El viento era tan helado que quemaba... La realidad de la muerte de Francisco también quemaba, en lo más profundo de mi alma...
Se había ido sin siquiera decir adiós, sin dejar rastros, ni huellas, sólo su nombre y su voz grabados en mi corazón... Tomé el autobús que me llevaba hacia el centro, como de costumbre estaba repleto, lleno de gente enferma debido al invierno, gente sin rumbo, gente con trabajo, niños que van a la escuela, pero puedo asegurar que allí dentro no había nadie como yo, gente vacía...
Me senté en unos de los asientos cerca de la ventana, afuera había comenzado a llover. Las gotas se deslizaban por la ventana hasta que luego se perdían. Allí afuera nada llamaba mi atención... Todos allá afuera parecían estar felices, con sus vidas hechas, con un rumbo, un propósito... Me sentía tonta por pensar de esa forma, yo más que nadie sabia que no era así...
Toda la vida me considere una persona fuerte. Siempre ante cualquier dificultad intentaba encontrar una respuesta sin preocuparme demasiado, siendo siempre positiva y dando lo mejor de mi... Sin embargó la vida da mil vueltas, y cuando creemos que estamos hechos nos enfrentamos con una cruda realidad que nos desarma, que nos hace cambiar la mirada, descubrirnos nuevamente... Eso fue lo que a mí me sucedió...
Conocí a Francisco un 14 de septiembre, en la plaza cerca de casa. Recuerdo exactamente ese día...Me llamó la atención su extraña forma de vestir; parecía interesante, extrovertido... Llevaba unos ajustados pantalones de gabardina color mostaza, una camiseta oscura con la estampa de la banda Green day, y lentes negros con un marco rojo fluorescente, minutos más tarde descubriría lo hermoso que se ocultaba detrás de ellos... Su pelo era un desastre, y sus zapatos de risa, parecía que se los había robado a un payaso de circo.
Aquel día Catalina y yo habíamos ido a buscar a su hermano Jorge a la escuela, porque su madre tenían que cuidar de su hermano más pequeño Luis que era un diablillo. Nos quedamos sentadas en una de las bancas de la plaza enfrente del colegio recién pintado de color blanco. Faltaba más de una hora para que Jorge saliera pero siempre que lo veníamos a buscar Catalina aprovechaba unos segundos para verse con su enamorado secreto, Tomas. Que no estaba aprobado por su madre, ni por mi, demasiado vago, demasiado charlatán... Así que ese rato me quedaba sentada escuchando música o leyendo algún libro. Ese día había elegido llevarme un libro viejo y roto que estaba escondido bajo polvo en unas de las literas de la biblioteca de casa. Las páginas estaban rotas y sueltas, al igual que la portada pero me dio mucha pena verlo abandonado y además el título llamó mi atención.
Comencé a leerlo y me introduje en el maravilloso mundo de la literatura, y por un instante me perdí entre letras... Mientras leía,una de las páginas rotas se soltó, en ese mismo momento una ráfaga de viento hizo que la página saliera volando... Desesperada corrí tras ella, pero la perdí de vista. Una lágrima se deslizo de mi mejilla... Estaba actuando como una niña pero en verdad le había tomado amor aquel libro. Me giré hacia ambos lados buscando a Catalina y ni siquiera vi rastros de ella, luego observe la hora en mi reloj. Había pasado más de una hora de que Jorge había salido, y entonces los vi del otro lado de la calle caminando tranquilamente, Jorge le contaba algo con entusiasmo a Catalina pero ella no lo escuchaba.
Resignada, triste y enojada con mi amiga por haberme abandonado decidí que lo mejor sería volver a casa, tomar una suculenta leche chocolatada con facturas y acostarme a dormir. Pegué la media vuelta y entonces escuché que alguien me llamaba.- ¡¡¡Eh pelirroja!!!- Busqué con la mirada de donde provenía el sonido.- Acá pelirroja, en el manzano.- Detrás del árbol de manzano vi salir la figura de una joven muy alto de cabellos castaños y los ojos increíblemente marrones, en una de sus manos sostenía un caset viejo y en la otra la hoja de mi libro.
Se acercó a mi con una sonrisa de propaganda.- Es tuyo verdad.- Asentí con la cabeza medio embobada.- Te vi persiguiéndolo como loca.- Se rascó con la mano la nuca.- Aunque yo también lo haría... Ese libro es excelente. Volví a asentir con la cabeza.Él volvió a sonreír.
-Me llamo Francisco y tú?
-María Emilia.- respondí.
Y el sonrió...
Al llegar a casa no pude ni siquiera por un instante sacarme su nombre de la cabeza. Se repetía incesantemente hasta llegar a torturarme. Me recosté en mi cama y me quedé observando el techo. Cerré los ojos y la imagen del chico de ojos café se proyecto frente a mi, mi corazón saltó, algo se movía inquieto dentro, algo nuevo, distinto... En el momento en que abrí los ojos observé a mamá parada en el umbral de la puerta.
-Te he notado distraída hoy día...- comentó, entrecerrando los ojos hasta que se volvieran muy pequeños. Ese gesto era característico de ella. Papá me había confesado que le volvía loco que ella hiciera eso.
Tomé la almohada y hundí mi rostro en ella. Me asomé por detrás y me encontré con la mirada expectante de mamá.
-Conocí a un chico...- dije lentamente, los ojos de mamá se iluminaron.- Su nombre es Francisco.
-Ahora entiendo bien... Lo que no entiendo es ¿por qué esa cara de frustración y tristeza?
Cerré los ojos por un instante y volví a mirarla. Se había sentado al borde de la cama y tenía mi mano entrelazada con la suya.
-No puedo dejar de pensar en él.- mamá sonrió.- Pero no lo conozco. Sólo compartimos dos palabras locas, y además sólo se su nombre. Probablemente no me vuelva a cruzar más con él en mi vida...
-Quien sabe, no te desanimes. Las vueltas de la vida...
Asentí con la cabeza con la cara escondida en la almohada.
-Ahora vamos a comer, preparé ravioles con salsa. No es porque los haya hecho yo pero tienen buena pinta. Y otra cosa... Cambia esa cara.Sonreí,no le niegues tu sonrisa al mundo...
Sonreí para ella; y me senté en la mesa juntó con papá y Marcos mi hermano mayor.
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Lo que fue de nosotros...
RomansaEl camino hacía el viejo departamento que compartíamos fue largo... Aquella mañana mi auto había decido no funcionar, por esto no me quedo de otra que tomar el autobús. Tomé asiento cerca de la ventana, y me dispuse todo el recorrido a intentar des...