Luego de un largo día en el instituto llegó la hora de irme a casa, sin embargo ahora tendría que pedirle permiso a mi madre para ir a la casa del tal Daniel. La parte difícil.
Mientras caminaba seguía sintiendo esa miradas sobre mi; observaba de reojo y no veía a absolutamente nadie. Quizás solo sean mis nervios jugandome una mala pasada. Llegué a mi casa y ahí estaba mi mamá esperándome.
—Hola, Kat. ¿Qué tal ha ido tu día? ¿Ya haz hecho amigos? —preguntó brindándome una sonrisa de oreja a oreja. La verdad es que se estaba esforzando mucho por afrontar el cambio y pretendiendo ser feliz, todo para que nosotros no nos preocupemos. Pero así no funcionan las cosas.
—Estuvo bien, supongo. Pues... Lo cierto es que aún no, no he tenido tiempo para socializar con nadie. O bueno, algo así... Debo ir a casa de un compañero para terminar un proyecto de literatura y bueno, ¿me permitirías ir? Debo entregarlo a primera hora mañana y...
—¿Qué? ¿Y porque no lo pueden hacer aquí?
—Mamá es que eso fue lo que acordamos y él me recogerá en un rato.
—Pues no puedes hacer planes sin consultarmelo a mi primero, aparte no conozco al chico. Es un grande no. Si gustan lo hacen AQUÍ.
—Pf... No te entiendo la verdad. Quieres que consiga "amigos", que lleve una vida normal y toda esa basura, pero no me permites hacer nada. Tal y como lo hacías después de que papá se fuera ¿no? Perdóname, pero es que no veo el lío en ir allí y ya está, que porque tu te encierres en tu zona de comfort todo el tiempo no significa que yo también deba hacerlo.
En el momento en que termine de hablar salí corriendo a mi cuarto. Si, sentía algo de remordimiento, pero toda mi vida ha sido así. Restricciones y más restricciones. Hasta para la más mínima cosa.
No sé cuanto tiempo pasó, pero luego escuché el rugido de una moto frente a mi casa, así que salí inmediatamente. Efectivamente, se trataba de Daniel. Mi madre no se encontraba en casa, al parecer. Me recargue en el marco de la puerta y le dediqué una mirada incrédula.
—Venga, piensas subir o no —dijo mientras levantaba una ceja.
Me limité a asentir, y nos dirigimos a su casa. Tampoco había nadie allí, así que sólo éramos el y yo. En su cuarto, las paredes estaban empapeladas de dibujos y pinturas hechas por el. Y era precioso. Ciertamente tenía un talento increíble. Pero preferí guardar mi opinión para mi misma.
Hicimos el proyecto para no crear un ambiente incómodo, pero a quién quiero mentirle, si fue lo más incómodo del universo, más porque ambos éramos cortantes a más no poder.
—¿Puedes llevarme a casa?
—¿A cambio de que, pequeña?
—De que me asegure de que no puedas volver a tener vida sexual nunca jamás. —dije tratando de sonar intimidante, pero no es lo mío. El soltó una carcajada, y me hizo un gesto con su mano para que bajáramos.
Sólo esperaba que mi mamá no hubiese llegado aún a casa. Si no sería, probablemente, mi causa de muerte. Y si, el drama ante todo.
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Alas negras. {Daniel Sharman}
Fiksi Penggemar❝Los misterios no son problemas insolubles, sino realidades no objetivables, pero que al estar inmersos en ellas nos iluminan.❞ Gabriel Marcel