Orfanato

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Lo que la compañera de la mujer no se imaginaba era que en el interior del orfanato no quedaba ni un alma despierto, así que, aquellos golpes que le otorgo a la puerta no sirvieron de nada, pues nadie se levantó para ver de que se trataba, así que Mia, con tan solo un par de días de edad, tuvo que pasar la noche en la calle, con tan solo una manta desgastada envolviéndole el delicado cuerpo, y con el frío suelo en su espalda. Pero Mia fue fuerte, se frotó los ojos, limpiándose así los restos de lágrimas del camino, se metió su diminuto dedito pulgar en la boca, y poco a poco, frente la puerta del orfanato, la pequeña se fue quedando dormida.

A la mañana siguiente, cuando los gallos empezaron a cantar y el sol empezaba a aparecer asomando sus rayos, Mía se despertó y empezó a llorar, pues su estómago no paraba de sonar, tenia hambre. Una de las profesoras, la mas anciana de todas, se despertó al escuchar los llantos de un bebé, aunque al principio pensaba que era su imaginación, pues no andaba bien del odio, pero cuando el llanto no cesaba reaccionó y, como una bala, bajó a la entrada, donde al abrir la puerta vio al bebé, llorando y retorciéndose en el duro suelo.

La anciana se agachó y cogió a la niña del suelo, seguida de la carta. Acunó a la pequeña en sus brazos a la misma vez que cerraba la puerta tras de si y se dirigía a la cocina. Calentó un biberón, se lo dio y una vez está se encontraba tranquila la dejó en una cuna de la habitación de los más pequeños, con cuidado de no despertarlos. Sacó la carta de su bolsillo ya que la había metido al coger al bebé y sin abrirla leyó lo que ponía en el sobre: "Para mi querida Mia.
Que no la lea hasta que no cumpla la edad adulta"

Un par de meses después, en el orfanato donde se encontraba la pequeña, se llenó de tanta gente que ya no cabían, así que trasladaron a los más pequeños y a una de las profesoras, por suerte para Mia, a la más anciana, a un orfanato de Port Royal, pues ahí los pequeños tendrían un mejor futuro. Pero antes de partir, la madre de Mia apareció en el Orfanato, se quitó la cruz que siempre colgaba de su cuello y se la tendió a la profesora con unas palabras: "solo os pido que siempre la lleve consigo, será lo único mio que posea" y se fue. La profesora cumpliendo la voluntad de su madre, cogió a la pequeña Mia y le puso la cruz, la cual esta en un futuro nunca se quitaría. Después partieron hacia Port Royal.

[7 años después...]

-¡Rose, dame mi muñeca!-. Gritó una niña de cabellera castaña clara mientras corría detrás de otra de color fuego.

-¡Tendrás que pillarme, piojosa!-. Le respondió la niña pelirroja con tono burlón.

Rose entró corriendo en una de las habitaciones y cerró la puerta dando un portazo, Mia, enrabietada le dio una patada a la puerta antes de agarrar el pomo y abrirla.
En la habitación habían dos niñas más aparte de Rose, las cuales se reían sin ningún sentido.

-Dame la muñeca-. Volvió a insistir Mia, cruzándose de brazos sin apartar la mirada de Rose.

-¿La quieres? Pues ve a por ella-. Dicho eso, Rose le dirigió una mirada a otra de las chicas que se encontraba en la habitación y está abrió la ventana. Rose soltó una pequeña carcajada y lanzó la muñeca por la ventana.

-¡No!-. Gritó Mía corriendo hacia la ventana. La muñeca había caído en un charco lleno de barro, el cual todos los carros tirados de caballos pisaban al pasar. A Mia no le gustaban las muñecas, para nada, pero esa muñeca para ella era especial, pues se la había regalado en uno de sus cumpleaños Cristal, la profesora que vino con ella desde España, y para Mia, Cristal era como su madre, la única que se preocupaba por ella dentro de ese sitio.

Mia se apartó de la ventana con los puños cerrados, miró a Rose y se acercó a ella con las intenciones muy claras, pero alguien la agarró del hombro para que se estuviera quieta.

-No merece la pena, Mia-. Dijo una niña un poco mas grande que las demás, la cual estaba detrás de ella.

-Dejame, Maria-. Respondió Mia.

-No, harás que te expulsen-. Dijo Maria. Mia relajó los puños y salió con Maria fuera de esa maldita habitación.

[5 años más tarde...]

-Felicidades Mia, ya tienes 12 años-. Le felicitó Maria mientras se preparaba la maleta.

-Me da igual, es el peor día de mi vida-. Respondió Mia, la cual se encontraba sentada en su cama con los brazos cruzados.

-No seas tonta, nos volveremos a ver -le contestó Maria cerrando la maleta- mira, esto es para que te acuerdes de mi y siempre, de algún modo u otro estemos unidas, yo tengo una igual-. Le dio una pulsera, la cual Mia cogió y se colocó con los ojos envueltos en lágrimas.

-¿Qué haré yo cuando ya no estés?-. Le preguntó en un murmuro mirando la pulsera.

-Tienes que ser fuerte y no pelearte con Rose, si no te expulsarán y nunca te pondrán acoger-. Dijo Maria mientras cogía su maleta.

-¡Maria, baja, ya están aquí!-. Gritó alguien desde abajo.

-No quiero que te vayas-. Murmuró la castaña.

-Lo siento...-. Dijo Maria y seguidamente la envolvió en sus brazos.

Mia acompañó a Maria a la puerta de la habitación y vio como se perdía en por la puerta de la entrada. Las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas, Maria era como su hermana y le dolía pensar que nunca más la iba a volver a ver.

-¿Qué suerte a tenido Maria eh? La que tu nunca tendrás, por ser tan fea como eres, así nadie te querrá nunca-. Se burló Rose soltando una carcajada. Mia soltó un bufido y se encerró en su habitación dando un portazo.

[2 años más tarde...]

-Mia, Cristal se ha puesto enferma, quiere hablar contigo antes de... ya sabes-. Le dijo una de las otras profesoras.

Hija InesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora