3. Rizos, Logan y las zorras

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Cuando entré nadie pareció sorprenderse, todos ocupaban sus asientos: los nuevos en la fila del frente, las chicas en la segunda y los del equipo de fútbol en la última.La verdad quedaban pocos lugares libres, cerca de la pared y la ventana. Algunos charlaban por medio de notitas de papel o susurros, mientras que otros atendían la explicación de la profesora.

La señorita Rosswell ni siquiera se tomó la molestia de presentarme frente a la clase. Su cabello rojo estaba recogido en un sólido rodete con redecilla. Su rostro era filoso y un tanto pálido, que desentonaba con sus cálidos ojos verdes, no tendría más de cuarenta años y parecía ser nueva en la institución.

-Vennus Cuddyer- dijo con voz amable, mirando su lista de alumnos ausentes- Has llegado quince minutos tarde. Hemos acabado hace cinco minutos con la presentación de nuestros nombres. Ahora ve y siéntate, de seguro ya podrás presentarte en la siguiente hora.

Asentí, en tanto seguía con su explicación de electrones tomé asiento cerca de un chico de rizos, el cual ni se inmutó en mirarme. Por suerte había una gran ventana de mi lado así que me pasé unos diez minutos mirando el paisaje de fuera.

-Bueno chicos, como sabemos el primer día de clase  los profesores no solemos entregar tareas ni pruebas. Pero quiero que sepan que yo soy la excepción- dijo en tono autoritario- Por lo tanto el primer trabajo del año será acerca de la composición de los átomos, químicos que marcaron su huella en la ciencia y una pequeña reflexión personal. Mínimo diez hojas. Pueden hablar de sus personajes: Marie Curie, Pauling, Alfred Nobel...- la verdad es que ni la oía.

Todos los alumnos comenzaron a susurrar entre ellos, con caras quejumbrosas y ánimos por el suelo.

-¡Es una injusticia!- gritó un muchacho de pelo rubio, alto y grande- Por lo menos apiádese de nuestras ebrias almas. Y de esta pobre chica nueva que no sabe con quién interactuar- dijo lo último con una sonrisa en la boca y en los ojos, mirándome fijamente con sus cuencas azules. No pude hacer más que sonreírle y medio agradecerle por casi introducirme a la sociedad.

La clase entera comenzó a reír. Hasta que las profesora los calló golpeando el pizarrón con el pincel.

--Genial, Logan.- dijo en tono burlón- Los trabajos serán entregados el próximo lunes, deberán escoger una pareja. ¡O mejor las escojo yo!- los alumnos estaban por quejarse hasta que habló nuevamente- Es broma, pueden escoger una pareja del sexo opuesto. Nada de compinches ni chicas cotillas juntas ¿Me oyeron?

Miré a mi alrededor y vi que casi todos ya tenían una pareja. Los únicos que parecían no interesarse eran ese chico de pelo rubio, Logan según había llamado la profesora y el de rizos. Ambos estaban ambobados mirando sus teléfonos escondidos bajo sus pupitres.

Me quedé anonadada observando cómo todos ya estaban despreocupados, me sentí un tanto pérdida.  Era raro. Cuddie Cuddyer jamás se sentía así y menos un primer día de clases. Por lo general a esta altura ya estaban publicados varios posts en el chismografo web de Kennedy, sobre mí y mi nuevo novio o sobre mí y mi genial atuendo escogido para un día tan importante. Era la primera vez que un sentimiento así se estancaba en lo profundo de mi mente.

Logan estaba al lado mío, concentrado en mandar la mayor cantidad de SMS que sus dedos pudieran teclear y por otra parte Rizos no paraba de mirar al vacío, como si se le hubiera dicho que su familia estaba de vacaciones y se habían marchado sin él. Opte por seguir mirando mi libro lleno de imágenes sin sentido, con átomos,  electrones, fórmulas y demás cosas aburridísimas. Cuando comencé a analizar de verdad el texto que estaba a un costado acerca de los descubrimientos de Albert Einstein  (si, tampoco era tan mala alumna) una suave respiración a mi costado me sorprendió.

La perspectiva de la zorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora