PREFACIO: esta serie de diez mensajes que tratan del carácter del obrero de Dios fueron traducidos y publicados previamente bajo el título El obrero cristiano normal. Ahora presentamos una nueva traducción de estos mensajes, titulada El carácter del Obrero del Señor, en conformidad con el título que se publicó originalmente en chino. El libro abarca las diez cualidades principales que todo obrero del Señor debe tener, si desea serle útil al Señor. Estos mensajes los compartió el hermano Watchman Ne e en 1948 durante un adiestramiento para colaboradores. El tono franco y directo que usó el hermano Ne e obedece a la entrega incondicional de los participantes a dicho adiestramiento,quienes le dieron plena libertad para hablar y exhortar sin rodeos. Por tal motivo, sus palabras tocan lo más recóndito del obrero del Señor.
EL CONTENIDO Capitulo 1 Saber escuchar a otros...........................................................5 Capitulo 2 Amar a todos los seres humanos.......................................28 Capitulo 3E star dispuestos a sufrir.....................................................47 Capitulo 4 Golpear el cuerpo y ponerlo en servidumbre...................69 Capitulo 5 Ser diligentes.......................................................................95 Capitulo 6 Restringirse al hablar........................................................121 Capitulo 7 Ser estables.......................................................................150 Capitulo 8 No ser subjetivos...............................................................173 Capitulo 9 Concerniente al dinero......................................................201 Capitulo 10 Otros asuntos de importancia..........................................23851
SABER ESCUCHAR A OTROS:
a vida personal de un obrero del Señor está íntimamente relacionada con su obra. Por lo tanto, a fin de determinar si alguien es apto para ser empleado por Dios, es necesario considerar su carácter, hábitos y conducta. Esto tiene que ver con la constitución de su carácter y la formación de sus hábitos.Tal persona no sólo requiere de cierta experienciaespiritual, sino una constitución apropiada en su carácter;el Señor tiene que forjar un temperamento apropiado enella. Son muchas las características que deben seredificadas, cultivadas y desarrolladas en un obrero delSeñor a fin de formar en él los hábitos apropiados. DichasL6características pertenecen más a su hombre exterior que a su hombre interior. A medida que estas característicasse formen en su hombre exterior, éste llegará a ser más útil al Señor. Se requiere de mucha gracia y misericordiade parte de Dios para que esto ocurra. El carácter no seforma de un día para otro. Pero si dicho obrero recibe lasuficiente luz de parte del Señor y si sabe escuchar la vozconstante de su Señor, Dios por Su misericordiareconstruirá en resurrección un nuevo carácter en él y loselementos naturales e indeseables de su persona serán restringidos y juzgados y no tendrán más cabida en su ser.A continuación mencionaremos algunas lecciones quetodos los obreros experimentados del Señor hancomprendido y han asimilado. Si alguno carece de algunade estas lecciones, fracasará en su servicio.UNOLa primera cualidad que mencionaremos es la capacidadpara escuchar a otros. Todo obrero del Señor debecultivar este hábito en su vida diaria. No me a refiero quedeban oír a los demás en el sentido de obedecer lo queestos digan; a lo que me refiero es que deben saberescuchar a otros en el sentido de captar y entender lo queellos dicen. Es muy necesario que este rasgo forme partede la vida personal de todo obrero. Ningún obrero delSeñor desempeñará bien su función si sólo le gustahablar, pero no sabe escuchar a otros. La utilidad de talobrero será muy limitada si sólo es como una 7ametralladora que habla incesantemente. Ningún obrerodel Señor debe volverse uno que habla sin cesar, sino quedebe aprender a escuchar a los demás y a comprender susproblemas, interesándose sinceramente por ellos. Si uncristiano acude a un siervo del Señor en busca de ayuda,el obrero, al escucharle, deberá ser capaz de discernir tresclases diferentes de palabras: las que la persona expresa,las que intencionalmente se reserva y no las dice, y laspalabras que oculta en lo profundo de su espíritu.Primero, debemos entender cabalmente lo que la personarealmente está diciendo. Para ello, debemos ser personastranquilas delante del Señor, con una mente clara y unespíritu apacible. Nuestro ser interior debe ser como unpapel en blanco delante del Señor. No debemos tenerningún prejuicio, ideas preconcebidas ni inclinaciónalguna. Tampoco debemos tomar ninguna determinaciónen particular ni emitir ningún juicio de nada. Al escuchara la persona exponer su caso nuestra actitud debe serperfectamente calmada delante del Señor. Debemosaprender a escuchar. Si hacemos esto, lograremoscomprender el asunto que la persona estápresentándonos.No es fácil escuchar. Debemos preguntarnos cuántoentendemos realmente al escuchar a un hermano quetrata de explicarnos su problema. En ocasiones, cuandovarias personas escuchan un mismo caso, puede haberdistintas interpretaciones del mismo asunto, tantas como 8el número de personas que lo escuchan. Una personapuede tener una impresión y otra algo distinto; cada cualforma su propia impresión. Sería desastroso si hubieratantos conceptos diferentes con respecto a una verdad.Saber escuchar a otros requiere de un adiestramientobásico, y entender lo que otros tratan de expresar es unode los requisitos fundamentales de todos los obreros.¿Qué sucedería si alguien viniera a presentarle unproblema esperando recibir ayuda, y usted no entendierasus palabras? ¿Qué respuesta le daría si ustedmalentendiera por completo su problema? Tal vez ledaría una respuesta inadecuada basada en lo que ustedestaba pensando los últimos dos días. Algunos ponen sumente en un solo tema por un par de días, y cuando unhermano enfermo acude a ellos, le hablarán del asuntoque los mantenía meditando, pues es lo único que haocupado su mente en esos días. Y cuando otro hermano,tal vez con buena salud viene a ellos, también lepresentarán el mismo tema. Y si un tercer hermano, sinimportar si se encuentra deprimido o gozoso, se acerca aellos, también le hablarán de lo mismo. No tienen elhábito de sentarse en silencio a escuchar lo que otrostienen que decir. Si un obrero del Señor no sabe escuchara otros, ¿cómo podría entonces brindarles alguna ayuda?Cuando otros hablen, debemos escucharloscuidadosamente y entender lo que dicen. Nuestra funciónes más delicada que la de un doctor tratando dediagnosticar a un paciente, pues él cuenta con unlaboratorio donde puede hacer pruebas que le ayudan a 9verificar sus varios diagnósticos, mientras que nosotrostenemos que diagnosticar todos los casos sin tal ayuda.Supongamos que un hermano viene a nosotros acontarnos sus problemas y nos habla por media hora desu caso. Si no somos capaces de escuchar atentamente loque tiene que decirnos durante diez, veinte o treintaminutos, no podremos precisar la situación por la queestá pasando, su trasfondo familiar ni la situación en laque se encuentra delante del Señor. Si no somos capacesde escucharlo ¿cómo podremos brindarle la ayudaapropiada? Todo obrero del Señor necesita cultivar elhábito de escuchar; debemos tener la capacidad y lahabilidad de sentarnos a escuchar y entender lo que otrosnos dicen. Esto es muy importante, y es necesario que lopractiquemos con esmero. Tenemos que aprender aentender a otros desde la primera palabra que expresen.Tenemos que saber detectar claramente su condición yhacer un diagnóstico acertado de su caso. Tenemos queafinar nuestro discernimiento a fin de ser lo másacertados posible. Sólo entonces sabremos si somos lapersona adecuada para brindar ayuda. En todo caso,cuando nos percatamos que el problema de algúnhermano está más allá de nuestras posibilidades,debemos ser honestos y reconocer que no somos lapersona indicada para ayudar en cierto asunto. Noobstante, podemos discernir la posición de otros y lanuestra tan pronto como empiecen a hablar. El saberescuchar y entender lo que otros dicen, es lo primero quedebemos hacer.10En segundo lugar, tenemos que escuchar y entender loque ellos no nos dicen. Debemos aprender a discernirdelante del Señor lo que las personas se reservan y nodeclaran. Debemos conocer lo que callan y lo que nodicen, es decir, las cosas que debían habernos dicho peroque las ocultan. Ciertamente, es más difícil percibir lascosas que no se declaran, que las cosas que se dicenabiertamente. Después de escuchar la primera clase depalabras, aún debemos escuchar la segunda clase, que sonlas palabras que no se dicen. Cuando alguien le habla a unobrero acerca de sus asuntos personales, es muy comúnque sólo presente la mitad del caso y se guarde la otramitad. Esto representa una prueba para la capacidad dedicho obrero. Si el obrero no tiene discernimiento, no serácapaz de detectar lo que la persona no dice. Tal vezproyecte pensamientos, atribuyéndole al otro sus propiasideas y pensamientos cuando en realidad nuncaestuvieron en el corazón del que habla. Este problemasurge de sus propios conceptos e ideas preconcebidas,que son atribuidas equivocadamente a la persona, auncuando ésta no haya mencionado nada al respecto ni seasu situación en lo absoluto. Tenemos que ejercitar undiscernimiento claro ante el Señor para comprender loque la persona ha dicho y aun lo que se ha guardado. Amenudo las personas omiten lo más crucial del asunto ydicen sólo cosas irrelevantes y alejadas de la verdaderasituación. ¿Cómo podemos entonces discernir las cosascruciales de un caso si no son reveladas? Sólo seremoscapaces de saberlas si hemos sido disciplinados 11apropiadamente por el Señor. Cuando algún hermanovenga a nosotros a decirnos algo, no sólo debemosentender lo que dice, sino también lo que no dice.Debemos saber, al menos a grandes rasgos, a lo que lapersona se refiere aun cuando no lo diga explícitamente, ytambién saber lo que hay detrás de sus palabras. Entoncestendremos la confianza ante Dios para saber cómoayudar, exhortar o reprender al hermano. Pero si por nosaber escuchar cuidadosamente, no estamos seguros ennosotros mismos, sino que siempre estamos ansiosos porhablar, entonces no podremos oír lo que otros nos dicen,y sólo tendremos la carga de hablar lo que nosotrostenemos que decir. De hecho, un obrero que no sabeescuchar, por lo general, es un obrero menos útil. Es unproblema serio entre la gente el hecho que simplementeno pueden escucharse. No pueden discernir lo que otrosse han reservado, debido a que son muy insensibles. No esposible esperar que tales personas puedan dar "elalimento a su debido tiempo" (Mt. 24:45).En tercer lugar, debemos ser capaces aun de discernir loque las personas dicen en su espíritu. Además de escucharlas palabras que una persona pueda expresar y laspalabras que deliberadamente se reserva, tenemos quesaber discernir lo que llamamos "las palabras que hablasu espíritu". Siempre que una persona abre su boca parahablar, su espíritu también habla. El simple hecho de quela persona esté dispuesta a hablar, nos da la oportunidadde tocar su espíritu. Mientras su boca está cerrada, su 12espíritu permanece encadenado, y es difícil saber lo quesu espíritu tiene que decir. Pero tan pronto habla, suespíritu encontrará la manera de expresarse por más queél trate de contenerlo. Nuestra habilidad para discernir loque su espíritu dice dependerá de la medida en que nosejercitemos en el Señor. Si estamos ejercitados, podremosdiscernir las palabras que ha dicho, detectar las que sereserva e incluso discernir las palabras de su espíritu.Mientras habla, discerniremos cuales son las palabras desu espíritu, y seremos capaces de interpretar lasdificultades intelectuales y espirituales que enfrenta.Además, tendremos la seguridad de ofrecerle el remediopreciso para su caso. Pero si no estamos ejercitados,podremos oír el problema de un hermano durante mediahora sin darnos cuenta de cuál es su verdaderaenfermedad ni hallar el remedio apropiado para su caso.Ésta es una necesidad desesperada de aquellos que estáninvolucrados en la obra del Señor. Es lamentable que muypocos creyentes sepan escuchar a los demás. Algunospueden pasarse una hora entera hablando con unhermano; sin embargo, al final, éste tal vez no sepa ni dequé se le habló. Nuestra habilidad para escuchar es muydeficiente. Si no somos capaces de oír lo que las personasnos dicen, ¿cómo podemos oír lo que Dios nos dice?Cuando alguien se siente a hablar con nosotros debemosser capaces de entender claramente todo lo que nos dice.Pero, si no somos capaces de entender las palabras de loshombres, dudo mucho que tengamos la habilidad para 13entender lo que Dios nos habla en nuestro interior. Si nopodemos entender las palabras audibles del hombre,¿cómo podremos entender las palabras que Dios noshabla en nuestro espíritu?Si somos incapaces de diagnosticar la enfermedad, lacondición y el problema de un hermano, ¿qué podremosdecirle para ayudarlo? Hermanos y hermanas, noconsideren que esto es algo insignificante. Si no leprestamos la debida atención a este asunto y aprendemosa escuchar, seremos incapaces de ayudar a un hermanoque se encuentre en necesidad, aun cuando fuéramosasiduos lectores de la Biblia, grandes expositores bíblicosu obreros poderosos. No sólo debemos ser predicadoresque hablan; también debemos ser aquellos que puedenresolver los problemas de otros. Pero, ¿cómo podremoshacerlo si no sabemos escuchar lo que otros nos dicen?Tenemos que comprender la seriedad de este asunto.Hermanos y hermanas, ¿cuánto tiempo han invertido paradesarrollar esta habilidad de escuchar a otros? ¿Handedicado el tiempo suficiente para aprender esta lección?Tenemos que invertir tiempo para aprender a escuchar alas personas, oír lo que ellas dicen, lo que no dicen y aunoír lo que está en su espíritu. Muchas veces las palabrasde una persona no corresponden a lo que hay en suespíritu. Muchas personas dicen algo con su boca, pero suespíritu testifica de otra cosa; finalmente, su boca nopuede cubrir a su espíritu. Tarde o temprano su espírituse revelará, y percibiremos la verdadera condición de tal 14persona. Sin tal discernimiento, será difícil brindarlesayuda apropiada a los demás. En el pasado escuché lahistoria de un doctor de edad avanzada que sólo tenía doscosas en su botiquín de medicamentos: aceite de ricino yquinina. No importaba de qué se quejaran sus pacientes,él invariablemente prescribía la misma medicina; siempreaplicaba estas dos medicinas a todo tipo de dolencia.Asimismo, muchos hermanos tratan a sus "pacientes" dela misma manera. Ellos tienen una receta predilecta y sinimportar la dolencia de aquellos que acuden por ayuda,siempre les hablarán según su línea especial. Talesobreros no pueden ofrecer una ayuda real a nadie. Todoaquel a quien Dios le confía Su comisión y Su obra debetener la habilidad para entender lo que otros dicen tanpronto como estos abran su boca. Sin tal habilidad, noserá posible tratar las enfermedades de nadie.DOS¿Cómo podemos desarrollar la habilidad de escuchar yentender?Primero, no debemos ser subjetivos. Recuerde que lasubjetividad es una de las razones principales que nosimpide ser buenos oyentes. A toda persona que essubjetiva le es difícil entender lo que otros dicen. Sitenemos nuestros propios conceptos e ideaspreconcebidas acerca de los demás, nos será difícilescuchar lo que nos dicen, porque nuestra mente yaestará ocupada. Si nuestras opiniones son tan fuertes, 15será difícil que las de otros logren penetrar en nuestramente. Ésta es la situación de muchas personas que sondemasiado subjetivas. Están tan persuadidas de suspropias ideas, opiniones y puntos de vista, que nada laspuede hacer cambiar de parecer. Están decididas a dar su"aceite de ricino" a todo aquel que acuda a ellas, sinimportar cuán variadas puedan ser las necesidades deestos. Su única panacea es su "aceite de ricino". ¿Cómopueden así escuchar a los demás? Cuando los santosdébiles vienen a ellos, no tienen ningún interés endescubrir cuáles son sus problemas; mas bien, seconcentran en lo que ellos mismos quieren decir, y todo loque tienen son sus propias ideas preconcebidas paraamonestarlos. Confían plenamente en sí mismos e ignoranpor completo los problemas de otros. ¿Cómo pueden asílaborar para el Señor? Debemos pedirle al Señor que noslibre de esta clase de subjetividad. Debemos decirle:"Señor, sálvame de mis ideas preconcebidas cuando hablocon otros. No me permitas imponerles mi diagnóstico. Nodebo ser yo quien determine cuál es su enfermedad.Señor, muéstrame cuál es su verdadera enfermedad". Asíque, tenemos que renunciar a nuestra subjetividad yaprender a escuchar cuidadosamente lo que otros nosdicen, a fin de descubrir su problema.En segundo lugar, nuestra mente no debe divagar.Muchos creyentes nunca han aprendido la lección derestringir su mente. Sus pensamientos fluyen sin controldía y noche, nunca se enfocan en algo específico; ellos 16dejan que sus pensamientos vaguen sin rumbo. Acumulantantas cosas en su mente, que no hay lugar para ningúnotro asunto que alguien intente presentarles. Muchaspersonas son demasiado activas en su mente. Sólo tienencabida para sus propios pensamientos, y no paraconsiderar los pensamientos de otros. Como resultado, nopueden entender como piensan otros. No pueden aceptarlos pensamientos de otros porque nunca han aprendido asilenciar su mente. Si queremos aprender a escuchar loque otros dicen, primero tenemos que disciplinar nuestrapropia mente. Si nuestra mente siempre está dandovueltas como un saltimbanqui, nada se alojará en ella.Para que un obrero del Señor aprenda a escuchar a losdemás, requiere de una mente estabilizada. No sólo tieneque rechazar toda subjetividad, sino que también debeaprender a tranquilizar la actividad de su mente.Debemos aprender a pensar como otros piensan paraentender lo que ellos dicen y para comprender lo quepermanece oculto detrás de sus palabras. Si no somoscapaces de hacer esto, no seremos de mucha utilidad parael Señor.En tercer lugar, debemos aprender a entrar en lossentimientos de otros. Un requisito fundamental paraentender las palabras de otros es poder identificarse consus sentimientos. No podemos entender lo que otrosdicen meramente entendiendo sus palabras; tenemos queser capaces de sentir lo mismo que ellos sienten. Sialguien viene a nosotros con profundas aflicciones y 17angustias y nosotros mantenemos una actitud insensible,sin ser tocados por su dolor, nunca podremos ayudarle,no importa por cuánto tiempo lo escuchemos. Si nuestrosentimiento no puede igualarse al suyo, no podremosentender a lo que se está enfrentando. Aquellos que nuncahan sido quebrantados en sus emociones no son capacesde sentir lo que otros sienten. Una persona consentimientos endurecidos no puede identificarse con lossentimientos de los demás, ni puede entender lo que otrosdicen. Si no hemos sido quebrantados por Dios, nopodremos cantar "aleluya" cuando otros expresan sugozo, ni podremos compartir sus sufrimientos cuandoexpresan su dolor. Seremos incapaces de identificarnoscon sus sentimientos, y sus sentimientos nunca podránconmovernos. Es por eso que tenemos que entender suspalabras.¿Cómo podemos sentir lo que otros sienten? Para lograresto tenemos que ser muy objetivos en cuanto a nuestrospropios sentimientos. Podemos sentir algo, pero debemosser objetivos acerca de nuestros sentimientos propiosantes de tener la capacidad de sentir lo que otros sienten.Pero si estamos demasiado ocupados con nuestrospropios sentimientos, no seremos lo suficientementesensibles como para considerar los sentimientos de losdemás. Debemos recordar que somos siervos de lossantos por causa de Cristo. No solamente debemosdedicar nuestro tiempo y nuestra fuerza a ellos, sinotambién poner nuestro afecto a su disposición. Éste es un 18asunto crucial. No sólo tenemos que ayudarles a resolversus problemas; además, debemos adaptar nuestrossentimientos a los de ellos. Nuestros sentimientos debenestar dispuestos a compartir en los sentimientos de otros.A esto se refiere la Escritura cuando dice que el SeñorJesús, quien fue tentado en todo igual que nosotros, puedecompadecerse de nuestras debilidades (He. 4:15).Hermanos y hermanas, nuestras emociones tienen queser disciplinadas por el Señor a fin de que puedan estardisponibles a otros, pues si éstas son demasiado activas ysólo nos preocupamos por nuestros propios sentimientos,nunca podremos identificarnos con los sentimientos delos demás. Por lo tanto, no sólo debemos poner nuestrotiempo a disposición de los hermanos, sino tambiénnuestras emociones. Esto significa que nuestro amor,alegría y dolor no deben estar ocupados sino disponiblescuando otros nos hablen. Si todo nuestro ser está ocupadopor cierto sentimiento, no habrá espacio en nosotros paralos sentimientos de nadie más; no tendremos la capacidadpara satisfacer las necesidades de los demás. En cambio,si no estamos ocupados con nuestro propio gozo otristeza, sino que estamos totalmente disponibles delantedel Señor, entonces seremos capaces de entrar en lossentimientos de otras personas. Pero si estamosconstantemente ocupados con nuestros propiossentimientos, estaremos demasiado preocupados por lonuestro y no tendremos sentimientos por las otraspersonas que vengan a nosotros.19Dios tiene una norma muy elevada para los que le sirven.Un siervo del Señor no tiene tiempo para sentir gozo nipena de sí mismo. Si somos complacientes con nuestropropio gozo y llanto, y nos preocupamos por nuestrospropios gustos y aversiones, no tendremos cabida para lasnecesidades de otros. Debemos recordar que un siervodel Señor debe estar vacío interiormente, pues si nosaferramos a nuestros propios placeres y penas,quejándonos al soltar esto o aquello, estaremosdemasiado ocupados como para cuidar de otros. Seremoscomo una habitación llena de muebles que no tieneespacio para acomodar nada más. Muchos hermanos yhermanas no pueden trabajar para el Señor porque hanagotado todo su amor en sí mismos y no les queda nadapara otros. Tenemos que comprender que las fuerzas denuestra alma tienen un límite, al igual que hay un límitepara nuestra fuerza física. Nuestra energía emocional noes ilimitada. Si agotamos las facultades de nuestra alma enuna sola dirección, no quedará nada para encauzarla enotra dirección. Por esta razón, cualquiera que tenga unafecto desmedido por otra persona no puede ser unsiervo del Señor. El Señor mismo dijo: "Si alguno viene aMí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, yhermanos, y hermanas ... no puede ser Mi discípulo" (Lc.14:26). Esto se debe el hecho de que cuando los amamos,agotamos todo nuestro amor en ellos. Tenemos que amaral Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con todanuestra alma, con toda nuestra mente y con todasnuestras fuerzas (Mr. 12:30). Esto quiere decir que 20tenemos que darle a Dios todo nuestro amor. Es buenodarnos cuenta de que somos seres limitados en muchosaspectos y que nuestra capacidad es limitada. Lacapacidad de nuestro "vaso" tiene una medida; si lollenamos con otros asuntos, no tendremos espacio paranada más. Estamos limitados por nuestra capacidad. Paraentrar en los sentimientos de otros debemos tener losnuestros disponibles; nuestra mente y nuestrasemociones deben estar disponibles para poderidentificarnos con sus sentimientos. Si estamos llenos detareas, no podremos prestar atención a las peticiones deotras personas, y si nuestro corazón está sobrecargadocon nuestros propios asuntos, otros no podrán compartirsus cargas con nosotros. Por lo tanto, cuanto másdisponibles estemos mayor será nuestra capacidad pararecibir y ayudar a los demás. Los que se aman demasiadoa sí mismos o a sus familias, tienen poco amor por loshermanos. La capacidad que tiene un hombre para amares limitada; por lo cual, tiene que dejar otros amoresantes de poder amar a los hermanos y entender elsignificado del amor fraternal. Sólo así seremos capacesde trabajar para el Señor.El requisito fundamental de todo aquel que estáinvolucrado en la obra del Señor es experimentar la cruz.Si alguien no conoce la cruz es inútil en la obra del Señor.Si usted no conoce la cruz, actuará siempresubjetivamente, sus pensamientos divagaránincesantemente y vivirá constantemente por sus 21sentimientos. Tenemos que regresar al conocimiento de lacruz. Éste no es un camino fácil ni barato; hay que pagarun precio. Tenemos que recibir la disciplina fundamentaldel Señor. Sin dicho trato divino, no tendremos valorespiritual. Que el Señor tenga misericordia de nosotros ypueda aplicarnos Su disciplina, de tal modo que nopermanezcamos complacientes en nuestra subjetividad.No deseamos tener pensamientos sin restricción, niqueremos ser insensibles a nuestros sentimientos. Unobrero del Señor tiene que estar abierto para recibir losproblemas de otros. Si hacemos esto, entenderemos loque otros nos dicen tan pronto como ellos vengan anosotros. Entenderemos lo que no nos dicen, así como laspalabras que tienen en su espíritu.TRESLo primero que un obrero del Señor tiene que aprenderes a escuchar a otros. Cuando un hermano, una hermana oun incrédulo estén hablando, no sólo tenemos queaprender a escucharle, sino también a pensar y a sentircomo él. Además, debemos tratar de percibir incluso loque ha callado y a discernir la condición de su espíritu. Sipracticamos esto, gradualmente nuestra capacidad paraescuchar y entender a las personas mejorarágrandemente. Con el tiempo, entenderemos lo que otrosestán diciendo; al final lo sabremos tan pronto ellas abransu boca para hablar. Debemos recordar que nuestro serinterior debe ser como una página en blanco donde otros 22pueden escribir. Debemos estar en completa calma yvaciarnos de nuestros propios pensamientos, opiniones ysentimientos, y de todo elemento subjetivo, a fin deescuchar calladamente a las personas y entender lo quenos dicen. Lo más importante de un obrero del Señor noes la medida de conocimiento que posea, sino la personamisma. Nuestra persona es nuestro propio instrumento.Dios nos está usando para medir a otros. Si nuestrapersona está mal, Dios no podrá usarnos. Nosotros nomedimos a otros usando algo físico. Sería más sencillo sicontáramos con un instrumento físico para medir a laspersonas. Por ejemplo, un termómetro puede medir latemperatura, pero en la obra del Señor, el único"termómetro" disponible es nuestra propia persona. Elúnico instrumento que tenemos para valorar la condiciónde otros es nuestra misma persona. Por lo tanto, es muyimportante la clase de persona que seamos. Si nuestrapersona está mala nada saldrá bien. Somos los vasos deDios, y si un vaso no funciona bien, Dios no podráutilizarlo para tratar con otros. Es crucial saber escuchara otros. Si sabemos escuchar a otros, conocemos sucondición y entramos en sus pensamientos ysentimientos, entonces tendremos la manera deayudarles.Supongamos que alguien acude a usted y vierte todas suspenas. Si usted nunca ha sido quebrantado por el Señor,seguramente pensará en darle una gran cantidad deenseñanzas. Por lo general, éste es nuestro hábito. Cuando 23otros vienen a nosotros, les damos enseñanzas en vez detratar de diagnosticar cuál es su dolencia y enfermedad.Muchos de nosotros somos muy impacientes y nopodemos esperar que los demás terminen de hablar. Nopodemos esperar que otros acaben de exponer su casocuando ya les estamos dando soluciones. Sólo los dejamosdecir dos o tres palabras, y ya les estamos dandoenseñanzas y correcciones. Como resultado, ellos noreciben una verdadera ayuda.Esto no significa que debemos permitir que la gente hablepor tres o cinco horas mientras nosotros escuchamosatentamente y en silencio, pues hay algunos que lo únicoque pretenden es que otros los escuchen mientras elloshablan interminablemente. Lo único que quieren es serescuchados. Si este es el caso, debemos detener suincesante hablar. Sin embargo, hablando en términosgenerales, debemos darles el tiempo suficiente parahablar, debemos escucharles lo suficiente. Pero sicontamos con la suficiente experiencia y el asunto estáclaro como para discernir su condición con unas cuantasfrases que expresen, y si sabemos bien lo que debemoshacer con dicho caso, podemos detener su incesantepalabrería. De lo contrario, debemos escucharlescabalmente, dándoles el tiempo que sea necesario. Estono quiere decir que debamos escucharles por horas sinfin, sino que debemos invertir el tiempo necesario hastaentender cabalmente su condición. Tenemos que estarconscientes de lo compleja que es nuestra labor; estamos 24tratando con seres humanos vivos, y estamos resolviendoproblemas vivos. Tenemos que tratar sus problemasdelante del Señor. Si no podemos identificar talesproblemas, no podremos ayudarles mucho. Es imposiblejuzgar antes de poder comprender cabalmente lasimplicaciones del problema. Recordemos que estamostratando con seres humanos vivos, así que estamosconfrontando problemas vivos. Mientras nos ocupamosde los problemas de tales personas delante de Dios,debemos permanecer en silencio y atentos al Señor,esperando recibir algo de Él. A menos que podamos haceresto, encontraremos dificultades para brindarles ayuda.Muchos no son capaces de ayudar a las personas porqueen principio no saben escucharlas. Necesitamos pedir lagracia del Señor para poder sentarnos y escucharatentamente cuando otros hablan. Necesitamos escucharcon toda calma, inteligentemente y con atención, hastaentender completamente toda la situación. Una vez queentendamos lo que nos dice, el trabajo estará hecho.Debemos aprender a escuchar, y debemos escuchar hastaentender. No es cosa fácil hablar, y aun es más difícilescuchar. Lamentablemente muchos predicadores sóloestán acostumbrados a hablar, pero les es muy difícilsentarse y escuchar. Sin embargo, nosotros tenemos queaprender bien esta lección.Necesitamos ser alumbrados interiormente e invertir untiempo considerable para aprender a escuchar a otros yser capaces de percibir sus sentimientos. Si no 25aprendemos bien esta lección, encontraremos dificultadesen nuestro servicio. Tenemos que hacer lo posible porescuchar. Cuando una persona habla, ¿podemos oír lo quedice? ¿Entendemos sus palabras? Para entender laspalabras de otros no basta con evitar las distraccionesexternas; además es necesario que el Señor trate connuestro ser de una manera fundamental, es decir, quenuestra subjetividad, nuestros pensamientos y nuestrossentimientos sean disciplinados por Él. Podemos pasarpor alto muchas cosas, pero nunca podemos hacer un ladoSu disciplina básica, sin la cual nadie puede servir alSeñor de una manera apropiada. Sin experimentar talquebrantamiento de parte del Señor, no seremos capacesni de leer la Biblia correctamente. Hay ciertos requisitospara leer la Biblia como es debido. Para leerla no bastacon ejercitar la mente, porque se requiere mucho más queuna mente ágil para leer la Biblia. La disciplina básica esimprescindible. Sin tal disciplina, sólo escucharemossuperficialmente a las personas, pero estaremos encompletas tinieblas internamente. No entenderemosnada. Un hermano puede hablarnos por una hora entera yal final no sabremos de que nos está hablando. ¿Cómopodemos esperar brindarle ayuda? Somos los vasos deDios. Por tanto, debemos ser capaces de detectar cuandoalguien está caliente o frío, sano o enfermo. Somos la varade medir, pero cuando estamos mal daremos eldiagnóstico equivocado.26Entre algunos obreros cristianos, prevalece la idea de queel requisito más importante en su servicio es laelocuencia. ¡Qué errados están! La obra del Señor guardarelación con nuestro espíritu y no solamente con nuestraspalabras. Debemos ser capaces de discernir los problemasespirituales que acosan a los hermanos y hermanas ysaber cómo resolverlos. Si no tenemos la percepcióninterior, no entenderemos su condición interna y nopodremos brindarles la ayuda necesaria. ¿Cómo sabremossi un pecador ha sido salvo al predicarle el evangelio?¿Podemos evaluar su condición solamente por suspalabras? ¿Son ellas el único medio para discernir lacondición de una persona? No; conocemos la condición deuna persona mediante nuestra percepción interior.¿Cómo sabemos si una persona es del Señor? ¿Lo sabemossólo porque afirma: "Creo en el Señor Jesús y soy salvo"?¿Bautizamos a una persona solamente porque se hamemorizado una formula? No; nosotros juzgamosbasados en nuestro sentir interior. Nosotros somos lavara de medir. Nosotros probamos a un incrédulo o a unhijo de Dios según esta vara. ¿Cómo podemos saber si lacondición espiritual de un hijo de Dios es saludable? Siandamos en la luz del Señor, lo sabremos. Hermanos yhermanas, tenemos que ser disciplinados por el Señorhasta el grado en que podamos ser la vara con la que Élmida a los demás. Si estamos errados interiormente,emitiremos juicios equivocados, y si emitimos talesjuicios, estropearemos Su obra. Ésta es la razón por la quenecesitamos andar en la luz interior. Es una tragedia que 27muchos hermanos y hermanas no sólo esténinteriormente en tinieblas, sino que además seanincapaces de sentarse a escuchar a otros. Tenemos queaprender a estar calmados y a escuchar lo que otros nosdicen. Tenemos que abrirnos a ellos, permitiendo que susasuntos entren en nuestro corazón. Debemos primerotener una percepción aguda antes de poder discernir losverdaderos problemas de otros. Sólo entonces podremosbrindarles la ayuda apropiada.282DEBE AMAR A TODOS LOSSERES HUMANOSUNOl obrero del Señor debe amar a todos los sereshumanos, no sólo a los hermanos. El rey Salomóndijo: "El que escarnece al pobre afrenta a suHacedor" (Pr. 17:5). Dios creó todo el linaje humano; porlo tanto, todos los seres humanos merecen nuestro amor.Si un siervo u obrero del Señor carece de amor fraternal, osi sólo tiene amor para con los hermanos pero no paracon todos los hombres, no es apto para servir al Señor.Para servir al Señor debemos tener amor, un afectogenuino, para con todos los hombres. Pero si sentimosenfado, molestia o menosprecio hacia las personas, noestamos calificados para ser siervos de Dios. DebemosE29estar conscientes de que a los ojos de Dios todos loshombres fueron creados por Él. Ciertamente el hombre hacaído, pero también ha llegado a ser el objeto de laredención del Señor. Aunque el hombre es terco pornaturaleza, el Espíritu Santo ha escogido al hombre y hadeterminado darle un toque personal. Aun el propioSeñor Jesús se hizo hombre cuando vino a la tierra. Y sehizo un hombre igual que cualquiera; creciógradualmente desde la infancia hasta la madurez. Laintención de Dios al encarnarse fue establecer la "norma"para el hombre, un hombre representativo en quien todoslos planes de Dios pudieran realizarse. Después de laascensión del Señor Jesús, la iglesia llegó a existir, la cuales el "nuevo hombre". El plan completo de redenciónincluye que el hombre sea elevado y glorificado. Sirealmente entendemos la Palabra de Dios,comprenderemos que el término hijos de Dios no es tanimportante como el término hombre, y entenderemos queel plan de Dios, Su elección y predestinación, tienen comometa obtener un hombre glorificado. Cuando nos damoscuenta del lugar que ocupa el hombre en el propósito deDios, y cuando vemos que todo el plan de Dios se centraen el hombre y comprendemos por qué el propio Señor sehumilló a Sí mismo haciéndose hombre, aprendemos avalorar a todos los hombres. Cuando nuestro Señorestuvo en la tierra, dijo: "Porque el Hijo del Hombre novino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vidaen rescate por muchos" (Mr. 10:45). La palabra del Señordice claramente que el Hijo del Hombre vino a servir a 30muchos. En este pasaje, "muchos" no se refiere a la iglesiani a los hijos de Dios, sino a todos los hombres. Además, Élno dijo que el Hijo de Dios vino a servir, sino que fue elHijo del Hombre quien vino. Aquí vemos la actitud delSeñor para con el hombre.Un problema serio de muchos que laboran en la obra deDios es su falta total de amor y respeto para el hombre, yel fracaso que tienen de darse cuenta del valor que tieneel ser humano a los ojos de Dios. Tal vez sintamos quehemos logrado un gran avance por el hecho de que hemosempezado a amar a los hermanos, especialmente si antesno amábamos a nadie. Y debido a que ahora amamos unpoco a los hermanos, pensamos que eso es un logroextraordinario. Pero hermanos y hermanas, esto no essuficiente. Necesitamos que Dios nos ensanche; tenemosque entender lo valioso que son todos los hombres paraDios. La edificación de nuestra obra espiritual dependeráde la medida de amor e interés que sintamos hacia laspersonas. Me gustaría saber si sólo mostramos interés enciertas personas prometedoras y sobresalientes, o sirealmente nos interesa el hombre en general. Éste es unasunto de gran importancia. El hecho de que el Hijo delHombre viniera a la tierra implica que el Señor estabaintensamente interesado en el hombre; estaba taninteresado en el hombre que Él se hizo un hombre. ElSeñor estaba sumamente interesado en el hombre, pero¿cuál es el grado de nuestro interés? Tal vezdespreciemos a éste o aquel individuo; pero ¿cómo ve el 31Señor a esta gente? El Señor dijo que el Hijo del Hombrevino. Esto significa que Él vino entre los hombres como elHijo del Hombre. También significa que Él tenía un interéspor el hombre, que tenía un sentir por el hombre y quetenía un gran respeto por el hombre. El hombre es tanvalioso para Él que asumió la posición de hombre parapoder servir a los hombres. Es asombroso ver quemuchos hijos de Dios tengan tan poco interés por sussemejantes. No es mucho lo que podamos hacer alrespecto; sin embargo, tal apatía nos indigna. Hermanos yhermanas, ¿comprenden el significado de la frase el Hijodel Hombre no vino para ser servido, sino para servir?Debemos considerar estas palabras delante del Señor.Ellas nos hablan del cuidado que Cristo tiene por elhombre. Hermanos y hermanas, es erróneo que alguiendiga: "Estoy entre los hombres, mas no tengo ningúninterés por ellos".El interés por las personas es un requisito básico en lavida de todos los obreros. Esto no quiere decir que sólodebamos escoger a ciertos individuos y que debamosinteresarnos y ser afectuosos exclusivamente con ellos,sino que debemos interesarnos en todos los hombres.Presten atención al Señor Jesús, cuya característicasobresaliente es que tenía sentimientos y amor por todossin excepción. Él estaba tan interesado en el hombre quepudo decir: "El Hijo del Hombre no vino para ser servido,sino para servir". Si cuando vamos a cierto lugar, notenemos la actitud de ser servidos por otros sino que 32nosotros vamos a servirles, tendremos la misma actitudque menciona el Señor en este pasaje. Si hiciéramos estoestaríamos en la senda y la posición correctas. Hermanosy hermanas, los siervos de Dios no deben reservar suamor egoístamente sólo para los hermanos; un obrero delSeñor que hace esto será un fracaso total. El amorfraternal no debe encabezar la lista, sino que debe seralgo adicional a nuestro amor por todos los hombres.Tenemos que amar a todos los hombres. Juan 3:16 dice:"Porque de tal manera amó Dios al mundo". ¿A qué serefiere la expresión al mundo? Se refiere a todas laspersonas de este mundo, incluyendo a los que no sonsalvos y aun aquellas que no tienen conocimiento de Dios.Dios ama al mundo; a toda la humanidad. Éste es elsignificado de la cláusula de tal manera amó Dios almundo. Si Dios ama a todos pero usted no lo hace, oextiende su amor a alguien solamente después que llega aser su hermano, su corazón es distinto al corazón delSeñor y usted no está calificado para servir a Dios. Sucorazón debe ensancharse al grado que ame a todos loshombres y se interese por todos los hombres. Si alguienes un ser humano, usted debe interesarse en él. Ésta es laúnica manera de servir a Dios.DOSEl Señor Jesús dijo, "El Hijo del Hombre no vino para serservido, sino para servir" (Mr. 10:45). En otras palabras,el Señor nunca pidió nada de los hombres. Del mismo 33modo, nosotros debemos interesarnos en los sereshumanos y debemos apreciarlos. Además, no debemossacar provecho de nadie, ni esperar ser servidos por loshombres. Mucho menos debemos avergonzar o herir lossentimientos de nadie. Hermanos y hermanas, por añosnos hemos acostumbrado a dirigirnos a los sereshumanos como "nuestros semejantes"; sin embargo, ésteno debe ser un simple término, porque esto hacereferencia a sentimientos. Por ejemplo, tenemos ciertoafecto especial para los hermanos. Sentimos un amorfraternal para con los hermanos en Cristo; pero quisierasaber si sentimos lo mismo por todos los hombres, a losque llamamos "nuestros semejantes". ¿Realmentesentimos que ellos son "nuestros semejantes"? Si notenemos tal sentir, no podemos servir a Dios. Todos lossiervos del Señor deben tener tal corazón amplio. Nuestrocorazón debe ser tan amplio que pueda incluir a todos loshombres. Los siervos de Dios deben ser capaces dealbergar en su seno a todo el linaje humano. El mayorproblema entre muchos obreros es que carecen de talamor por el hombre. Aun su amor por los hermanos esescaso; mucho más, o casi inexistente, será su amor portodos los hombres. ¡Quizás en el mejor de los casospueden amar sólo a uno de cada cien o incluso a uno decada diez mil! Si ésta es nuestra condición, ciertamente notenemos amor por la humanidad. Debemos tenerpresente que Dios es nuestro Creador y que todosnosotros somos Sus criaturas; todos son nuestrossemejantes, y todos somos seres humanos. Debemos 34ensanchar la capacidad de nuestro corazón para amar atodas las personas, a todos nuestros semejantes, ya quetodos fueron creados por Dios. No debemos permitir quesufran, ni debemos aprovecharnos de ellos, ni tenemosque esperar ser servidos por ellos. El Hijo del Hombre novino para ser servido, sino para servir.Hermanos y hermanas, no debemos aprovecharnos deotros en ninguna forma. Debemos comprender que esvergonzoso que un cristiano se aproveche de sussemejantes mientras está en la tierra. Es erróneoaprovecharse de los hermanos y es igualmente erróneotomar ventaja de cualquier otro. En lo que se refiere arecibir de otros, la actitud básica de nuestro Señor fue quenunca permitió que los hombres le sirvieran. Él no tenía lamenor intención de recibir nada de nadie. Debemosrechazar la actitud egoísta de recibir los servicios y bienesde otros a costa de su sacrificio y pérdida.Los hijos de Dios nunca deben sacar provecho de nadie,no sólo porque el Señor lo prohíbe, sino porque todos losseres humanos son nuestros semejantes. Debemoscomprender que todos los seres humanos son preciosos alos ojos de Dios. Si no cultivamos un interés genuino porel hombre, nuestra obra tendrá un valor muy limitadoante los ojos de Dios, sin importar cuán grande puedaparecer exteriormente. Dios anhela ver que Sus siervosensanchen su capacidad e interés por todos los sereshumanos. Ésta es la única manera de ser personas llenas 35de gracia, y es la única manera en que podemos servir alSeñor.TRESMarcos 10:45 dice: "Porque el Hijo del Hombre no vinopara ser servido, sino para servir, y para dar Su vida enrescate por muchos." Lucas 19:10 dice: "Porque el Hijo delHombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido".Por otra parte, Juan 10:10 dice: "Yo he venido para quetengan vida, y para que la tengan en abundancia". El SeñorJesús vino a la tierra por causa del hombre. Según Marcos10, Él vino a servir a los hombres al grado de dar Su vidapara rescatarlos. El propósito de Su venida fue servir a loshombres, y en este servicio le fue necesario dar Su vida enrescate por ellos y eso es lo que hizo. El hecho deentregarse como rescate fue el acto más alto y supremode Su servicio al hombre. El Señor dijo que el Hijo delHombre no vino únicamente para ser el rescate por elhombre; sino aun más, dijo que Él vino "para servir". Lameta de Su venida era servir a la humanidad. Él tenía ungran interés en el hombre y lo consideraba sumamenteprecioso y digno de Su amor y servicio. El Señor sirvió alhombre hasta tal grado que llegó a ser su Salvador a fin desatisfacer su necesidad. Esa fue la razón por la que dio Suvida como rescate. Si predicamos el evangelio delsacrificio del Señor al dar Su vida como rescate, y noposeemos el mismo corazón de servicio que tiene elSeñor, no somos dignos de ser llamados obreros Suyos. El 36hombre es precioso. Por esta razón, el Señor no dijo que"el Hijo de Dios" había venido a servir, sino que era "elHijo del Hombre" quien había venido a servir. El SeñorJesús primero amó y sirvió a los hombres, y luego dio Suvida por ellos. El amor viene primero y el sacrificio de lavida viene después. Cuando laboramos entre los hombres,no podemos predicar acerca del sacrificio del Señor sintener primero un amor genuino por ellos. No debemospensar que podemos primero predicarles acerca de Susacrificio y después amarlos una vez que hayan recibidoal Señor. Si nosotros no estamos interesados por loshombres ni los consideramos preciosos como Dios losconsidera, y si no estamos conscientes de que todossomos criaturas de Dios, no podemos predicar acerca deSu sacrificio. Si nunca hemos sido afectados por laexpresión Dios creó al hombre o tenemos pocosentimiento por esto, estamos incapacitados parapredicar acerca del sacrificio de Cristo. Hermanos yhermanas, primero tenemos que amar a todos loshombres para después poder conducirlos al Señor. Nopodemos frenar nuestro amor hasta que ellos reciban alSeñor o hasta que lleguen a ser nuestros hermanos.Lamentablemente, éste es un problema con muchaspersonas; ellos están carentes en cuanto a este asunto.Muchos no pueden amar a una persona hasta que éstallega a ser un creyente. Hermanos y hermanas, ésta no esla manera en que nuestro Señor obra. Él primero amó, yluego dio Su vida. Aquellos que predicamos acerca de Suredención, debemos amar primero y después predicar 37acerca de Su redención. Nuestro Señor primero sirvió ymostró misericordia a los hombres, antes de dar Su vidacomo rescate por ellos. De la misma manera, nosotrosdebemos tener un verdadero interés por los hombres yconsiderarlos dignos de nuestro amor y gracia, antes deque les presentemos la redención del Señor.Si Dios abre nuestro corazón para que podamos ver quesomos compañeros entre todos los hombres, nuestraactitud hacia ellos cambiará radicalmente. Descubriremosque el hombre es encantador y precioso para nosotros.Hermanos y hermanas, necesitamos comprender loprecioso que es el hombre a los ojos de Dios, debido a queÉl lo creó a Su semejanza. Incluso hoy, el hombre aúnconserva la semejanza de su Creador. Así que, nopodremos ser siervos del hombre si no lo tenemos comoel objeto de nuestro afecto. Repito, debemos darnoscuenta de lo apreciable y valioso que es el hombre a losojos de Dios. Muchos hermanos y hermanas tienen unaactitud, temperamento y sentimiento totalmente erróneoshacia sus semejantes; los consideran una carga, fastidio omolestia. Este sentir es totalmente equivocado. Debemosaprender a ver al hombre como la creación de Dios, comoposeedor de la imagen de Dios. Aunque el hombre hayacaído, su futuro sigue siendo promisorio. Si valoramos yapreciamos al hombre, no sentiremos que éste sea unacarga, fastidio o molestia para nosotros. El Señor fue a lacruz por el hombre. ¿Puede nuestro amor ser menos queesto? Si somos afectados por el Señor en una manera 38genuina, y si realmente vemos la meta que el Señor teníaal venir a la tierra, espontáneamente concluiremos que elhombre es muy valioso. Es imposible que alguien tenga unconocimiento genuino del Señor y pueda menospreciar alhombre.El hombre es digno de nuestro amor. Todos los pecadospueden ser perdonados, por lo que podemos sercomprensivos con todas las debilidades y actividades dela carne. Somos pecadores y sabemos lo que eso significa;sin embargo, al mismo tiempo, sabemos que el hombre esprecioso. Hermanos y hermanas, debemos tener presenteque el Señor no murió por los hombres debido a que elloseran muchos. Él dijo que el Buen Pastor dejó a todas lasovejas para buscar a una perdida. En otras palabras, Él novino a buscar y salvar a la oveja perdida porque habíannoventa y nueve; el Buen Pastor vino por una ovejaperdida. Aun si sólo hubiera una persona en el mundo queestuviera perdida, el Señor hubiera venido a la tierra abuscarla. Por supuesto, históricamente todos los hombresnecesitaban la salvación. Pero en cuanto al amor que teníaen Su corazón, Él estaba dispuesto a venir por un solohombre, por una sola oveja perdida. Otro pasaje de laEscritura muestra que el Espíritu Santo no empieza abuscar cuidadosamente porque se le hayan perdido diezmonedas; sino porque se perdió una sola moneda.También, vemos que el padre no esperaba a su pródigoporque todos sus hijos se habían vuelto pródigos; másbien, Él esperó con los brazos abiertos el regreso de un 39hijo pródigo. En las parábolas de Lucas 15, vemos que enSu obra de redención, el Señor estaba dispuesto agastarse libremente para satisfacer la necesidad inclusode una sola alma. Él no esperaba hasta que hubiesenmuchos necesitados para entonces levantarse y empezarSu obra. Esto nos muestra el intenso amor que el Señortiene para el hombre.Hermanos y hermanas, si queremos servir al Señor de unamanera apropiada, tenemos que cultivar un interésgenuino por el hombre. Si no tenemos tal interés, nopodremos hacer mucho, y si hacemos algo, nuestra obraestará muy limitada. Mientras seamos personas limitadas,no tendremos la capacidad para recibir a mucha gente.Además, a menos que tengamos un verdadero interés porel hombre y nuestros corazones sean ensanchados paraver el valor que tiene el ser humano a los ojos de Dios y ellugar que éste ocupa en Su plan, no podremos sondearcabalmente el significado de la redención. Sin este amorpor la humanidad, no podemos pretender que criaturastan débiles y deficientes como nosotros podamos tenerparte en la gran obra de Dios. ¿Cómo alguien puede serusado para salvar almas si no ama a las almas? ¿Cómopodríamos ser usados para salvar a los hombres si no losamamos? Si esta gran carencia de amor por los hombresfuera quitada, muchas otras dificultades con respecto alos hombres se solucionarían. Tal vez nos parezca quealgunas personas son demasiado ignorantes y que otrasson demasiado duras de corazón, pero esta condición no 40debe impedir que las amemos. Si tenemos amor, jamásmenospreciaremos a nadie, y Dios nos conducirá a tomarnuestro lugar como hombres entre todos nuestrossemejantes.Cuando algunos obreros cristianos de las áreas urbanasvan al interior del país a laborar entre campesinos, tienenun desmedido aire de superioridad. Dicha actitud esdespreciable. Nuestro Señor no dijo que el Hijo de Dios nosería servido por los hombres, sino que el Hijo delHombre no sería servido por los hombres. Si hemos de ira predicar el evangelio a cualquier parte, tenemos que ircomo hijo del hombre. Sin embargo, ¡algunos obrerosconsideran que trabajar entre personas sencillas es unaexperiencia humillante! Es correcto humillarse, pero cuánerróneo es pensar que es humillante laborar entrepersonas de clase humilde. Si sentimos que es unahumillación laborar entre personas de poca preparación,eso prueba que no somos lo suficientemente humildes yque nuestra humildad es fabricada, no es natural. Cuandonuestro Señor vino a la tierra, los hombres sólo loconocían como el hijo de María y el hermano de Jacobo,José, Judas y Simón. Ellos sólo lo conocieron como un hijode hombre. Hermanos y hermanas, tenemos que serhombres auténticos. Cuando estemos entre la gente, deninguna manera debemos dar la impresión que somossuperiores a ellos, porque así no debe comportarse uncristiano. Cuando estemos entre nuestros semejantes,debemos tener la actitud de que somos uno más entre 41ellos. No debemos dar la impresión de que estamoscondescendiendo o que estamos haciéndoles un favor alrelacionarnos con ellos. Si hacemos esto, no somos aptospara servir a nadie, y nuestra manera de servir estátotalmente equivocada. Sólo podremos servir a loshombres si nosotros mismos somos hombres. Nuncadebemos dar la impresión de que siempre estamoshumillándonos o que somos personas diferentes. Si otrostienen esa impresión acerca de nosotros, ello demuestraque no somos siervos de Dios. Para servir al Señor,debemos vaciarnos genuinamente de nuestro yo. Sicuando hablamos con personas de menos preparaciónque nosotros, guardamos nuestras distancias, les estamosdando a entender que no somos uno de ellos.No podremos servir a Dios a menos que seamos capacesde humillarnos al nivel mas bajo; jamás debemoscreernos superiores a otros. Ningún hermano ni hermanadebe menospreciar a una persona sólo porque tiene pococonocimiento, pues ambos ocupamos la misma posiciónen la creación, en la redención y en el plan de Dios. Laúnica diferencia entre nosotros y un incrédulo es quenosotros conocemos al Señor. Hermanos y hermanas,nuestra actitud está errada en muchas formas. Tenemosque tornarnos por completo de tal actitud errónea yentender que todos los seres humanos son iguales a losojos de Dios. Nuestro Señor vino a la tierra por todos ycada uno de los hombres. Así que, debemos humillarnos 42por amor de ellos, y nunca clasificar a nadie basándonosen la medida de preparación que posean.Tal vez ustedes digan: "La ignorancia de los hombres nome presenta problemas, pero mi dificultad radica en larelación que puedo tener con personas que sonengañosas, pecaminosas o muy bravas. ¿Cuál debe ser miactitud hacia ellos?". Bueno, sólo debe mirarretrospectivamente a su vida pasada y preguntarse siusted era mejor que ellos antes de que la gracia de Dios loalcanzase ¿Cuánto mejor que ellos sería usted hoy sin lagracia de Dios? ¿Quién lo ha hecho más santo que ellos?Cuando se examina fuera de la gracia se dará cuenta queno hay diferencia entre usted y ellos. ¿Qué nos hacedistintos de ellos aparte de la gracia? Sólo podemosinclinarnos delante de Dios y decir: "Yo soy igual queellos, nada más que un pobre pecador". Sólo la gracia deDios puede enseñarnos a humillarnos hasta tocar el polvoy decir: "Señor, Tú eres el que me ha salvado". La gracianunca nos conducirá a exaltarnos, sino a reconocer quesomos iguales a cualquier persona caída y pecadora. Es lagracia de Dios y no nosotros mismos, la que nos separa deellos. Si lo que tenemos, lo hemos recibido, ¿por qué nosgloriamos como si no lo hubiéramos recibido? Si la graciaes lo único que nos hace diferentes, no tenemos ningunabase para exaltarnos. Así que debemos darle más gracias;debemos pasar tiempo agradeciendo al Señor por lagracia que hemos recibido, que gastar tiempo engloriarnos de nosotros mismos. Debemos entender que a 43los ojos de Dios somos iguales a todos los hombres. Portanto, debemos amarlos, y si tal vez nosotros los rehuimospor sus pecados, aún así debemos salir a verlos con uncorazón ensanchado, movidos por el amor hacia ellos a finde traerlos al Señor.CUATROCiertamente cada siervo de Dios tiene su propiacaracterística y función específica para Dios, pero nodebemos olvidar que, sin importar cuán diferentespuedan ser las funciones de cada uno, todos losverdaderos siervos de Dios son iguales en algo que esfundamental: todos están interesados, intensamenteinteresados, en los hombres. Cuanto más ensanchado seael corazón de un hermano y más interés tenga en los sereshumanos, mayor será su utilidad en las manos de Dios.Hermanos y hermanas, debemos tener un interés por lahumanidad, porque si no lo tenemos sino que más biensomos indiferentes a ellos, ¿cómo podremos predicarlesel evangelio? Nosotros estamos aquí para relacionarnoscon ellos, para ganarlos y salvarlos. Pero si no tenemosningún interés por los hombres, ¿cómo hemos de realizarnuestra labor? Ningún doctor se aleja de sus pacientes, yningún maestro rehuye a sus alumnos. ¡Es extraño quesiendo predicadores del evangelio, al mismo tiempotengamos temor de relacionarnos con la gente! Si hemosde trabajar para el Señor, debemos tener un interés por elhombre. Esto no debe ser algo por obligación, sino por un44verdadero interés en tener contacto y comunicación conellos. No debería ser necesario que alguien nos diga quedebemos relacionarnos o comunicarnos con los hombres.Todo obrero debe sentir en su corazón que el hombre esmuy valioso y precioso. Hermanos y hermanas, debemoscomprender que todos los hombres fueron creados y sonamados por Él. Dios los desea, y dio a Su Hijo unigénitopor ellos con la expectativa de que recibieran Su vida alcreer en Él. La única diferencia entre nosotros y losincrédulos es que nosotros hemos creído en Él. Esta es larazón por la que tenemos que ayudarles a creer. Debemoscultivar un gran interés por ellos. Si hacemos esto, seabrirá ante nosotros un campo ilimitado deoportunidades para servir al Señor, y bajo la misericordiade Dios, llegaremos a ser siervos con los que Él puedacontar.Hermanos y hermanas, para servir al Señor de unamanera apropiada, tenemos que tomar la senda correcta.Debemos tener presente que a los ojos de Dios todostienen un espíritu. En este aspecto todos somos iguales;todos tenemos el mismo rango, porque todos tenemos unalma y un espíritu. Así que, al relacionarnos con cualquierpersona que posea un alma y un espíritu, debemos amarley esforzarnos por servirle. Si hacemos esto, nuestraactitud será muy diferente al encontrarnos con cualquierpersona en la calle. Cuando un hombre recibe lailuminación de Dios para ver que ha sido engendrado porel mismo Padre que sus hermanos, él desarrollará un 45aprecio especial por ellos. Del mismo modo, un obreronecesita ser iluminado para ver que él ha sido creado porel mismo Dios que creó a todos sus semejantes. Taliluminación producirá en él un aprecio distinto por cadaser humano con el que se encuentre. Entre los santos,tenemos el sentir de que somos hermanos y hermanas,pero ahora necesitamos tener una iluminación másintensa para ver que todos somos compañeros entre losseres humanos. Todos los hombres son igualmentevaliosos, queridos y dignos de nuestro servicio. Sitenemos esta actitud, tocaremos las cosas de Diosmientras estamos en la tierra hoy y nos identificaremoscon el mismo sentir que Dios tiene para con lahumanidad, ya que toda Su atención siempre se dirigehacia el hombre. Todos los hombres fueron creados porDios, y de entre ellos podemos rescatar a algunos paraque formen parte de Su iglesia. La meta de Dios es laiglesia, pero la atención de Dios se enfoca en el hombre. Élquiere ganar al hombre. Ningún obrero del Señor puedemenospreciar a ningún hombre, ya que todos poseen unalma y un espíritu, y si lo hacemos, sea en actitud oconducta, somos indignos de ser llamados siervos de Dios.Si queremos servir al Señor de una manera apropiada, nodebemos despreciar a ningún alma; sino aun más,tenemos que aprender a ser siervos de todos los hombres.Tenemos que aprender a servir a todos en todas las cosasy servirlos con un corazón dispuesto.46Muchos tienen el hábito de menospreciar a aquellos queconsideran inferiores a ellos, mientras que adulan a losque estiman mejores que ellos. Es vergonzoso encontrartal actitud entre los obreros de Dios. No debemosmenospreciar a nadie sólo porque nos parezca menos quenosotros en alguna forma. Debemos considerar a loshombres en la posición que Dios les da y valorarlos comoDios los valora. Si no resolvemos este asunto, nopodremos servir a Dios. Comprender lo valioso que es elhombre es un asunto muy importante y que causa muchaalegría. No debemos perder de vista cómo el Señor vino amorir por todos los hombres; si vemos esto, el mismocarácter que le llevó a sufrir tal muerte por los hombres,hallará eco en nosotros, y sentiremos lo mismo que elSeñor siente por ellos y coincidiremos con el Señor en queel hombre merece todo nuestro amor e interés. A menosque experimentemos esto, no podremos identificarnoscon el sentir del Señor ni podremos laborar para Él.