Capitulo 14

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Al día siguiente, temprano, Rukia entró en la granja y vio que Ichigo se preparaba para viajar.

—¿Vamos a algún sitio? —Estaba en el establo buscando, sin éxito, una bañera; daría cualquier cosa por el lujo de un baño, y había regresado con la esperanza de que Ichigo le indicara dónde encontrar una. Seguro que había algo donde hacer la colada. A esas alturas, se conformaría con un cubo grande. Pero se quedó allí de pie observándolo recoger sus cosas bajo la escasa luz de la granja.

Ichigo se ató la espada a la cintura y se puso el abrigo encima de la camisa.

—No vamos a ningún sitio. Yo voy a otra parte de la isla durante el día. Debería estar de regreso por la noche. Tú te quedas aquí.

—¿Por la noche? —rukia miró por la ventana hacia el horizonte, donde apenas empezaba a amanecer —Pero si casi no es ni de día.

Lo sé. —Ichigo bebió un sorbo de té de la taza que había encima de la mesa—. Quería haber salido antes del amanecer, pero me he dormido.

—¿Vas a dejarme aquí... sola? ¿Y qué se supone que voy a hacer mientras no estás? —le preguntó—. No tengo libros que leer ni nada con qué escribir. Todo lo que tenía se ha perdido. Ni siquiera puedo escribir a mi familia para comunicarles que hemos llegado sanos y salvos.

Ichigo la miró y suavizó la voz.

—Lamento mucho que tus cosas se hayan perdido. Como te dije anoche, fue inevitable. Los hombres hicieron lo que pudieron para salvarlos, pero, al final, tuvieron que salvarse ellos antes. Y no puedo nadar hasta el fondo del Océano para recuperar los libros. Esto no es El seireitei o el rukongai, Los libros escasean, así que, de momento, sustituirlos no será sencillo.

Rukia lo siguió mirando fijamente.

Al final, Ichigo suspiró.

Veré si encuentro algún papel y alguna pluma antes de regresar para que puedas escribir a tu familia. Hasta entonces... —Miró a su alrededor y señaló una escoba de ramas que estaba apoyada contra la pared—. No sé, quizá podrías barrer el suelo.

—¿Barrer el...? —Lo miró como si le hubiera sugerido que pintara la Mona Lisa—. Pero ¡está sucio!

—Sí.

—¿Quieres que barra un suelo sucio?

—Sí.

Rukia lo miró.

—No entiendes lo ridícula que es tu sugerencia, ¿verdad?

Absolutamente perdido, Ichigo se encogió de hombros.

—Bueno, pues si no quieres barrer el suelo, seguro que encuentras algo con que ocupar el tiempo. En una granja, siempre hay muchas cosas que hacer. —Cogió la pistola, se colocó el sombrero con la escarapela y se dirigió hacia la puerta—. He puesto agua al fuego para preparar té —añadió, volviendo la cabeza por encima del hombro—. Aunque me temo que tendrás que conseguir la leche tú sola. Hay un poco de comida y queso en el armario para desayunar y turbas de sobra para el fuego junto a la puerta. No me esperes para cenar. Seguramente, no habré vuelto todavía.

Rukia se quedó observando, muda como una tumba, cómo Ichigo salía por la puerta.

Incluso después de perderlo de vista, permaneció así un rato, mirando la puerta con la ceja arqueada con gesto de incredulidad.

«Cena.» No pretendería que le preparara la cena, ¿verdad?

Lo decía en broma. Aparte de asomarse a la cocina para pedirle una taza de té a la cocinera cuando los demás criados no estaban disponibles para atenderla, jamás había pisado la cocina de La mansión kuchiki. Era un lugar donde hacía mucho calor y había mucho humo, emanaba todo tipo de olores y era ruidoso. Al fin y al cabo, era Rukia kuchiki, una dama delicada y refinada. La hija del duque más poderoso del seireitei... Y también era la esposa de un granjero del hueco mundo, al menos durante los próximos dos meses.

Juego de apariencias  «ichiruki»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora