Nueva oportunidad.

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(Michael, dimensión de ángeles)

Un gran templo se extendía frente a él, con pilares destrozados y la maleza cubriendo gran parte del jardín, las paredes todas sucias y dañadas, con grietas amenazando con derrumbar el lugar.

La puerta que antes fue de una caoba hermosa, ahora se encontraba completamente destrozada, como si nunca hubiera existido. Michael entró al lugar, asombrado por la magnificencia del interior, pues a pesar de las condiciones en que se encontraba, su majestuosidad se conservaba.

Con los pisos de mármol y los pilares de marfil, una alfombra bermellón, un poco maltrecha y descosida, del techo colgaban preciosos candelabros de oro, muchos de los cuales, se encontraban rotos.

Michael agitó su cabeza, no debía distraerse en ese lugar, había ido ahí por una razón, las distracciones solo atrasaban su objetivo.

Caminó por el largo camino que se formaba entre los pilares, subiendo las escaleras del fondo, buscando entre todas las puertas que se encontraban abiertas una pequeña señal.

Fue en ese momento que se encontró con una puerta en buen estado, entre abierta y con pétalos de rosas sobresaliendo del interior. Sin dudar, se dirigió ahí y comenzó a buscar, se acercó al sofá, salió al balcón, miró las velas sobre la mesita de centro y analizó el gran reloj cuyo sonido se escuchaba con dificultad.

A un costado, a lo largo de una de las paredes, una mesa alargada con varios pañuelos, joyas preciosas y algunos peines, un mantel cubría su superficie y se extendía hasta el suelo, escondiendo un objeto de oro que Michael casi pasa por alto.

Hizo a un lado el mantel y se inclinó para analizar más el objeto, era un espejo de pared, de un estilo gótico, circular, sin ningún rasgo en especial, pero al tratarse de un espejo, se debía investigar a profundidad, pues esos objetos siempre pueden esconder secretos.

Un zumbido se escuchó en su cabeza, "Te necesito aquí, ahora" fueron las palabras que captó.

Michael rodó los ojos y frunció el ceño, pero no podía tardar mucho, sabía que la puntualidad era un rasgo de suma importancia, puesto que de tardar más de lo necesario, no tendría excusas que valiesen.

Se incorporó deprisa y abrió un portal, desapareciendo al instante y teniendo en mente regresar a ese lugar.

Llegó sin demora, el largo pasillo oscuro de siempre, lo recorría todos los días, el sentimiento de temor que sentía cada vez que caminaba por aquel lugar, desapareció mucho tiempo atrás.

Al llegar al final del pasillo, abrió la puerta y entró sin dudar, parecía ya un acto definido, como regido por la rutina y obligado a repetirse todos los días.

-Señor- se presentó Michael con formalidad, como todos los días.

-Michael, me alegra que no tardaras- dijo Mohamed sin siquiera mirarlo, con su forma humana y su voz calma, mirando con atención un objeto entre sus manos.

-¿No nos había llamado?- preguntó Michael, algo desconcertado, acercándose a Mohamed y poniéndose detrás de él.

-No, solo te llamé a ti- contestó Mohamed, todavía distraído con el objeto frente a él -¿Puedo saber dónde estabas?

-Dando una de mis rondas

-¿Rondas? ¿Entonces qué hacías en la dimensión de ángeles? Creí haberte dicho que te alejaras de ese lugar, ¿Qué buscabas, exactamente?

-Nada

Mohamed suspiró, no valía la pena seguir fingiendo no saber nada, así había sido desde muchos meses atrás, pero ya no podía seguir.

Después del recuerdo [Crónicas de Abril #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora