6. De vuelta al juego

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No había calculado la rapidez con la que el tiempo había trascurrido, sentí un frío inmenso al rozar mis pies por las baldosas del helado balcón. El sol me daba directo en la cara, resplandeciente y tibio, atenuando la brisa matutina que soplaba desde la costa. Debían ser un poco más de las cinco, justo a la hora en la que oía los pasos de Noel caminar por el pasillo del departamento. Analicé mi posición, todo parecía calmo y el ruido de la populosa ciudad costera había empezado a hacerse sentir; el ruido de las motonetas, coches y algún que otro gato maullando. La casa de Luciana estaba justo cerca del muelle, por lo tanto el relajante chapoteo de las olas chocar por la madera me hacía sentir tranquila de alguna forma. Me volteé hacia Logan y mi corazón no pudo evitar enternecerse y romperse al mismo tiempo, recordando lo que habíamos hecho la noche anterior. ¿Cómo pude hacerle eso?

Recuerdo sus labios cálidos sobre los míos, rozándolos con la máxima delicadeza y ternura posible, sus manos que juguetearon con el tirante de mi blusa. Y me recuerdo a mí, envolviendo sus piernas en su cintura, tomando su rostro besándolo con fiereza, hasta que nuestras bocas se cansaron y nuestros cuerpos yacieron uno al lado del otro, con una ardiente brecha pasional que volvía de cuando en cuando y Logan O'Brien me besaba una, dos, tres veces más. Me recuerdo a mí misma, antes de venir a Eggleston, antes de volver a Long Island. Me recuerda a Hunter, a Harry, a Vance y Kathe.

Dios mío, Vennus.

No podía hacerle semejante cosa a mi mejor amigo, aunque estaba bien calmarnos así después de una larga pelea y una reveladora noche. Pero a Logan le gusto y él nunca piensa antes de hacer algo. Es como tirarse de cabeza al mar sin salvavidas, sin bengalas de rescate. A Logan O'Brien le hace falta un poco de razón, ciertamente.

Me debía convertir en la misma persona que era antes, de otra manera, pasaría esa cosa horrible por mi mente de nuevo: enamorarme. Estaba tan bien antes de que alguien como Logan viniera a celar de mí de esa forma, estaba tan bien antes de recibir esos dulces y tiernos besos que nadie en su vida nunca me había ofrecido sin antes preguntar por un polvo, estaba tan bien hasta que el primer día de clases su respiración chocó con mi mejilla y me topé con sus ojos azul cielo y su pelo arenoso alborotado. Estaba tan bien antes de que sus brazos me acogieran haciéndome entrar en calor, estaba tan jodidamente bien cuando Logan O'Brien no era más que el chico que había sido regañado por la señorita Rosswell, enviando textos, sentado al lado de Rizos.

Volví a recostarme a su lado, cubriéndonos con la mantita, lo abracé fuerte y al parecer lo había sentido, pues me contuvo junto a él con sus brazos bronceados y grandes. Lo besé un poco en todas partes: sus ojos, su nariz, su boca, especialmente su boca. Y era tan grande lo que sentía en mi vientre, un revoloteo constante que debía ser eliminado rápido y fríamente. Finalmente despertó depositándome un beso en el cuello.

-Hola, Bobina- dice él, con voz ronca y cansada.

-Bobin- le saludo- Levántate ya, es lunes. Debemos ir a la escuela.

-¿No podemos quedarnos aquí y...?- me intenta convencer.

-Ambos sabemos que eso no volverá a suceder- le contesto- Así que no intentes pedirmelo de nuevo.

-No te entiendo, Vennus- me dice- Un día vienes y me besas hasta que no puedes más y al siguiente ya estás...

-Nunca me comprenderías, O'Brien.- respondo tajante, haciéndole entender que la conversación termina aquí. Me levanto, alisándome la blusa y el pantalón para ir en busca de mi mochila- Mejor ya vámonos, se hace tarde. Sé que Eagle es mi amigo y de seguro nos deja entrar un poco más tarde, Luci y Ray están abajo esperán...

-Vennus te quiero...

Mi mente segrega en mi campo visual de nuevo, como siempre esas imágenes, es algo que no he podido evitar desde que sucedió: la voz de Hunter James, la mirada acusativa de todos sobre mí, especialmente de Noel, Sophie y Johannes. Dios, dios, dios, cada vez es peor, la culpabilidad me ataca como un gladiador al león, la punzada en mi corazón y en el cerebro se vuelve a hacer constante. Siento el frío rodearme al oír esas tres palabras.

La perspectiva de la zorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora