CAP5. A normal day

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Entré por la puerta. Se respiraba un aire siniestro que entumecía mis manos. Ah, no... era por Andrea...

Los chicos que teníamos alrededor no nos miraron con gusto ni ganas, siguiendo a sus asuntos personales como si la vida les fuera en ello (el chico del cuchillo era una prueba de ello)

Los dos nos resignamos y buscamos nuestros nombres en el tablón con papeles semipegados con celo (de una forma muy simple) donde todo alumno tenía su respectiva clase. Suspiré. Había encontrado mi clase.

Bueno... mejor dicho NUESTRA clase...

-¿Dónde estoy? No me encuentro... -contestaba ella histérica mientras observaba los papeles con mucha prisa.

-Tranquila, ni que la vida te fuera en ello...

-Esta mañana parecía que la vida te fuera en meterme tu...

-Calla -susurré lentamente -tú y yo somos novios, pero al menos no digas que vamos dándolo todo por ahí.

-¿Puedo alardear de tí?

-¿Alardear de mí? Supongo que si... Pero no a los...

-ATENCIÓN, TENGO NOVIO Y SE LLAMA...

-NO A LOS CUATRO VIENTOS -contesté susurrando de forma muy violenta -LA PARED NO NECESITA SABER NADA

-Ah, vale... entonces se lo diré a todos

-No lo cuentes a todo bicho viviente -terminé hablando normal mientras me frotaba la coronilla -somos novios, pero no digas nada que llegue más allá, ¿ok?

-Está bien... -contestó poniendo morritos

-Bueno, estamos en B

-¿En B?

-Sip -contesté asintiendo

-Pues vamos allá -dijo con alegría (irónico, ya que era para empezar las clases) -¿sabes dónde es?

-Lo sé, asi que sígueme. Fuí a visitar las clases un mes antes de las clases aproximadamente.

Atravesamos juntos el instituto, a través del primer pasillo a la derecha, donde se encontraba bachillerato. El cartel de 2ºB que se veía encima de la puerta (si, encima, no sé porque) indicaba la clase claramente.

Era una clase medianamente espaciosa, con espacio para 20 alumnos probablemente (había 18 pupitres, así que el cálculo fue preciso y eficaz)
En ella se encontraban alrededor de siete chicos y chicas. Al entrar, una vocecilla con un acento que me resultaba familiar que salía del móvil me hizo estremecerme
-¿No sereis... Otakus, verdad? -contesté apoyándome en la puerta
-¿Por qué dices eso? -me contestó uno de los chicos
-Porque estais viendo one piece, los siete, super-emocionados por el combate (que es una pasada)
-Ejem... Bueno... -contestó el mismo
-No os preocupeis -contesté sonriendo mientras me acercaba a ellos -nosotros también lo somos, nos entendemos, ¿veis?
Saqué el móvil y enseñé la pantalla de bloqueo, cuya imagen de una página del manga de bleach. Andrea también lo hizo, mostrando una imagen de fairy tail.
-Nos alegramos de que seais otakus como nosotros, pero no es sencillo serlo aquí porque...
-Te miran raro, e incluso hay peleas. Lo sé -terminé
Un sonido estridente que perfectamente podría compararse con una canción de los 90 retumbó en la habitación: la campana había hecho acto de presencia.
-Hora de buscar sitio -dijo uno de los chicos -si quiereis, nos ponemos cerca de vosotros
-Es una buena idea -contesté sonriendo
Las chicas al lado del chico que me estaba hablando contestaron con una sonrisa
-Esa chica, que será tu novia, se viene con nosotras -dijeron mientras se la llevaban a la fuerza a una mesa al otro lado.
Suspiré mientras la veía siendo arrastrada
Empecé a hablar con los chicos de una forma normal, algo no muy habitual en mí, debido a mi timidez (a veces estúpida, admito)
-¿Cómo os llamais? -pregunté mientras escogía un sitio a la derecha (justo donde se veía la ventana)
-Yo soy Imanol -contestó el chico dueño del móvil, que se colocó detrás
-Yo soy Pablo -contestó otro, que se colocó delante mía
-Yo... Samu -contestó el tercer chico, sentándose en el pupitre al lado de pablo.
-Encantado -contesté aguantando tensión y nervios mientras intentaba evitar mi habitual tembleque -Soy Alejandro, pero todo el mundo me llama Márquez
-¿Márquez? -preguntó Imanol
-Si, apellido -contesté
-Mirad, las chicas se han colocado en la fila de en medio, menos tu novia, que se acerca...
-Mi... -hablé a la vocecilla de detrás mía
-Alex... ¿Me puedo poner aquí? -Contestó Andrea sonrojada
-Claro, ningún problema -contesté mientras veía como se colocaba en el pupitre a mi derecha -No te molestes si hablamos de ese tipo de cosas
-Ya... Si ya lo sé que tú estás muy salido
-¿¡Salido?! -contesté evitando alzar la voz demasiado, mientras los tres observaban atentamente nuestra conversación sin mostrar rostro de interés, para disimular -¿Te recuerdo lo de esta mañana?
Los chicos se miraban mientras se preguntaban:
-¿Esta mañana? ¿Qué habrán hecho?
-Chicos, primera regla
-¿Qué? ¿Regla, Márquez?
-Si, pensad mal. Todas o gran parte de mis acciones es por pensar mal, así que no escatimeis en gastos a la hora de pensar a lo guarro.
-¿En serio? ¿De verdad?
-Por fin... -habló Imanol -por fin alguien nos comprende...
Un segundo timbre interrumpió nuestra conversación, y nos sentamos todos. Primera hora.
Observé por la ventana mientras los chicos preguntaban cosas a Andrea, que se escuchaban muy bien por muy bajo que intentaran bajar su voz. El cielo era azul. Pero... Un azul distinto. Esa tonalidad de azul no era muy común en el cielo. Era como un azul verdoso. Las nubes que acechaban al sol no cumplían su labor de inundar la tierra, ni de molestar los rayos solares que se agradecen en esta época del año; estaban simplemente de forma decorativa. Al cabo de unos segundos observando el paisaje, un montón de pájaros (que aparecieron de la nada, probablemente de detrás del colegio) se alejaban lentamente hacia el horizonte. Contemplé el paisaje mientras hacía una foto. Observé el móvil exitosamente, y me dispuse a dejarlo en silencio.
Una notificación entrante apareció mientras modificaba esos ajustes de sonido de mi teléfono. Un whatsapp de Andrea.
Me dí cuenta de que la notificación era reincidente, así que me dispuse a leer los mensajes que ella me envió la pasada noche y esta mañana.
Refugié el móvil discretamente para evitar posibles cotillas. 8 mensajes.
Pulsé en el contacto y se abrió la pantalla de mensajes.
Una serie de fotos mientras ella mostraba sus partes más íntimas y debajo de cada foto una descripción sugerente (o, al menos intentar serlo) de que acción estaba realizando.
Pero una de ellas estaba muy oscura, no la veía bien. Así que subí el brillo de la pantalla al máximo, buscando una respuesta que parecía evidente a una foto guarra de mi novia. Pero... No solo estaba mi novia... Estaba yo... O más bien dicho... Una parte específica de mí. Sobran los detalles.
Esta chica era muy salida... Demasiado para mi gusto. Es cierto que antes de que me fuese no era una santa, pero no iba haciendo fotos de carácter tan... Sexual.
Es cierto que es muy guapa, y más de un chico soñaría con el hecho de tener una novia como ella (y estoy seguro que yo también lo haría)
Pero... Aunque era muy guapa, también lo tenía de salidorra...
¿Por qué una amiga de la infancia tenía que convertirse en una chica provocativa? Y encima... ¡Ser mi novia!
-Alejandro
Me cago en... Ya estoy pensando en estupideces...
-Alejandro
¿Realmente me va a ser útil estar con ella?
-¡Alex!
Del sobresalto me caí de la silla. Observé a mi alrededor, no había nadie más que una chica, una de las que estaba viendo el anime.
-Hoy toca correr, así que levántate
-¿Correr? ¿No es el primer día?
-Es la evaluación inicial.
Se oye un pitido de fondo y unos gritos dando prisa
-Vamos, hay que correr
-Encantado
Atravesé el pasillo hasta la puerta principal, y me dirigí hacia la puerta al extremo de esta, donde se encontraba el patio.
-¿Estas lista? -pregunté
-¿Lista?
-Claro, para correr.
-Siempre lo estoy
-Suena bien, a ver si nos podemos divertir en la pista.
-Claro
Dí un paso y abrí la puerta pero ella me agarró del otro brazo
-Soy... Lucía...
-Lucia... Encantado. -saludé amablemente -vamos a pasarlo bien ahí fuera, y supongo que no necesito presentación
-Tu novia ya nos ha dicho sobre ti -comentó -eres un poco extraño.
-¿Extraño?
-Si, eres... Especial
Sin motivo aparente, escuché un pitido que procedía del profesor. Un gesto indicando hacia la pista de arena indicaba que había que correr en ella.
-Siete vueltas hay que hacer en esta pista. Quien aguante en esta pista durante diez minutos y haga esas siete vueltas, tendrá un 10 en la evaluación.
-¿¡En serio?! -grité al profesor -¿¡Una carrera de resistencia determina un 10?!
El profesor me respondió
-No, perdón. No es en la evaluación, es en el curso -terminó mientras señalaba la pista.
Nos colocamos la clase en la linea de salida, 2100 metros en 10 minutos... Suena a reto. Y me gustan los retos.
Miré a Lucía, a mi derecha y a Andrea, que parecía preparada para intentarlo. Observé la psita que iba a albergar mi gran hazaña. Las dos de repente me miraron a mí, que tenía una sonrisa y estaba ligeramente agachado. Me sentía preparado para darlo todo. Iba a conseguir ese 10 como fuera.
Escuché un pitido y antes de darme cuenta, mis piernas estaban empezando a retorcerse hacia delante, mostrándome las ganas de mi propio cuerpo de avanzar. Una décima de segundo después (aproximadamente, porque soy incapaz de contar algo menos que segundos) ya estaba corriendo, en primer lugar, hacia mi futuro y esperado 10.
Avancé a un ritmo normal para mi durante los primeros 600 metros, que coincidía justo con la segunda vuelta. Observé atrás. Las dos chicas seguían ahí, algo más cansadas que yo (se distinguía su cansancio en su rostro)
Decidí recuperar un poco y bajé el ritmo hasta llegar donde estaban corriendo.
-Hola, chicas -hablé como si no estuviera corriendo -¿Qué tal el día?
-No... Estás... Cansado...? -Oí
-No -respondí sonriente -es más, este ritmo es muy bajo. Así que sí me disculpais...
Recuperé el ritmo anterior y hice otras dos vueltas. Me faltaban 3 minutos para tres vueltas.
Sabiendo lo que me jugaba, utilicé todo el sprint que albergaban mis piernas, desgarrándome los cuádriceps a medida que íba recorriendo distancia. Hice un tiempo record (500m en 1'30'') para mí y me esforcé al máximo. Iba a dar el sprint final. Y ahí iba... Ahí... Ahí...
Mierda... No tenía sprint
Había desgastado tanto mi delgado cuerpo que mis músculos me hacían retorcerme de dolor en cada zancada. Pero no era momento de lamentos. Sólo debo correr. Es lo único que debo. Rebasar mi límite. Hacer lo que nunca me gusta hacer. Correr tan rápido y con tanto cansancio que fácilmente llegaría a mi autodestrucción. Era arriesgado, ya que probablemente me haría una fisura, o algo peor. Pero no es momento de ser miedica. No es momento de pensar. Agarré mis gafas y las saqué de mi cara, guardándomelas en el bolsillo. (Acción que consideraron rara los demás) *Es la hora de la autodestrucción*
Mi cansancio se desvaneció de repente, mostrándome mi verdadero potencial. Era rápido, no paraba de rebasar a gente mientras subía el ritmo a cada paso que daba.
Recta final. Era el momento. Miré mi reloj mientras corría. Me faltaban 10 segundos. 10 segundos insignificantes para 100 metros. Sabía que este ritmo no lo podía aguantar mucho más.
?
¿Qué es esto?...¿Sangre?
Crucé la línea de meta. Lo conseguí. (E increiblemente estas dos también) Sonreí. Me sentía bien, realizado, cansado, débil...

A normal dayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora