Capítulo 2

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Dicen que el primer amor nunca se olvida... No estoy de acuerdo con esas personas.

Puedo asegurar que Hugo ha sido mi primer amor. Pero después de todo el verano llorando por lo que me hizo, han pasado solo dos días desde que conocí por casualidad a Tristán en la playa, y no hago otra cosa que pensar en él.

Quiero verlo otra vez. Deseo que vuelva a sonreírme de esa forma que hace que pierda el sentido. Anhelo sentir de nuevo su tacto.

¡PARA! Me obligo a pensar en otra cosa que no sea él. Necesito distraer mi mente lujuriosa, o dentro de poco estaré pensando perversiones sobre el tío de ojos azules que no me deja conciliar el sueño por las noches, ¿cómo ha podido causar este efecto en mí?

Aparto esas ideas de mi cabeza, y me dispongo a ducharme. No le sentirá nada mal a mi cuerpo, y, sobre todo, a mi mente exhausta. Dejo que el agua caliente recorra cada centímetro de mi cuerpo mientras recuerdo la propuesta de Tom de ver una peli después de almorzar, no es que me apetezca mucho la idea. Me siento todavía un poco incómoda desde que me acosté con él, pero no quiero evitarlo indefinidamente.

Tengo que afrontar las consecuencias de mis actos. No puedo dejar que ese polvo afecte a nuestra convivencia, y si eso supone pasar el peor rato de mi vida sentada en el sofá con un hombre maravilloso, lo haré. Aunque espero que esta vez no haya vodka de por medio.

Salgo de la ducha, y como cada día, me espera una lucha desesperada contra mis pelos. Sé que algún día ganaré, pero no será hoy. Dejo el cepillo en el cajón del lavabo, y me dirijo hacia mi cuarto.

Mañana llega Úrsula. Necesito estar preparada para su llegada. No sé cómo voy a aguantar a esa mujer. Para empezar, tiene treinta y cuatro años, esta es su tercera o cuarta carrera. Vive de la herencia de sus padres y no tiene reparo en nada. A simple vista se pueden apreciar en su físico unas dos o tres operaciones quirúrgicas. Además, no hace nada por disimularlo.

Siempre aparece con unos escotes de vértigo y unas minifaldas demasiado cortas para su edad. Es como si, a través del maquillaje y de su ropa, volviese a tener dieciocho años. Tampoco me gusta la manera en la que mira a Tom, lo hace como si fuera comestible, ¿no sería mejor que se insinuase a alguien de su edad?, ¡NO! Definitivamente esa mujer no me gusta, no me causa buenas sensaciones. Así que me esperan unos meses muy interesantes en mi nuevo hogar.

Escucho que alguien llama a la puerta y hace que vuelva en mí.

—Carola, ¿estás visible? —Oigo que pregunta Tom desde el otro lado de la puerta.

—Sí, pasa.

Veo que Tom asoma primero la cabeza para verificar que estoy vestida, y se detiene al llegar al centro de la habitación para sentarse en mi cama.

—Voy a hacer la compra para el almuerzo, hoy cocino yo, ¿se te antoja algo en especial? —pregunta ahora mientras me arroja esa sonrisa arrolladora que lo hace tan guapo.

—Mmm... —Pienso en voz alta—. Sí, se me apetecen unas berenjenas rellenas. Y si me compras unos ingredientes puedo hacer yo el postre.

—Estupendo. Apúntamelo, y te traeré lo que necesites. Cojo las llaves y la cartera, y me voy directo a por todo.

—Está bien. Dame unos minutos y la tendrás lista.

Tom se dirige hacia su cuarto, y yo me dejo caer en la silla que hay en el escritorio. Agarro un bolígrafo, saco una hoja y comienzo a escribir:

Queso crema, huevos, yogures, nata líquida, leche entera, harina, azúcar, levadura, mermelada de fresa.

Creo que no se me olvida nada. Con esto tendré para hacer una tarta de queso deliciosa, y así no será Tom el único que cocine. Además, es una buena forma de distraerme para que no le dé más vueltas a ese hombre de ojos azules cautivadores.

Hasta que llegaste tú. Mi destino. (Parte 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora