Armand Malfoy, El camino a la oscuridad

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Theodore Nott era un chico callado, de estatura bastante alta y profundos ojos azul claro. La mayor parte del tiempo destinaba sus momentos de ocio a escuchar música con dos tapones mágicos en forma de esferas ovaladas negras que eran la última moda en el mundo mágico, basado en algo que se hacía llamar "audífonos" muggle.

Con un ritmo de batería que lograba palmeando sus manos contra sus muslos, trataba de recrear la melodía que escuchaba. Frunció los labios y cabeceó al compás del ritmo frenético, hasta que alguien lo sacó de su estado catártico sacando las esferas de sus oídos.

−Espero sea importante.

−Siempre lo es.

Draco Malfoy caminaba junto a Theodore a la torre de Astronomía con mirada altanera. El de cabello azabache iba con las manos en los bolsillos de sus pantalones prestando sumo cuidado a la atención que atraían al caminar.

−Sea lo que sea que te pasó durante el verano, debió ser trascendental para tener a todas las mujeres de este colegio viniéndose con solo mirarte.

Draco alzó los hombros restándole trascendencia al asunto sacando su pañuelo y tapándose la nariz con él. Theo entrecerró los ojos con intriga viendo con atención la tela. No encontró manchas o un olor particular. La curiosidad lo carcomía. Una vez arribaron a su destino, el príncipe de Slytherin avanzó unos pasos al balcón.

−Soy una Veela−confesó el rubio recostándose sobre la baranda de madera que daba al Lago Negro. El atardecer se ponía en todo su esplendor otorgando un aire bohemio a la escena.

Theodore sacó una pipa que encendió con su varita en un movimiento rápido. Tomó una bocanada corta y luego otra hasta dejar la chispa encendida. Apretó sus dientes y silbó sorprendido riendo un poco después.

−Eso explica muchas cosas.

Nott, como el prefecto de séptimo año de la casa de Slytherin, exaltaba todas las cualidades por las cuales Salazar hubiera estado orgulloso. Era altamente perceptivo y, a pesar de la obvia situación de Draco, siempre se preguntó el por qué detrás de tan curioso fenómeno.

Draco siempre había sido popular en sus anteriores años de colegio. Era un Malfoy después de todo, un estirpe sangre pura, de cabello rubio, de figura envidiable, capitán del equipo de Quidditch de su casa, notas perfectas, aire gallardo, caballerosidad hasta lo irritable, arrogancia en partes divertidas, cretino la mayor parte de las veces para satisfacción propia y terriblemente narcisista. Al parecer eso era lo que atraía a 40% del estudiantado femenino de ese colegio. Al menos le había funcionado durante los anteriores seis años. Pero lo que pasaba ahora padecía de cualquier sentido.

Habían pasado 5 días desde el inicio de las clases y Theo, haciendo cuentas rápidas, podría calcular al menos una docena de chicas de diferentes casas las cuales habían pasado por "el encanto Malfoy". Sino era que más, el ser Premio Anual había traído tantas ventajas al Dragón como un cuarto individual y una sala común que solo compartía con la otra Premio Anual, que para sorpresa de nadie, resultó ser Hermione Granger.

La princesa Gryffindor que estaba desaparecida aun de vacaciones y no se había dignado a hacer presencia en Hogwarts. Seguro que ella apreciaría el desfile interminable de faldas y los gemidos que salieran de la alcoba de su compañero.

−Tengo que encontrar a mi pareja−musitó Draco con un poco de aflicción pero con mucha ira apretando el barandal.

− ¿Y por eso decidiste averiguarlo de la manera física?−preguntó muy entretenido viendo a su amigo tratando de contener la ira.

DebonairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora