GLAMUR

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Draco Lucius Malfoy jugaba con un galeón pasándolo entre sus dedos mientras miraba por la ventanilla del carruaje negro y de cortinas grises. Era halado por un Pegaso irisado y de larga crin blanca ondulada. La moneda dorada refulgía otorgando un brillo cautivador cada vez que volteaba de cara a sello.

El joven Slytherin, que iba de camino a su séptimo y último año en Hogwarts contemplaba el panorama como si fuese el espectáculo más interesante del mundo. No lo demostraba por supuesto. Para la noble casa de los Malfoy, el exteriorizar sentimientos era algo íntimo que solo se destinaba para contadas ocasiones. Un rostro impertérrito y aristocrático era lo usual y lo debido.

Tomaba grandes respiros profundos impregnándose de todos los olores alrededor de él. Podía sentirlos, incluso podía saborearlos. Las margaritas, el pasto, los conejos, las hadas y hasta los horklumps. El vello de la piel se le erizaba y un gruñido barítono amodorrado sonaba desde lo profundo de su garganta. Sentía mucho placer. Unos rayos de luz se filtraban calentando su rostro de ángel. Piel pálida y facciones varoniles que había dejado atrás las mejillas redondas y los hoyuelos al sonreír.

Draco abrió los ojos instintivamente fijando sus orbes grises en una bruja que se encontraba realizando cetrería a un poco más de diez metros del carruaje. El olor que llegaba de ella era fascinante a pesar del halcón que la revoloteaba. Esa criatura olía a peste. Pero ella desprendía una fragancia muy grácil y deliciosa. La boca se le aguó, sintiendo como la encía superior de sus caninos se desgarraba para dar paso a dos colmillos filosos.

Era hermosa, de cabello corto pelirrojo. De figura diminuta y curvilínea. Su amplio escote otorgaba una muy sugerente vista de sus senos desmedidos. Las botas de cuero de dragón que llevaban solo lograban alabar más sus piernas gruesas.

La respiración del Slytherin comenzó a agitarse y su cabello platino rubio con corte que enmarcaba su rostro de escultura griega, comenzó a crecer poco a poco. No podía controlarse, era muy difícil. El galeón que le había servido de distracción cayó al piso al tensar sus dedos y sentir que sus uñas mutaban a filosas zarpas.

-Basta Draco.

Lucius Malfoy golpeó el suelo del carruaje con su cayado en forma de cabeza de serpiente plateada. Su hijo cerró sus ojos con afán y contuvo la respiración. El embriagante aroma de la mujer desapareció y con ella su lado Veela. Su cabello volvió a su mismo largo, sus uñas a su corte pulcro y sin colmillos a la vista.

-Usa el pañuelo hijo-escuchó decir a su madre que iba sentada junto a Lucius y le miraba de manera preocupada.

Draco hizo caso ipso facto y sacó del bolsillo interno de su blazer negro un trapo con sus iniciales bordadas en una esquina. Lo llevó a su rostro y su nariz aspiró su aroma. Olía a él. Olía a su colonia de siempre y eso le brindó tranquilidad. La respiración volvió a la normalidad. Se sintió humano de nuevo, suspirando largamente con calma.

-No creo que se buena idea que vayas a Hogwarts-fue lo que dijo Narcissa Malfoy con preocupación en su voz pero con poca expresión en su rostro.

-Deja de protegerlo Cissa.

La mujer giró su rostro con expresión de rabia y molestia callando a su marido sin necesidad de palabras.

-En verdad no hay problema madre-respondió Draco por su padre guardando su pañuelo de vuelta al bolsillo.-Necesito terminar mis estudios. Solo queda un año, soy Premio Anual y, además, necesito aprender a controlarlo.

-Controlarte-corrigió Lucius viendo por la ventana.-Son uno solo, no hables de tu lado Veela como un ente aparte.

El menor de los Malfoy rodó los ojos internamente como respuesta.-Sé que es difícil, en verdad lo intento.

DebonairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora