Sexto Corte: "Soledad"

38 3 1
                                    

Jim despertó. Ana estaba durmiendo recostada en sus piernas. El sol ya invadía la habitación. Seguían desnudos. La rata en la cabeza de Jim comenzaba su largo recorrido abriéndose paso lentamente a través de sus sesos. Vió un cigarro a medio acabar, lo tomó procurando hacer el menor ruido posible. Aspiró profundamente mientras disfrutaba unos segundos de total silencio, sólo las aves madrugadoras irrumpían armónicamente. Jim abandonó su cuerpo un instante, por ese momento, la felicidad no fue química, fue real.


Minutos después un brusco movimiento en sus piernas lo devolvió a la realidad, bajó los ojos y vio a Ana con fuertes temblores, convulsiones. Un súbito ataque de risa invadió su cuerpo, pero su mente se hundía en gritos ahogados. Trató de moverse lo menos posible al colocarla en el piso e ir hacia el cajón bajo su cama. Ana se golpeaba contra el frío del suelo una y otra vez. Jim sacó un par de medias hechas bola y las puso en la boca de Ana para que esta no se mordiera la lengua, el ataque de risa no cesaba. Se sintió como basura por eso. Levantó a Ana como pudo y la acostó torpemente en la cama, mientras poco a poco su conciencia iba desvaneciéndose y su risa se transformaba en un llanto infantil.


(...)


"The End" seguía su tranquila melodía, inundaba cada centímetro de la fría habitación. Jim tomaba un gran trago de tequila mientras sus ojos hinchados recorrían cada línea de su pizarra. "Soledad" era la palabra que lo golpeaba una y otra vez con la voz de la mujer que había arrastrado al averno, "Soledad" era la palabra que perforaba su alma en silencio, "Soledad" era aquella rata que se habría paso entre recuerdos y sesos.


Fueron largos minutos de silencio mientras la noche iba siendo solo un recuerdo esfumado en el último trago de alcohol. Jim giró lentamente la cabeza y miró hacia la ventana, su mente comenzaba aclararse; la realidad iba tomando su tiránica forma.


Los "¿Qué hice?" y "Puta madre" fueron apareciendo. Primero en pequeños susurros, luego en fuertes gritos y por último en tristes y dolorosos lamentos. Aquella bella mujer había dejado este mundo entre poderosas convulsiones y charcos de sangre y vómito. Jim comenzó a comprender todo lo que había pasado en su "ausencia" y esto lo iba destrozando poco a poco, la rata en su cerebro comenzaba a salir a la superficie.


Para cuando su mente se aclaró al cien por ciento, se encontraba con las manos en la nuca, dando vueltas en círculos alrededor de la habitación. Las aves anunciaban las primeras horas del día. Jim se detuvo, miró el cadáver de su compañera, movió la vista hacia el escritorio de en frente y se fijó en el poco de coca que había desparramada. Dudo un momento. Avanzó presuroso hacia el polvo blanco y lo aspiró antes que le diera tiempo de pensarlo.


Procurando no dejar a su mente aclararse, comenzó a recoger la basura del piso y llenar todo en bolsas negras de regular tamaño. Recogió ceniza, polvo, trozos de lapiceros y frutas; además de montones de botellas desperdigadas a lo largo de la habitación.


Dejó las bolsas a unas cuadras de su casa, las calles aún se encontraban relativamente desiertas, Jim se fijó en que nadie lo mirara con sospecha, su pinta no podría ser buena luego de tanto tiempo encerrado. Volvió a la casa y fue directamente al baño, se dio un largo vistazo en el espejo, abrió el caño, se lavó el rostro y los brazos lo mejor que pudo.


Al volver a la habitación se detuvo a observar el cuerpo un momento, no pensaba en nada. De repente un súbito ataque de pánico lo invadió y se desmoronó en sollozos, su respiración marcaba una acelerada taquicardia. "Perdóname..." se lograba entender entre aquella estampida de balbuceos, "lo siento Ana" fue lo último que pudo decir antes de darse una fuerte serie de bofetones mientras recuperaba la calma.


Se levantó, respiro profundamente, devolvió la mirada hacia el cuerpo. Usó la sábana sobre donde estaba para envolverla con toda la delicadeza que pudo. Aunque no pronunció queja alguna, sus ojos seguían gritando en lágrimas.


Sacó una mochila y comenzó a llenar algo de ropa, sus documentos básicos, cargadores, algunas películas y lo que quedaba de coca. Puso la mochila a su hombro y revisó todo con apuro, no importaba si olvidaba algo, no pensaba llegar muy lejos de todos modos. Se detuvo un momento a observar aquel cuerpo inerte dentro de una sábana azul, simulando ser un simple bulto contra la pared. Antes de tener un nuevo ataque se puso un gorro con visera y salió.


Recorrió toda la casa en su breve camino a lacalle. Todo le parecía extraño: su piso, sus muebles, sus luces, su basura,todo. Se esforzaba por no pensar demasiado en la situación. Llegó a la puerta y la abrió. Miró hacia dentro de la casa antes de cerrar. Luego, por solo un segundo, se sintió nuevamente en pánico, todos los sentimientos retenidos pudieron dar un último grito desesperado a través de sus ojos, formando una mirada descorazonadora que, aunque breve, mostró todo el peso emocional que cargaría por el resto de sus días. Dio la espalda a sus recuerdos, cerró la puerta y fue a la estación de buses a las afueras de la ciudad. 

Nunca volvió a mirar atrás.


"Soledad"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora