Capitulo 11

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Rukia se movió y abrió lentamente los pesados párpados ante un fuego que ardía en la chimenea. La habitación estaba llena de sombras que se movían con el suave crujir de las llamas.

A su alrededor, todo era tranquilidad y, por un momento, tuvo la sensación de estar flotando.

No tenía ni idea de que no estaba en su habitación en la mansión kuchiki. Esperaba que, en cualquier momento, Yachiru o cualquiera de sus hermanas entrara por la puerta con algún dilema vital que debía solucionar, como qué vestido debía ponerse nemu para ir a algun baile o qué cinta quedaba mejor con el color de pelo de Nanao. Y no fue hasta que vio mejor la habitación, las paredes blancas teñidas de naranja por el fuego y la jarra de loza que servía de jarrón para un pomo de flores silvestres, que recordó dónde estaba.

No estaba en La mansión kuchiki, sino en una remota posada en algún lugar al norte del hueco mundo.

Santo Dios. Se había quedado dormida en la bañera.

Estaba claro que la larga jornada a caballo le había pasado factura. Ni siquiera recordaba cómo había llegado hasta esa habitación. Sabía que había cenado, aunque no tenía ni idea de qué había comido.

Recordó a Ichigo diciéndole que volvería dentro de una hora y se dio cuenta de que no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado desde entonces. Podrían ser minutos. O más. A juzgar por la temperatura fresca del agua, había pasado un buen rato.

Miró hacia la puerta. ¿Había cerrado con llave? ¿O podía entrar en cualquier momento y encontrársela en la bañera? De hecho, podía estar subiendo las escaleras en ese mismo momento, o estar a punto de abrir la puerta. Aunque llamaría antes de entrar, para avisarla, ¿no?

La respuesta más probable a esa pregunta hizo que Rukia se levantara de golpe, corriera hacia la puerta y cerrara el pestillo. Únicamente entonces respiró tranquila.

Se volvió y dobló el cuello hacia un lado para desentumecerlo por haberse dormido en una mala postura. Contempló el baile de las llamas en la chimenea. Escuchó el silencio de la noche. Llevaba el pelo húmedo y le goteaba encima de los hombros, formando un charco en el suelo, después de habérselo lavado con el jabón de hierbas que Tatsuki le había dejado. Se colocó frente al fuego y alargó la mano para coger el paño grueso que le habían dejado para secarse; se secó los brazos y el pelo y se envolvió con él. La brisa de la noche le puso la piel de gallina a pesar de la calidez del fuego. Estaba tan cansada que habría podido tenderse en el suelo y dormir hasta el día siguiente. Sólo quería meterse dentro de la cama, apoyar la cabeza en la almohada y dormir.
Se volvió hacia la cama y el camisón que la esperaban, con la intención de hacer exactamente eso... y de repente gritó como si hubiera visto a un fantasma.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Ichigo estaba tendido en la cama, en la penumbra, con los brazos doblados detrás de la cabeza y contemplándola bajo la tenue luz del fuego. Rukia no podía ver su expresión. Sólo le veía los ojos.

—Estaba esperando a que acabaras de bañarte.

—¿Bañ...? ¿Por qué no has dicho nada? ¿Por qué no me has dado tiempo para taparme? Por si no te has fijado, ¡estoy desnuda!

Él se limitó a asentir.

—Sí, es cierto.

Rukia se sonrojó y, de repente, dio las gracias porque la habitación estuviera en penumbra.

—No deberías estar aquí. No está bien.

—Por si lo has olvidado, la alfombra que estás dejando empapada tenía que ser mi cama.

Juego de apariencias  «ichiruki»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora