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No me vengas a hablar de heridas,
como si tuvieses la carrera
de cicatrices internas,
como si te hicieses la mínima idea
de lo que duele un tatuaje a carne viva en el corazón,
no me vengas a decir que si las hostias blablabla,
que ya nos conocemos,
no me des clases de como salvarme de cada caída,
ni a reprocharme que si me caí
fue porque yo quise,
porque claro que sí,
tienes razón,
no soy de las que ve la hostia y esquiva, soy de las que siguen hacia delante, de las que se tiran contra ella,
así que tranquilo, mi vida,
a esta hostia invito yo,
no te preocupes, yo corro con todos los gastos, tú no me llores.
Que claro que me he caído y las he calificado como 'la hostia de mi vida', y por supuesto que ha sido por personas que no valían ni un céntimo,
pero he aprendido,
he aprendido que después de tantas hostias llega un momento en el que ni tienes, ni quieres fuerzas, y simplemente te das por vencida, -aún sabiendo que si en la próxima curva aparece tu sonrisa vuelvo a pegarme la hostia de mi vida-.
Así que, ven, cariño, te invito a la fiesta que hay después de mi funeral.

Vida lo llaman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora