Cuarto Corte: "Intromisión"

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Él no opuso resistencia, se dejó guiar por aquella cálida voz que lo llevaba a tiempos mejores, tiempos tranquilos donde la soledad era un concepto agradable. Ana lo levantó y lo llevó al baño, encendió la ducha, lo desnudó, le dio jabón e hizo que se "medio aseara".


Jim reaccionaba como un autómata, sólo emitía leves quejidos. Esta reacción era provocada no solo por el inmenso cariño y ternura hacia Ana, sino porque su mente divagaba, no tenía conciencia de lo que pasaba durante gran parte del tiempo en que Ana llegó a socorrerlo.


Por ejemplo, luego del baño se vio en la cama con Ana poniéndole un desteñido pijama. Luego hubo un espacio en blanco en su memoria y la escena se reanudó con Ana acariciando su cabello mientras unos fuertes escalofríos azotaban su cuerpo al punto de hacerlo temblar. Un nuevo espacio. En el siguiente momento de lucidez, vio a Ana entrar a la habitación con una gran taza amarilla que tenía una cara burlona en un costado, ella lo obligó a beber con dificultad, Jim creyó que era café pero no estaba seguro. Volvió a desmayarse.


No mucho tiempo después el sonido de golpes y madera lo despertó. Tardó un poco en comprender que estaba pasando. Ana estaba rebuscando en sus cajones y tenía una gran bolsa negra en la mano, Jim reaccionó luego de un rato y salió de su cama con sorprendente agilidad para quitarle la bolsa a Ana con cierta violencia. Ella lo dejó hacer. Jim revisó la bolsa y encontró todos los paquetes de cocaína y marihuana que había comprado, ella lo miró con compasión.


- ¿Qué-diablos-haces? Preguntó Jim con mucha tos entre palabras.


- Te ayudo – respondió Ana.


Jim miró al suelo, luego miró a Ana y se acercó tomándola de los hombros y llevándola hacia la puerta con la mayor delicadeza que podía ordenar a sus torpes manos.


- No necesito tu ayuda – dijo Jim con un tono nada convincente.


- Si la necesitas, necesitas mucha ayuda – respondió Ana con calma.


- Sé lo que hago – sentenció Jim a la vez que regresaba a su posición en la cama, no sin antes poner "End of The Night" en la computadora, mientras ella se quedaba junto a la puerta.


- Déjame ayudarte, por favor – dijo Ana aún serena.


Jim se sentó en la cama cruzando las piernas, apoyó su espalda contra la pared.


- Jim, mírate. Mira como estas viviendo ¿Estás cómodo así?


- No, pero ese es mi problema – Jim desvió la mirada hacia la pared.


- No, tu problema ni siquiera es creer que no necesitas ayuda porque sé que lo sabes, que sabes muy bien tu situación, pero no te interesa cambiarla.


- Si no me interesa cambiarla es mi problema Ana... me gusta estar así, es la única forma en la que puedo seguir levantándome en las mañanas.


- Hay muchas razones por las cuales levantarse en las mañanas – respondió Ana mientras se acercaba lentamente hacia él – una de ellas es la vida misma.

"Soledad"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora