Capitulo 15

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Ichigo entró en el despacho del hermano mayor de su padre, el vigésimo noveno jefe de los kurosaki, Kaien shiba kurosaki.

Su tío estaba sentado frente a los grandes ventanales que daban a la escarpada vertiente azul basalto de la montaña. El sol brillaba y Kaien estaba dormido cuando Ichigo entró en la habitación. Por lo visto, se había quedado dormido mientras leía, porque tenía la cabeza apoyada en las páginas abiertas del libro y la barbilla pegada al pecho.

Ese hombre había sido como el padre de Ichigo, desde que isshin había sido exiliado. Le había enseñado a disparar y a empuñar la espada. Le había enseñado qué significaba ser jefe de un clan.

Cuando Ichigo lloró por la pérdida de su madre y de su hermana, el estuvo a su lado. Se había ocupado de su educación y formación. Y, lo más importante, le había transmitido honor.

Ichgo se aclaró la garganta y el jefe se despertó sorprendido.

Ichigo. —El hombre se levantó de la silla para abrazar con afecto a su sobrino.

La rebelión había pasado factura al jefe de los kurosaki. Estaba más envejecido y marcado por los últimos meses, desde la última vez que Ichigo lo vio, montándose en su caballo para reunirse con el príncipe. Su pelo, que antes era completamente negro, ahora se podían ver algunas canas. Y sus ojos, verdes tirando un poco a gris, parecían cristalinos y muy cansados.

Me alegro de verte, Ichigo.

—Eso debería decir yo, tío.

En realidad, la última vez que Ichigo vio a su tío creyó que sería la última.

Me apenó enterarme de la derrota de la batalla. La última noticia que tenía era que los arrancars habían tomado Uno de los pueblos cercanos y estaban a un paso de la victoria. Estaba en El rukongai esperando que las fuerzas del príncipe entraran victoriosas por las puertas de la ciudad. Parece imposible que todo acabara saliendo al revés.

Kaien meneó la cabeza.

Fue una rebelión distinta a las otras, Ichigo. Muy, muy distinta. Hubo mucha sangre. Muchas vidas truncadas. Estábamos mal preparados y mal aconsejados.

Ichigo asintió con solemnidad.

—¿No hay ninguna esperanza de otro repliegue?

El jefe volvió a sentarse en su silla e invitó a Ichigo a sentarse a su lado.

No. Se ha terminado. Se terminó antes de empezar; estábamos destinados al fracaso desde el principio. Sin los espadas, no podíamos hacer nada. Estuve atento después de la batalla, por si los clanes proponían un nuevo repliegue, pero ya no tenían ánimos. Los que no murieron o acabaron presos bajo el mando del carnicero del hijo del rey, huyeron hacia las colinas con las tropas de la sociedad de almas pisándoles los talones.

—¿Y Ogichi? —preguntó Ichigo—. He oído que, el día de la batalla, estaba en otro sitio.

Sí, el no estaba ahí —le confirmó su tío—. Intuí cómo terminaría todo y lo envié al norte antes de que empezara la batalla.

Entonces, ¿está a salvo?

—Sí.

—¿Dónde?

En karakura.

El jefe miró a su sobrino y le leyó el pensamiento—. Era joven, Ichigo, y estúpido, con la cabeza llena del romanticismo de la batalla. No entendió tus motivos para no unirte a ellos. Sólo lo vio como una traición al clan. No hablaba con el corazón cuando dijo todo aquello. Ahora es un chico muy diferente al que era hace unos meses.

Juego de apariencias  «ichiruki»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora