencer es un chico de 17 años con una vida perfecta y sin defectos. Eso es lo que todos, hasta hace algún tiempo, solíamos pensar. sin embargo, hoy sabemos que detrás de aquella sonrisa inédita había algo escondido en lo profundo de sus pen...