Capítulo 4

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En cuanto me quedo sola en la habitación, me tumbo boca arriba sobre la cama, y dejo que los pensamientos fluyan por mi mente. No estoy muy segura de lo que acaba de pasar, y necesito aclarar ciertas cosas.

Primero tengo que hablar con Tom, y decirle que lo que pasó la primera noche entre nosotros no se va a repetir. No quiero tener una relación con mi compañero de piso. Tiene bastantes contras, uno de los más importantes, es que Tristán haya aparecido en mi vida, el otro que Úrsula haya aparecido en la suya.

Con esta última idea que pasa por mi cabeza, cierro los ojos, y dejo que pase el tiempo. No sé cuánto permanezco así, ni siquiera me importa. Estoy exhausta por todo el esfuerzo que acabo de hacer, y encima me queda una conversación pendiente un tanto incómoda. Preferiría quedarme aquí, y no salir hasta mañana. Mañana a las ocho, obviamente.

Respiro profundamente, y dejo que el aire inunde mis pulmones. Las sábanas huelen a él. Me siento en las nubes. Me encanta esta sensación, y nunca antes nadie había provocado esta clase de sentimiento en mí.

Cuando termino de deambular entre tanta información nueva que hay en mi cabeza, me pongo el pijama otra vez, y me dirijo a la cocina a por un sándwich para no acostarme con el estómago vacío. Pero antes de llegar a la cocina, comienzo a escuchar las voces de Tom y Úrsula, que hablan y ríen estruendosamente. Es lo que me faltaba para terminar el día. Encontrármelos juntos.

—Hola —suelto entre dientes mientras Tom y Úrsula se giran para mirarme.

—Hola —dice Tom con cara de enfado mientras ella me responde lanzándome una sonrisa falsa.

Paso por delante de ellos, y llego a la nevera. La abro, cojo lo necesario para mi sándwich, y luego abro el mueble y saco el pan de molde. Noto sus miradas en mi nuca, e intento acelerar el proceso para desaparecer cuanto antes de aquí.

En cuanto termino, guardo el pan en su sitio, y el resto lo meto en la nevera. Pero antes de que haya podido salir de la habitación oigo cómo Tom, con el tono de voz aún de enfado, me habla.

—¿Se puede saber a qué demonios venía ese tío? —inquiere dejándome pasmada ante su descarada pregunta delante de cierta mujer que no me cae nada bien.

—Solo quería devolverme el reloj, se me debió de caer mientras corría —respondo mientras levanto la mano para que vea que lo llevo en la muñeca.

Es lo primero que se me ha ocurrido. No sé si ha sonado muy creíble, pero no hay necesidad de que Tom sepa lo que acaba de pasar. Además, no tengo por qué darle explicaciones a nadie. Tengo libertad para hacer lo que quiera. Después de dos años con Hugo, lo último que necesito es a otro hombre controlando mi vida.

—¿Algo más? —suelto de pronto, molesta por su estúpido interés en Tristán.

—No —responde, y continúa la conversación con Úrsula por donde la había dejado.

Yo giro sobre mis tobillos, y pongo rumbo a mi habitación. Sé que lo ha hecho para cabrearme, y aunque lo haya conseguido no pienso demostrárselo. Además, ahora ni siquiera quiero hablar con él. No necesito que me diga nada, ni quiero saber lo que se trae entre manos con Úrsula. Solo quiero terminar el año, y salir cuanto antes de esta pesadilla de piso. No sé si voy a aguantar lo que me queda de curso. Pero si hay algo por lo que valga la pena quedarme aquí, es Tristán.

Sé que no debería hacerme tantas ilusiones con ese Dios de ojos azules, al igual que Hugo, él puede ser mi perdición, y en el fondo de mi corazón, algo me dice que va a ser imposible resistirme a él. Su sola presencia hace que se me erice el vello. Su sonrisa derrite mi corazón, y cuando me mira con esos ojos azules, hace que todo lo demás desaparezca. Solo existimos él y yo.

Hasta que llegaste tú. Mi destino. (Parte 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora