Capitulo 13

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Ala mañana siguiente, temprano, Rukia se despertó con la mejilla apoyada en el hombro de Ichigo. Era un hombro cálido, agradable y firme y, cuando se le aclaró la visión, la poca luz que entraba por la ventana le permitió ver con claridad la boca de su marido.

Dormía en silencio, casi sin hacer ruido. Ella no se movió de inmediato, sino que se quedó quieta, observando su barbilla, la inclinación de la nariz y las gruesas pestañas que reposaban sobre las mejillas. Aunque nunca lo admitiría en voz alta, tenía un rostro atractivo; más de lo que había creído a primera vista. Tenía un mechón de pelo que le caía encima de los ojos. Acercó la mano y lo apartó. Vio una pequeña cicatriz, de hacía tiempo, debajo de la barbilla.

Rukia la rozó con la yema del dedo y la recorrió mientras se preguntaba qué travesura debió de hacer de pequeño para tener esa marca.

Cuando vio que él no se movía, rukia se acercó un poco más, observó su boca, la forma y carnosidad de sus labios, el hoyuelo de la barbilla. Recordó cómo había suspirado su hermana nanao la primera vez que lo había visto y cómo había comentado que su boca le parecía «sensual».

Estaba claro que nanao pasaba demasiado tiempo leyendo poesía romántica muy empalagosa.

Entonces deslizó la mirada hacia los músculos del cuello, los hombros y el pecho, que se estrechaban bajo las formas onduladas de las costillas y se ocultaban bajo las sábanas. Observó cómo su pecho subía y bajaba muy despacio y se preguntó si estaría soñando. Y luego se preguntó con qué soñaría.

Deslizó el dedo por el brazo hasta el pecho, agradecida de que estuviera tan profundamente dormido. Estudió las texturas de su cuerpo, los ángulos, definidos y sólidos, la mandíbula y la inclinación irregular de la nariz.

Sería la única vez en su vida que estaría tan cerca de un hombre sin que él lo supiera. Cuando pasaran los dos meses que su padre había estipulado y volviera al seireitei, no se casaría y, por lo tanto, no volvería a despertarse con un hombre a su lado.

Había estudiado anatomía, sí, y había leído libros que describían con detalle el cuerpo masculino. Sin embargo, estar tan cerca de un hombre y poder sentir su poderosa calidez era mucho más intrigante que cualquier libro.
Un libro sólo eran hojas y tinta.

Esto era real.

Él era real.

Ichigo ya había visto cada centímetro de su cuerpo. ¿No era justo, pues, que ella también viera el suyo?

¿En su plenitud?

Rukia agarró el borde de la sábana y, muy despacio, empezó a levantarla...

Al cabo de un segundo, estaba bocarriba en la cama, debajo del hombre que era su marido. El hombre desnudo que era su marido.

—Estaba...

Él la besó y la silenció. la atrapó con la boca, el cuerpo y la lengua mientras despertaba todos sus sentidos, la tuvo aferrada a sus hombros y dudando de si podría volver a parpadear.

Rukia notaba cómo cada centímetro de su cuerpo estaba vivo. El sabor y el olor de ichigo le invadieron la cabeza, y cuando notó la primera caricia de su lengua, retrocedió, sorprendida, pero luego se entregó a la desconocida y nueva sensación y le devolvió el beso.

Notó sus caderas, y su dureza, pegadas a ella, pero no bastaba. Quería sentir sus manos, como ella lo había tocado. Quería sentir y recibir más. Quería saber más.

Cuando él se separó e interrumpió el beso, los colores y las sensaciones que la habían invadido de forma tumultuosa empezaron a difuminarse.

Juego de apariencias  «ichiruki»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora