III

450 36 2
                                    

Al llegar a su casa, se dirigió a su habitación, se desvistió y acostó.

Los días como estos -fríos- eran perfectos para él.
Pasar todo el día en su cama, viendo una que otra película o serie, comiendo chocolate y helado.
Pero esta vez era diferente. Y era diferente sólo por una razón: ella. Ella no estaba ahí, a su lado, advirtiéndole que podría coger un resfriado si comía helado con todo el frío que hacía, -cosa que nunca pasaba- apretándole la mano o poniendo su cara sobre el pecho de él cuando se asustaba en alguna escena.

Y así se la pasó toda la tarde:
lamentándose por la ausencia de Raechel, con un helado de pistacho en su mano y una barra de chocolate en la otra; con su celular bajo de la almohada esperando un mensaje y con su vista centrada en la televisión.

Después de tres películas, y unos cuántos capítulos de una serie, cuando el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, el muchacho se quedó dormido.

Despertó cuando el reflejo de la luna iluminaba sobre la ciudad.

Vio su celular: ningún mensaje, ninguna llamada. 2:03 a.m.

Starbucks Coffee [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora