Rodolfo Blanco

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Dorada y brillante era su belleza,
admiraba su voz de espaldas a ella.
Cuando la paz parecía volver
a mi frágil espíritu fatal,
dos o tres pasos hicieron el mal.

Ahora a mi vera su corazón
semejaba palpitar por los dos.
Mas no era cierto pensamiento iluso,
ella no me ama ni me anhelará
ya que no me conoce ni lo hará.

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