1#: Mejores amigos

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Tipo: vanilla-kinky
Personajes:
-Originales, no canon (Travesti-dos AU) 
-Gwendolyne + Eric
Punto de vista: primera persona

GWEN

Había llegado tarde a la escuela, otra vez. No había podido dormir bien y, el poco sueño que pude tener, se arruinó con cosas que ni siquiera había logrado descifrar.

Sabía que era normal tener sueños algo eróticos, sí. ¿Pero con chicos? Ni siquiera había estado con uno como para eso. Al contrario de alguien que conocía, por supuesto.

—Llegas tarde —me advirtió mi mejor amigo, mirándome mal.

Sufrí un escalofrío. Traté de poner mi mejor sonrisa para que él aflojara su ceño fruncido, sin éxito. Terminé entonces por rendirme y sentarme a su lado, derrotado por cuarta vez en la semana. O tal vez quinta. Era difícil cuantificar la tortura diaria.

—Dime por favor que aún no toman lista —rogué, devolviéndole el saludo con la mano a otros compañeros—. O que nada mágico pasó.

Eric me observó por unos segundos, analizándome. Sabía que él tenía aquella costumbre de examinar hasta el último detalle, callado, pero nunca me terminaba de acostumbrar a eso. Sus ojos celestes —con una mezcla de verde, ¿quizás? — me juzgaron por aquel pequeño rato que le pareció una eternidad. Luego de hacer su veredicto, por fin, desvió la mirada.

—El profesor no vino —mencionó—. Te apresuraste sin necesidad. ¿Olvidaste que había paro hoy?

Apreté los labios, sin decir palabra alguna al respecto. ¿En serio tenía tanta mala suerte como para ni siquiera poder peinarme y que el desgraciado del profesor no se hiciera presente?

Entendía que estaba luchando por sus derechos, pero mínimo pudo avisar por email o por algún medio que no teníamos clase. Aunque había altas probabilidades de que lo hubiera hecho y, gracias a mi hermoso problema de distracción, no lo leí.

Apoyé los codos sobre la mesa, para después llevar las manos a mi rostro, tapándomelo. No podía creerlo. Podía haber seguido durmiendo.

—No. La vida me detesta —me quejé—. ¿Para qué vine, entonces? Ya comprendo por qué el aula está tan vacía. O, mejor dicho, la escuela. ¿Los demás se fueron?

—Probablemente. Solo dejaron ir a los que tienen permiso.

Me quité las manos por un momento y me mordí el labio, pensativo. Eric parecía en su propio mundo leyendo algo sobre cultura, por lo que no me prestaría atención en todo el día. Bueno, a decir verdad, nunca lo hacía.

Desde que había llegado a la ciudad, el maldito rubio ni siquiera me hablaba tanto a menos que fueran cosas que le emocionaban a él.

¿Cómo iba a hacer para no aburrirme ahora?

No había traído ningún libro y tampoco tenía tantas ganas de ir a mi casa. Y aunque quisiera... no contaba con el permiso para hacerlo. Aún me faltaba un mes para ser mayor de edad.

—¿Por qué no te has ido? —consulté curioso—. Tú sí tienes dieciocho. Sí tienes permiso.

Eric quitó la mirada de las hojas que leía, suspirando. Se notaba de sobra que la poca paciencia que me tenía se estaba desvaneciendo. Bastante irónico, puesto que solo habían pasado pocos minutos desde mi presencia. Esperaba que no se hubiera levantado de malhumor.

Por suerte aquel me tenía suficiente pena y cariño como para darme los pocos gramos de atención que necesitaba en mi vida diaria.

—Me da pereza ir a casa.

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