Capítulo 5

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Una luz hace que me vuelva la consciencia. Es un rayo de sol que entra por un pequeño hueco que hay en la persiana. Me desperezo, y me crujen algunos huesos. Huele bien. Huele muy bien. Es el aroma de Tristán. Ha pasado la noche en esta cama. Conmigo. En estos momentos me siento la mujer más feliz del mundo.

Hasta que abro los ojos para encontrarme con mi Dios de ojos azules, y no lo encuentro, ¿se ha ido? o, ¿he estado soñando, y no ha estado aquí? El sonido de llamada de mi móvil interrumpe el hilo de mis pensamientos antes que pueda llegar a otra conclusión. Giro la cabeza, y está sobre la mesita de noche.

No recuerdo haberlo dejado ahí.

Alargo la mano, y me quedo sin habla cuando veo en la pantallita quién me llama. Es Tristán. Yo no he guardado su número, así que supongo que se tomaría él las molestias anoche. Suelto una risita ante tal pensamiento, y acepto la llamada.

—¿Carola? —su voz a través del auricular es igual de intensa que en persona.

—Sí, soy yo, ¿con quién tengo el placer de hablar? —pregunto chinchándole un poco.

—Carola... no juegues conmigo. No sé si podría soportarlo —confiesa, y mi corazón deja de latir unos instantes—. ¿Has dormido bien?

—Sí, ¿y tú?

—Claro, no creo que haya dormido mejor en mi vida —Y por segunda vez esta mañana, el corazón deja de latirme.

—¿Por qué no te has quedado? —la pregunta sale sola de mi boca.

—Lo siento. Tenía mucho trabajo que hacer, pero prometo que la próxima vez te serviré el desayuno en la cama. Como te mereces —responde, y una sonrisa enorme se dibuja en mi boca.

—Te tomo la palabra —inquiero, y escucho su risa a través del teléfono.

—Perfecto. Bueno, ahora tengo que seguir trabajando. Llámame esta noche —es una orden.

—Lo haré, hasta luego.

—Adiós, preciosa —Y aparece una sonrisa en mi cara que sé que me durará todo el día.

Cuando termino de babear por mi reciente conversación con Tristán, miro el reloj. Es casi la hora de comer. No sé por qué duermo tanto últimamente.

Me levanto de la cama y después de ponerme el pijama pongo rumbo a la cocina a prepararme algo de comer. Desde que lo dejé con Hugo, no he comido mucho. Mi madre lleva encima mía desde entonces para que engorde un poco. El daño que me hizo mi exnovio ha causado muchos estragos, aunque supongo que es normal cuando entregas tu corazón a alguien, y juega de esa manera con él.

De pronto, recuerdo que tenía que llamarlo, pero hoy tampoco tengo ánimos para enfrentarme a él. Estoy distraída en mis pensamientos hasta que llego a la cocina, y me llevo la peor sorpresa de mi vida.

Úrsula está desnuda, tumbada boca arriba sobre la encimera. Tiene las piernas apoyadas en los hombros de Tom, que también está desnudo, mientras éste la penetra con violencia. Junto a Úrsula hay un látigo de cuero negro, y creo que tiene las manos esposadas.

Me quedo estupefacta en la puerta. Mi cuerpo se ha quedado inerte ante esta escena. Quiero salir corriendo. Necesito salir de aquí ahora que aún no me han visto, pero antes de poder reaccionar Tom se vuelve, y se queda atónito al verme ahí. Y no sé cómo reúno fuerzas para hacerlo, sin embargo, mi cuerpo comienza a moverse, y mis piernas me sacan de allí.

—¡Carola...! —escucho que Tom grita mi nombre, pero lo ignoro.

No entiendo nada de lo que acabo de ver, ¿Qué demonios hacía Úrsula con unas esposas? ¿Y el látigo? No quiero saber nada de esas dos personas, aunque en el fondo me muero de curiosidad. Parece que a Tom y a Úrsula les gustan los jueguecitos raros. Afortunadamente para mí, no quiero nada con Tom, y después de ver sus extrañas preferencias sexuales me alegro más aún de haber tomado esa decisión.

Hasta que llegaste tú. Mi destino. (Parte 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora