IV

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Cinco horas más tarde, Kyle despertó acompañado de un dolor insoportable de cabeza.

Vio su celular: once de la mañana; cuatro mensajes y una llamada perdida. Todas de su madre.

"Fui a la casa de tu abuela"

"Dejé dinero en la mesa bajo el florero"

"Saca y cómprate algo para desayunar"

"Nos vemos más tarde, besos"

Bajó las escaleras y, efectivamente, bajo el florero se encontraba el dinero. Lo contó y pensó en qué podía comprar.

Fue en ese preciso instante en el que vio su vaso del día anterior en el basurero.

Ya sabía en qué gastaría el dinero.

Salió de su casa cerrando la puerta sus espaldas, y se dirigió, siguiendo el mismo camino, a la cafetería.

Subió las escaleras, tal cual el día anterior. Llegó a la caja en seguida: no había nadie. Quizá por la hora o tal vez por el día.

Esta vez era una muchacha y un chico. El último era quien servía las bebidas y la pálida muchacha era quien atendía.

—¿Qué te vas a servir?

Sin necesidad de ver la cartelera, respondió:

—Un chocolate caliente.

La pelirroja tomó el plumón y le preguntó su nombre para luego anotarlo en el vaso.

Se sentó a esperar en una silla que se encontraba frente a la caja.
Y en menos de cinco minutos -si no es menos- su pedido ya estaba listo.

—Chocolate caliente de Kyle- anunció el joven de los batidos, con una voz un poco más grave que el castaño.

Retiro su bebida, salió del local y caminó lentamente hacia su casa.







Starbucks Coffee [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora