Tres meses.
Y no dabas más.
Todo era tan perfecto que asustaba.
Pero el destino es un verdadero mago.
Digno de destruir en un segundo lo que había creado.
Cada noche llorabas más.
Querías volver a intertarlo otra vez.
Pero ya era la tercera vez.
Y no funcionaba.
Visitas al doctor, visitas al psicólogo.
Pero nadie podía curar tus penas.
Ni siquiera yo.
Hasta que ocurrió.
El llegar temprano del trabajo no me bastó para impedirte a hacerlo.
A cortarte tus muñecas.
¿¡Era necesario?!
No lo entendía.
El encontrarte en medio de un charco rojo yaciente era el punto más cruel e increíble.
Nunca creí que serías capaz de intentar matarnos.
Sí, porque eramos uno, ¿recuerdas?
Esa noche te quedaste internada.
Y yo junto a ti y mi arreglada cámara.
Pero nuevamente, hoy no habría fotografías.