Habían pasado seis meses desde la brutal paliza. Aunque los moretones ya habían desaparecido de su cuerpo y solo quedaban las cicatrices de algunos cortes, su físico se rehusaba a curar internamente. Sus extremidades se rompían en dolor cada vez que eran forzadas. Su pecho parecía ser atravesado por mil agujas cada vez que respiraba profundo. De cualquier modo estaba asombrado de su rápida regeneración, en cuestión de una semana, todas sus heridas habían desaparecido sin una atención médica adecuada. Se permitió recordar. Los dos hoplitas le habían arrastrado hasta su casa, abrieron la puerta y lo tiraron hacia el interior. Cuando se despertó no sabía que día era. Estuvo tres días en reposo. El primero tirado en el suelo, no podía mover ni un dedo ya que el dolor producido era insoportable. En el segundo día, Adara, la joven que llevaba en su vientre aún plano a su hijo, llegó a su morada escoltada por un soldado y trajo consigo alimentos para él.
- Adara... ¿Cómo... cómo es que vienes... a verme...? Yo... maté a tu padre... - la voz de Saeed era apenas audible y pausada, ya no tenía fuerzas para pronunciar las palabras, su garganta estaba demasiado seca, le dolía.
Adara tenía un nudo en la garganta, no fue capaz de soportarlo. Rompió a llorar. Ésto a Saeed le destrozó por dentro, más que los golpes de Fragt. Hacía más de un año que tenían una relación amorosa. No podía verla en ese estado. Cometió todo el esfuerzo que le era posible y colocó su mano sobre la de Adara, en acto reflejo, ella hizo lo mismo y acarició con mucho cuidado y cariño la mano de Saeed.
Era sencillamente hermosa, digna de su nombre. Su cabello suelto; moreno, extenso hasta la zona lumbar. Estaba en perfecta armonía con los rasgos de su rostro. Sus ojos grandes, siempre oscuros como la noche sin Luna; que en honor a la verdad, más de una vez iluminaron su vida. Su pequeña boca con sus labios carnosos, ocultaban detrás la sonrisa más hermosa y perfecta que jamás había visto. Su nariz, ni muy grande, ni muy pequeña, perfecta. Sus orejas... sus cejas. No había nada mal en ella. Su cuerpo estaba bien proporcionado, la envidia de cualquier mujer. Su aura transmitía paz y tranquilidad.
- Tú no lo mataste Saeed. Fue uno de esos malditos salvajes - dijo con un tono de rabia dirigiendo su mirada penetrante al hoplita. El aludido se limitó a sostenerle la mirada con claro grado de indiferencia. Luego, siguió en su posición de estatua - De cualquier manera no lloro su muerte. Era un desgraciado... se lo merecía - añadió secamente - Me golpeaba, a mi y a mi madre cada vez que se le daba la gana. Lloro por ti, por tu estado. No puedo verte así... yo te amo Saeed. No me importa si tienes sangre persa. Eres mucho mejor que cualquier espart... - no pudo seguir, las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos.
Saeed iba a responder, pero la fuerte voz del hoplita no le dejó.
- ¡Silencio! El tiempo se acaba, mejor dale la comida a la escoria - dijo de mala gana.
Nadie pronunció palabra. Adara se encargó de darle la comida, era líquida, de ese modo Saeed debería ejercer menos esfuerzo en comerla. Con muchísimo cuidado lo llevó a la cama. Al terminar, apenas tuvieron tiempo para despedirse, el soldado la tomó por la cintura y se la llevo a rastras. Escuchó como Adara prometió volver todos los días a verle. Al cerrarse la puerta, Saeed dijo:"Te amo" y ya no pudo contener el llanto.
Al tercer día, Adara volvió. Le ayudó a alimentarse y nuevamente fue retirada de la morada por la fuerza. Al cuarto día comenzaron a practicar los primeros movimientos, tan solo durante veinte minutos. Así fue la rutina hasta pasadas dos semanas, cuando Saeed puedo volver a caminar con estabilidad y por si solo. El dolor había cedido en gran medida. Le era posible realizar cosas que hacía una semana atrás no. Amó a Adara con más intensidad que nunca. Deseó que el tiempo pasara rápido para que el bebé nazca y así poder formar la familia que tanto añoraban.
Adara ya contaba con siete meses de embarazo. Pronto, su segundo tesoro llegaría a la vida. De pronto a Saeed se le paralizó el cuerpo. Tanta felicidad compartida con su mujer le había nublado la vista. Si los hoplitas le habían permitido seguir con vida, era porque ellos así lo querían. Tan sólo prolongaron su sufrimiento. Y ahora que viene su hijo en camino... De tan solo pensarlo se le pusieron todos los músculos en tensión.
- Amor ¿Qué sucede? - escuchó una voz tranquila a su espalda.
- En cuanto nazca Tyrons... - Saeed tenía un nudo en la garganta y otro en el estómago, no podía hablar con claridad. El miedo le comía toda esperanza - huye lejos de este poblado. Yo me ocuparé de nuestro hijo.
- Pero...
- ¡Nada de peros! - tomó a Adara por los hombros - ¡Entiende que tu vida está en peligro! Nada me haría más feliz que también te lleves a nuestro hijo, créeme, pero si eso sucede, también irán por tu vida- la abrazó, ella rompió en llanto. Saeed se acercó a su oído - Nada bueno puede resultar de esto, te amo - susurró.
Adara - Nombre femenino griego, significa "Belleza"
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El Arte de la Guerra: Titán.
Ficción históricaEl Arte de la Guerra trata sobre Tyrons, un excelente guerrero apodado "Titán". Hijo de un joven persa capturado desde bebé como esclavo por los saqueadores. Tyrons, conocerá desde muy pequeño la violencia y el uso de la espada, el escudo y de la la...