Magia no mágica

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Hermione vio su reloj de pulso un poco inquieta. Era la una y media de la tarde y no había rastro de Draco. El frío calaba en sus huesos y quedarse ahí de pie, en plena entrada del parque Chessington, no era lo más inteligente para hacer.

Había recreacioncitas disfrazados de esquimales dando la bienvenida a los visitantes. Desde un declive económico en el mundo muggle, hacía ya unos años, los centros de atracciones optaron por abrir sus puertas en invierno. Lo que se pensó iba a ser un fracaso, en verdad había sido un éxito. En invierno, eran pocos los niños y con ello, la necesidad de crear diversidad de temáticas. No se habilitaban todas las atracciones debido al clima, pero lo compensaban con otros espectáculos relacionados con la Navidad, que atraían mucho público y la verdad, era aún más mágico.

Un "esquimal" del parque divisó a Hermione y le ofreció un globo de helio rojo con forma de cabeza de conejo. Ella lo aceptó con una sonrisa y se lo ató a la muñeca izquierda.

La joven llevaba dos coletas bajas y su singular vestir la hacía ver como una versión un poco más moderna de "Caperucita Roja". Llevaba una boina tejida café claro que tenía una riata delgada de cuero trenzado café oscuro, justo donde comenzaba la visera delgada. Vestía unos pantalones de mezclilla ajustados negros, con unos bototos al tobillo cafés. Un suéter cuello de tortuga mangas largas ajustado beige y encima un pesado abrigo de abrir por delante, estilo poncho de color rojo, que tenía una capucha con borde de piel sintética y atrás un moño de la misma tela.

Volvió a mirar el reloj y la manecilla más larga se paró en el siete. Hermione suspiró largamente viendo su globo meciéndose de un lado para el otro.

− ¡Quédese quieta y entrégueme el globo!

Hermione brincó dejando salir un grito bajo volteándose atrás inmediatamente encontrando a Blaise Zabini riendo hasta abrazarse el estómago para poder detenerse. La chica confundida le miró, viendo después a Pansy Parkinson que se encontraba a su lado, tenía el ceño fruncido y manos enguantadas, en lo que parecía ser cuero rojo. Iba con un cuello bordado para protegerse del frío y su hermoso cabello liso perfectamente peinado con unos broches plateados que hacían juego.

−Deja de ser tan idiota Zabini−dijo Draco Malfoy llegando por detrás de ambos Slytherins. Portaba un gabán largo hasta las rodillas y atado en la cintura. Se le veía un suéter verde oscuro debajo del abrigo. Unos pantalones de pinza color gris y lustrosas botas punk negras completaban su atuendo.

Hermione nunca se había visto rodeada por tantas serpientes en lo que llevaba de vida. Al lado de Draco venía Theo que, al parecer, iba escuchando música con audífonos muggle. A su lado, un poco más atrás, venía Daphne Greengrass viendo a todos lados un poco sorprendida.

La Veela se acercó a Hermione y realizó el mismo ritual de la vez pasada. La abrazó posesivamente para refregar su rostro contra el de ella ronroneando profundamente, para luego besarla en la boca de manera corta y casta. Nada de espectáculos o manoseo de más. Eso era para la privacidad. Y menos para exhibirse delante de sus amigos. Hoy sería un día de descubrimientos.

Eso no evitó la sorpresa por parte del público presente, quienes quedaron quietos observando el accionar de Draco. El chico, que poco expresaba, poco decía y poco reía, se comportaba de una manera empalagosamente dulce. Parecía tratar a Granger como algodón y su mirada se perdía apenas se posaba en ella. Fue la primera vez que todos fueron conscientes de la condición de Veela del joven rubio. En él, ademanes que antes eran ajenos a su personalidad, se gestaban, y de manera extraña, también parecían naturales. Se sentía lógico lo que hacía y lo que era cuando estaba cerca de su pareja.

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