Al llegar a la ciudad, me dirigí a dejarlas en dónde viviría, llamé a mis padres y les comenté que todo, hasta el momento, iba bien.
Busqué a Luisa, según la dirección que me había dado, toqué el timbre un par de veces pero nunca hubo respuesta, camine por la cuadra, y decidí tomar un café para matar un poco el tiempo y protegerme de aquella estúpida lluvia que me había dejado la sudadera empapada, tras dos minutos de haber pedido el café me lo llevaron hasta mi lugar, donde yo hojeaba los libros, revistas y periódicos que tenía a la mano. Luego de haber elegido por fin un libro, mire al reloj para notar que ya me había llevado hora y media en esa cafetería, debía volver a buscar a Luisa a su domicilio.
Me acerqué al mostrador y pregunté por la cuenta, y cuando sacaba unas monedas de mi bolsillo, por el rabillo del ojo, pude ver pasar a Luisa con un hombre, quien supuse, era su padre. Me apresure a pagar y salí corriendo tras Luisa. Vi aquel hermoso cabello, y al llegar corriendo tras ella e intentar tocarle el hombro, fui recibido con un empujón, y una amenaza de llamar a la policía, pues creían, que por mi precipitación, pretendía robarles. Yo solo, levanté las manos, y pedí disculpas, a Luisa que se mantenía abrazada a su padre con la cara en su pecho. Cuando ella por fin, se despegó de su padre y me volteo a ver, descubrí con gran vergüenza y decepción que la había confundido con otra chica. Ella no era Luisa. Me disculpé de nuevo y me alejé de inmediato, pase fuera del domicilio de Luisa, pero no había señales de vida visibles.
Decidí regresar a casa de mis familiares y ordenar un poco mis cosas, ya mañana saldría a buscar a Luisa de nuevo, por lo tanto, le enviaba mensajes mencionando, cuanto la extrañaba y mis deseos de verla de nuevo. Pero quería seguir manteniendo la sorpresa de llegar a verla cuando ella menos lo esperaba.
A la mañana siguiente, salí a buscar a Luisa de nuevo, esta vez insistí que me dijera sus planes, para que así, yo pudiese llegar a donde ella estuviera y darle una grata sorpresa. Ella me comentó que iría a un museo que se encontraba muy cerca de su casa, el museo de "La victoria de la época contemporánea", una galería en la que las imagenes, los cuadros y los audios, allí exhibidos, reflejaban, según el punto de vista del artista, lo que significa sobrevivir a las necesidades nuevas del día a día, y de la busqueda de la trascendencia de los actos, en una época intrascendible, donde todo es cada vez más efímero, donde hay una explosión de creatividad, que pone fecha de caducidad al arte. Esa es la visión, al menos, que yo podía percibir en aquella exposición. Donde esperanzado y con el corazón en la mano, esperaba sorprender a Luisa.
De nuevo, no la encontré. Una ligera sensación de fracaso recorrió mi cuerpo, pero me antepuse a ello, y decidí ir a su casa.
Cuando caminaba segun la dirección que me había dado, mis latidos se aceleraron y los colores cobraron sentido cuando la vi, parada en aquella esquina, esperando el momento de cruzar la calle. Caminé tan rápido como pude para evitar que me sucediera lo mismo que la vez pasada, y esta vez no llevarme la sorpresa yo.
Justo cuando ponía un pie sobre la calle para cruzarla, apoyé mi mano sobre su hombro, ella en el acto, volteó y seguido a una mirada de extrañeza, siguió un grito que me puso el estómago blandito, la abrace y la bese con tantas ganas, que se me olvido que podriamos correr peligro al estar bajo la acera, con aquellos autos pasando a solo unos centímetros de nosotros.
Le invité a tomar un café, fuimos a la cafetería que había visitado el día anterior. La venderora, en simpatía hacía mi agradable compañía, nos regaló un par de rebanadas de pastel de limón con helado de vainilla para acompañar, estuvimos platicando sobre todo lo que habiamos hecho en ese tiempo que no nos vimos, me reiteró su sorpresa al verme aquí, con ella, de todo lo que nos quedaba por delante en una nueva ciudad.
Había cosas que no le podía mencionar en ese momento, pues la idea de seguirla fue tan repentina, que no me detuve a considerar qué haría para mantenerme, tenía que encontrar un trabajo lo más pronto posible. Me quedé con ella esa noche, por supuesto, yo en la sala. Quería darle su tiempo, qué fuese especial, pues sería la primera vez.
En los días siguientes me dispuse a elaborar solicitudes de empleo para ir a entregarlas a casi cualquier lugar medianamente interesante, o al menos que me ofreciera algún pago que me bastara. Encontré entre las opciones un Restaurante, una cafetería y un bar.
En el restaurante, sería lavaloza, cuando entraba para recorrer el lugar, me percaté que tenía la cocina más implecable que jamás haya visto, el chef, de unos 23 años, me miró celosamente mientras husmeaba en su cocina, fue interesante pues, durante el día, alcanzaba a observarle hacer un excelente trabajo tanto dirigiendo como elaborando los platillos, su cocina junto con los otros cocineros, eran un reloj que funcionaba de manera minuciosa. Desafortunadamente, la gran demanda del restaurante provocaba que se produjecen más trastes sucios, trastes que yo habría de lavar, tal era la presión de mi lentitud en lavar los trastes que atrazaba incluso las labores en la cocina por falta de material. El chef, viéndome desesperado por no lavar los trastes con suficiente velocidad, se acercó a mi y me ayudo, ayudándome a no atrazar tanto las labores. Cuando terminó mi turno, el chef fue a buscar al gerente, le dijo unas palabras al oído, el gerente se acercó a mi, y me despidió ese mismo día.
En la cafetería las cosas fueron un poco más relajadas, ahí estuve a cargo de cobrar y de limpiar, tenía un par de compañeros de trabajo, una era una mujer de una temprana tercera edad, ella estaba a cargo de los pasteles, que le quedaban deliciosos, pero una actitud aspera, ella había estado cobrando, hasta que un día tuvo una discusión con un cliente, al que dejó perplejo por tan florido lenguaje, esa dama era más ácida que un limón y al mismo tiempo la más dulce margarita. Mi otro compañero era el encargado general de la cafetería, era el hijo del dueño, era muy bueno distribuyendo las tareas de la cafetería, tanto que él, así ya no tendría que hacer nada. En fin, yo hablaba con los dos por igual. Hasta que 2 semanas después llegó una chica de hermosa figura, cabello rojo, y mirada seductora, le entregó una hoja a David (hijo del dueño) y en seguida se metieron en la cocina.
Una vez que salieron, David se acercó a mí y me dijo que mi vacante había sido ocupada, que obtendría una generosa liquidación si no armaba algún lio legal por despido injustificado. Fui a despedirme de Mari, mi adorable compañera de trabajo, prometí volver en algún momento a tomarme un té con ella.
Así fue que tomé mi tercera opción, trabajar en el bar.Cuando trabajaba en el restaurante o en la cafeteria, trabajaba a partir de mediodía y salía a las 11pm, por lo que por lo general podía ir a almorzar con Luisa y ocasionalmente me quedaba en su casa tras ir a trabajar y que ella llegaba del instituto. Habría pasado ya alrededor de un mes desde que esta aventura inició con tanta locura. Al fin ya estaría finalizando su curso de introducción a la universidad, para ser oficialmente universitaria, una ingeniero en proceso de realización. Pero también sus tiempos cambiarían, los míos también y sería muy complicado continuar viéndonos.
Entre a trabajar al bar y no fue tan malo como pensé que sería, en realidad era muy agradable, pues la música que ahí ponían era completamente de mi agrado, los clientes del lugar eran, prácticamente seleccionados, pues todos tenían una forma muy peculiar de ser, ninguno llevaba malas vibras y cuando alguien llegaba algo susceptible, de inmediato algun otro cliente se acercaba a sacarle una sonrisa. Mis compañeros de trabajo, eran una chica de unos 26 años (Iris), de cabello oscuro, ojos claros y un cuerpo renacentista, relleno pero con delicados y bellos contornos. Un chico de 24 años (Jorge), que por su cuerpo parecía tener más edad, pero con una actitud bastante consciente, una montaña de músculos con un interior sensible. Y el dueño del bar (Rogelio, Roger), ocasionalmente abría el bar con nosotros, a las 6 pm, nos ayudaba a limpiar, por lo general siempre era muy amable, aunque algo serio.
Una noche pedí permiso para no asistir al empleo, pues era el día especial con Luisa. Me salí de mi turno a las 9:30 aproximadamente y tomé un taxi que me llevara hasta la facultad de Luisa.
Me tomó aproximadamente 27 minutos llegar, bajé del taxi y en seguida fui a buscar a Luisa a su salón, justo cuando subía por las escaleras, una pareja daba una vuelta desde el pasillo, la chica sonrío tan especial, que pude sentir su amor al mirarla. Y yo pensaba más en Luisa. Al girar por el pasillo, y aproximarme al salón, desde la segunda planta, pude observar, en el patio a Luisa, quien sostenía sus brazos en el cuello de otro chico.
De inmediato baje a verla para sorprenderla. Pero, noté que su acompañante no era un simple amigo, sino, que había algo más, pues llevaba rato con sus manos en el cuello de su amigo, por lo que me acerqué para comprobar que efectivamente, Luisa estaba besándole.
Sentí rabia en mi interior, por lo que me acerqué y como si fuese jugar de Futbol americano, le derribé al piso para soltarle un golpe, en la cara, mientras él solo intentaba protegerse. Al reaccionar a los gritos de Luisa de que le dejase, me levante de un salto y le vi, frente a frente, pues quería que me dijera qué sucedía.
Ella solo lloraba y me decía que lo sentía, sin embargo, estoy seguro que no sentía nada en absoluto. Algo dentro de mí se liberó cuando ella me pedía libertad. Pues quería ver qué sucedía con él, quería tiempo para decidir con quién estar.
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El cautiverio
RomansaSi las mujeres son complicadas, en cierto sentido, esa misma dificultad para comprenderlas se deriva de la extensa volatilidad de sus emociones, pensamientos e ideas. Pues parece ser que su cognición está planeada, aunque superficialmente, de form...