Capítulo 2

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Lleva trabajando seis horas y media cuando escucha un frenazo fuerte, mira el reloj, son las cuatro y media de la madrugada, por lo que echa un vistazo, es un tipo de auto que no ha visto nunca y trabajando en una gasolinera eso es raro, debe admitir que es un cochazo, reconoce por la insignia que es un Maserati deportivo plateado y es hermoso, ¡mierda!, con lo que cuesta un coche de esa marca podría comprar el apartamento donde vive o incluso uno mejor. Cuando el conductor baja se sorprende, ya que lo ha visto varias veces en un Passat negro, siempre va con traje, algo que no es raro en esta zona de Londres, es extranjero por su acento, algunas veces cuando paga en caja lo ha escuchado hablar, y realmente es guapo, lo que más le llama la atención de él es su altura, mide por lo menos un metro noventa y cinco tirando por lo bajo, eso no es raro, en Inglaterra los hombres suelen superar el metro noventa; sin embargo junto con su cuerpo grande llama la atención. Es extraño, camina un poco tambaleante, lo que le indica que está un poco bebido, nunca lo ha visto de esta forma, él empieza a intentar cargar gasolina pero no lo consigue, así que se da la vuelta y se dirige a su ventanilla y le gesticula como que la dispensadora se tragó su tarjeta, lo mira a los ojos, es la primera vez que lo hace, y se sorprende, sus ojos son de un verde azulado que parece el mar Caribe, se deslumbra por un momento y se queda anonadada por haber tenido esa reacción.

En su inglés con acento extranjero le dice algo que no comprende bien, así que se acerca a la ventanilla de atención al cliente.

-Buenas noches, serías tan amable, la dispensadora me ha dejado sin la tarjeta. -Es muy educado, la mayoría de las personas no saludan y son exigentes, más en esta zona, es uno de los mejores barrios de la cuidad, pero son mucho menos educados y amables que la gente sin tantos recursos. Se le queda mirando un poco más de la cuenta, él lo nota y sonríe, una sonrisa coqueta y encantadora, que le dice que sabe lo guapo que es y lo que despierta en una mujer-. Por favor, no puedo dejar mi tarjeta ahí y necesito la gasolina para llegar a casa. -Eso la hace reaccionar de inmediato.

-Lo siento, pero no puedo salir de la cabina, puede venir mañana en el la mañana y se le devolverá.

-Por favor, Bella, no me hagas esto, sabes que no te voy a hacer nada y no pienso robarte, lo sabes, ¿no? -Está estupefacta, él sabe su nombre, su primera reacción es mirar hacia abajo, a su pecho, para ver si tiene su placa distintiva, no recuerda habérsela puesto, es más, la odia y evita ponérsela a no ser que esté su jefe cerca; y no, no la lleva, entonces levanta la vista y él sigue con esa sonrisa que la tiene descolocada-. Bella, así es como te llamas, ¿no? He escuchado a algunos de tus compañeros llamarte de ese modo. ¿Ves?, te conozco y estoy seguro que tú me conoces, ¿no es así? -Sí, claro que lo conocía, pero solo de vista y puede jurar que nunca lo ha mirado tan atentamente como ahora-. ¿Cómo me llamo, Bella?

-Edward Cullen -contesta como una autómata, hasta ese momento no se había dado cuenta de que se había fijado en su nombre del pasaporte y la tarjeta.

Él ríe complacido y deja ver una hilera de dientes blancos y rectos, joder este tío es hermoso parece un modelo, rondara sobre sus treinta y tres, tal vez más, su cabello es castaño, de un castaño claro con matices cobrizos casi rojo pero sin llegar a ello, su piel es blanca en comparación con la suya que es más sonrosada que blanca, su rostro es anguloso, su mandíbula es cuadraba, sus labios son finos aunque no demasiado, aun así se ven llenos, sus pestañas son tupidas eso lo podría hacer ver menos masculino, sin embargo es todo lo contrario, lo hace ver más guapo si es posible, y su cuerpo siempre lo ha visto con trajes, muy difícil de saber lo que hay debajo, en cambio hoy trae un jean negro y una camisa a cuadros pequeños blancos y negros, con una chaqueta motera de cuero negro, la cual trae abierta y se le nota que es atlético, delgado mas no flaco, sus antebrazos son fuertes y bien marcados, su espalda ancha, lo que le hace darse cuenta que el resto de su cuerpo debe estar así de definido, seguro va al gimnasio. «¡Vaya es uno de esos que no se ven todos los días!». Claro que ella lo ha visto en muchas ocasiones, solo que hasta este momento repara en él completamente, esto sí que se sale de su rutina, nunca repara en esos detalles, y le gusta eso, quiere decir que no está tan muerta como creía.

-Bella, por favor, sé que eres una buena chica y necesito ir a casa -dice en un susurro suplicante, totalmente sexy.

-Mire lo siento, pero está prohibido. -No sabe cómo su voz sale tan contundente.

-¿Y tú nunca te saltas las reglas, no? -pregunta socarrón.

-Nunca. -Y es al decir esa palabra que claudica y decide ayudarlo, claro que sabe que no le va a hacer nada, ni la va a robar, él no lo necesita, se le nota que es rico y podría decirse que buena persona. Decide salir para intentar recuperar la tarjeta, por pocos segundos ve una mueca de malestar al ver que cierra la ventanilla, sabe que piensa que lo está ignorando.

En el instante en que la ve salir su rostro se ilumina por completo, y su hermosa sonrisa perfecta vuelve a aparecer, no se dirigen la palabra, la ve caminar y la sigue hasta la máquina, se detiene detrás de ella, cerca, muy cerca para la tranquilidad de Bella que está siendo muy consciente de su cuerpo y sus necesidades en ese momento. Wow, lleva mucho tiempo que no se siente así.

Le susurra entre el lóbulo de la oreja y el cuello un "Gracias" que le enchina la piel, ya que para conseguirlo ha tenido que inclinar su cuerpo hacia ella de modo que pueda llegar a ese punto tan sensible de su piel, se da un poco la vuelta para contestarle que no hay por qué darlas, pero no consigue hacerlo ya que quedan cara a cara y pierde todo el hilo de sus pensamientos al sentirlo tan cerca y degustar su efluvio. Cuando recobra un poco de tranquilidad y compostura sacude un poco la cabeza y vuelve a lo que estaba haciendo, sin embargo no consigue recuperar la tarjeta.

-Lo siento, pero no puedo, será mejor que vuelva mañana, mi jefe estará aquí y él se la devolverá, solo traiga la identificación o pasaporte que confirme que es suya. Seguro que tendrá suficiente gasolina para llegar a casa y luego puede comprar un galón para rellenarlo en su casa con lo suficiente para traerlo y llenarlo de nuevo. -Levanta la mirada que no sabía que tenía hacia el suelo y él tiene su mirada clavada en ella profundamente, como si quisiera leer su mente. Le guiña un ojo.

-Gracias, Bella. -Da media vuelta e intenta ingresar a su coche, pero se da cuenta que tiene las llaves pegadas y se ha cerrado automáticamente, así que suelta una maldición en voz muy alta, cosa que hace mirar hacia atrás a Bella que ya había emprendido rumbo a la tienda de la gasolinera con su cuerpo vibrante, lo encuentra maldiciendo entre dientes, se le acera de nuevo para ver lo que sucede y sonríe burlona al ver su torpeza, aunque lo oculta rápidamente al ver el disgusto del hombre.

-¿No puede llamar a alguien que le traiga la llave de repuesto?, ¿o puede llamar un taxi o un amigo, familiar? Yo me aseguraré que no le pase nada a su coche hasta que vuelva a recogerlo mañana -pregunta servil. Él la mira fijamente y le señala un punto en el coche, se acerca y ve justo al lado de la caja de cambios el teléfono móvil, las llaves y la cartera. «Oh mierda, está jodido», piensa Bella-. ¿Si desea yo le presto mi móvil para que llame a alguien? -Se sorprende, se está pasando de atenta, por lo general ni siquiera hubiese salido de la cabina de la gasolinera, y menos con ese frío invernal y la nevada que está cayendo.

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