La Cenicienta

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LA HISTORIA REAL DE CENICIENTA

Hace mucho tiempo una joven doncella y sus padres tenían una hermosa vida, al poco tiempo su madre enferma y muere ellos deciden enterrarla en una tumba que esta en una fuente. Estaban tan devastados, que todos los días iban a llorar en la tumba.

Tiempo después, el hombre se casa con una mujer que tiene dos hijas de rostro muy hermoso pero de corazón muy duro y cruel. Vienen entonces muy malos tiempos para la pobre huérfana: la madrastra y las hermanastras le quitan los vestidos y le mandan a ocuparse de la limpieza del hogar, por lo que la pobre muchacha pasa a ser prácticamente una sierva que vive llena de polvo y cenizas, así que se dirigen y se refieren a ella llamándole Cenicienta.

Un día, el padre fue a una feria y pregunta a su hija y a sus hijastras qué quieren que les traiga de la feria. Las hijastras piden vestidos y sortijas; Cenicienta sólo pide una rama, que luego plantará al lado de la tumba de su madre y regará con sus lágrimas.

Poco tiempo después, junto a la tumba ya hay un frondoso avellano. En él, acostumbra a posarse un pajarillo que concede a Cenicienta lo que ella desee.

Para que el príncipe escoja una muchacha y la convierta en su esposa, el rey invita a todas las jóvenes del reino a una fiesta que durará tres días. A Cenicienta le piden sus hermanastras que las ayude a arreglarse para ir al baile. Por su parte, Cenicienta pide asistir, pero la malvada madrastra se opone y se ríe de ella.

En cuanto se queda sola en casa, Cenicienta se dirige a la tumba de su madre, y, debajo del árbol, pide un vestido y unos zapatos. El pájaro se los concede, y así Cenicienta puede ir al primer baile.

Una vez allí, tan hermosa está que no es reconocida por la madrastra ni por las hermanastras. El príncipe, embelesado, baila toda la noche con Cenicienta. Pero antes de que termine la noche, ella escapa para no ser descubierta.

La noche siguiente, el pájaro concede a Cenicienta un vestido aún más hermoso, sin olvidar los zapatos; y de nuevo baila Cenicienta toda la noche con el príncipe, y vuelve a escapar antes de ser descubierta.

La tercera noche, el pájaro concede a Cenicienta unos zapatos de oro y un vestido más hermoso que los dos anteriores. En el baile, el príncipe, para evitar que Cenicienta vuelva a escaparse sin revelar su identidad, hace untar las escaleras con pegamento. Al escapar, Cenicienta pierde uno de los zapatos, que queda pegado en la escalera. El príncipe lo toma y decide buscar a la dueña de ese pequeño zapato de oro.

Al día siguiente, el príncipe sale en busca de la muchacha. Cuando llega a la casa de Cenicienta, pide al padre que le traiga a sus hijas. Salen a presentarse al príncipe las hermanastras, pero no sale Cenicienta. La mayor se prueba el zapato, pero no le entra. La madre le dice que se corte dos dedos del pie para que el zapato le entre, y ella lo hace, disimulando el dolor, sale con el zapato puesto, y el príncipe se marcha con ella. Pero dos palomas le dicen al príncipe que la muchacha que va con él no es la dueña del zapato. El príncipe ve la sangre en el pie de la muchacha y vuelve a la casa para probar el zapato en el pie de la hermanastra menor.

Tampoco puede la hermanastra menor calzarse el zapato, así que la madre le dice que se corte el talón. Ella hace caso a su madre y luego, disimulando el dolor también, sale con el zapato puesto. El príncipe la hace montar en el caballo y se va con ella, pero vuelven las palomas y le dicen lo que ya le han dicho de la mayor.

Otra vez ve sangre el príncipe, así que vuelve a la casa y pregunta si queda allí alguna otra doncella. El padre dice que tiene una hija más, pero que es imposible que sea ella la dueña del zapato, ya que va sucia y mal vestida, y no pudo acudir al baile. El príncipe insiste en verla, así que se la presentan y, al probarle el zapato de oro, calza éste perfectamente. Entonces, el príncipe se lleva a Cenicienta para desposarla.

Durante la boda, las hermanastras son picadas en los ojos por las palomas, que así las dejan ciegas en castigo por su maldad.

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