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- entonces, ¿ despertaré de nuevo ?

- sólo el todopoderoso sabe la fecha y la horas. Pero sí, lo harás - aseguro el ángel.

- y tú, que harás? - preguntó confusa.

- lo mismo que hago contigo ahora, mi trabajo.

- y después? - pregunto encogiéndose los hombros - cuando esto acabe? - añadió.

- volveré a mi antiguo puesto, como guardián...allá arriba - le indicó al cielo con un movimiento de cabeza.

- guardián de qué?

- guió a los durmientes o muertos, como les quieras llamar, a sus habitaciones. Pero...los caídos les gusta robar sus apariencias para asustar a los vivos. Y me encargó de eso, la mayoría del tiempo.

- muerte, yo...-

- mi nombre no es muerte, es Azhuriel - comentó interrumpiéndola de nuevo.

- Azhuriel, todos te ven como un ser que nos aleja de la vida, pero...eres diferente. Podrás trabajar sólo más tiempo?

- no te creas, tengo ayuda de vez en cuando del príncipe en persona. Además, los caídos me temen.

Me sonrió antes de volver su atención hacia sus padres por última vez. Quienes bajaban por la colina junto a las demás personas, desde lejos eran semejantes a una tropa de pingüinos desfilando de espalda.

- adiós, papá... mamá - dijo.

Deslizándose una lágrima tan transparente por su mejilla que al golpear el suelo se abrió, convirtiéndose en muchas más pequeñas gotitas cristalinas.

- buenas noches, Anía - le dijo.

Sorprendida, me sonrió y la solté. Nuestras manos se alejaron y la vi entrar a su nueva residencia hasta el tiempo definido.

- gracias, amigo - exclamó de repente.

Así ella desapareció, en cuanto tocó la tierra y al igual que su lágrima, de esparció dando vida a un lirio casi parecido al diamante. Que permanece allí, sobre la tumba de la única amiga de la muerte.

Fin.

Secretos de un árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora