Prólogo

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"The End" sonaba de fondo en la habitación. El clásico de The Doors daba el toque final al sórdido escenario que se iba desarrollando. Jim tenía la mente divagando en mil lugares a la vez, sus ojos estaban totalmente rojos producto del llanto incontrolable que lo azotó unos 20 minutos atrás. La habitación estaba sucia, botellas de licor en el piso, cenizas de cigarro y hierba, un espejo con su documento de identidad y dos gramos de cocaína dividida en delgadas líneas descansaban al lado de sus pies. Él estaba sentado en el suelo con la espalda apoyada en la cama.

De repente, algo lo sacó del sueño vívido que estaba teniendo, alzó la cabeza instintivamente buscando, sin saber exactamente qué. Al fijarse, vio a una mujer echada sobre la cama. Él comenzó a reír sin motivo aparente, se levantó y con mucha calma giró la cabeza de la muchacha, esta tenía una pequeña línea de sangre saliendo de la boca y restos de vómito alrededor de sus labios. La cara pálida y los párpados amoratados le daban una imagen tétrica. Estaba muerta hace horas. Jim se arrodilló frente a ella y comenzó a acariciarle la frente mientras tarareaba la canción de fondo.

Estuvo así por un tiempo, luego volvió a suposición original y tomó la cocaína del piso; se metió dos líneas, una en cada fosa; perdió su mirada en la pizarra acrílica que colgaba en una de las paredes de la habitación. Ahí había un diagrama, muchos sentimientos, acciones y pensamientos llevaban diferentes caminos, todos ellos guiaban a una palabra resaltada en rojo, azul y negro: "Soledad".    


"Soledad"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora