Sin nombre

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Como cada mañana me desperté para ir al instituto, ya estaba acabando el curso, y mis años de libertad, porque ya estaba en segundo de bachillerato, y lo siguiente era la universidad.

Me levanté como si no fuera yo, estaba alterada y a la vez ensimismada, la pesadilla de esa noche me había marcado para ese día. Apenas desayuné, porque me había entretenido demasiado vistiéndome y peinándome.

Salí corriendo de casa, esa mañana era gris, y mirando al cielo pensé que llovería durante el día. Cómo iba en mi mundo no me di cuenta de que el semáforo estaba en rojo, y si no hubiera sido por el claxon de aquel coche verde seguramente yo hubiera acabado en el hospital. El conductor freno el coche un poco más adelante y se bajó dirigiéndose a mí. Era un joven de unos 20 años, metro ochenta, no era feo, y llevaba unas gafas de sol bastante chulas.

- ¿Estás loca? Tienes que mirar por dónde vas - parecía más preocupado que yo.

-Perdón, llegaba tarde al instituto y no me había fijado en el semáforo - contesté.

Después de unos segundos de silencio incómodo, el chico sin nombre habló.

- ¿A qué instituto vas? Te acerco.

Me sorprendió su amabilidad tan repentina

- No te preocupes, ya está en verde, cruzó y en un momento estoy dando clase - no sabía qué decir.

- No seas tímida, ya que te he dado la plasta te llevo - tiró de mí hacia el coche, yo no me resistí, había cierto encanto en esa mirada y en esa sonrisa.

- Gracias - acerté a decir cuando entré en el coche.

- Dime ¿a dónde nos dirigimos?

- A la calle Libros y ya te digo yo dónde está mi instituto.

Durante el viaje el joven no paró de hacerme preguntas.

- Bueno, ¿qué estás estudiando? - me preguntó mientras miraba a la carretera.

- Segundo de bachillerato

- Interesante, ¿vas a hacer carrera?

- Sí, si llego a la nota de corte, sí.

- Seguro que llegas, tienes pinta de empollona - me dijo mientras se reía.

- Bueno, estudio mucho, pero tanto como para ser una empollona no - solté una carcajada.

Cuando llegamos a la calle Libros le indiqué dónde podía dejarme, paró el coche y me bajé.

- Muchas gracias, me has salvado la vida, y hoy dos veces - la sonrisa me salió sola.

- De nada, pero una pregunta ¿cómo te llamas?

- Mina, ¿y tú?

- Bonito nombre - arrancó el coche y se fue sin decirme su nombre.

Me quedé parada asimilando lo que me acababa de pasar, hasta que mi mejor amiga Elena me gritó desde el otro lado del paso de cebra.

- Mina, que llegamos tarde, corre.

La miré y crucé a toda prisa.

- ¿Qué te pasa? ¿Qué hacías ahí parada?

Solo pude reírme y tirar de ella para no llegar tarde a clase.

Cuando nos sentamos en nuestros sitios se lo conté todo

- ¿Y no sabes su nombre?

- No, no me lo dijo, arrancó el coche y se fue.

- ¡Qué fuerte, tía!

Seguimos toda la clase cuchicheando sobre el tema, Elena estaba tan fascinada que no podía parar de pedirme que le repitiera la historia una y otra vez.

Al acabar las clases Elena y yo comentábamos lo pesada que había sido la clase de historia, cuando alguien gritó mi nombre.

- Mina, estoy aquí.

No quería girarme, esa voz me sonaba, y al notar como Elena me apretaba el brazo supe que era el chico de esta mañana. Tiré de Elena, como si no hubiera oído nada, él seguía gritando mi nombre, y Elena me preguntaba por qué no le había contestado. Oí como cerraba la puerta del coche y se ponía en marcha, se puso a nuestra altura.

- Eh, no me ignores, soy el chico de esta mañana, ¿Mina?

No tuve más remedio que mirar.

- Anda, hola, no te había visto, ni escuchado - mentí.

- Pues tu amiga parecía que sí - dijo con una sonrisa irónica.

- Hola, soy Elena - se acercó al chico, que había aparcado el coche y se había bajado, esperando a que yo le saludara - ¿y tú eres?

- Encantado, un amigo de Mina.

- ¿Amigo? Si apenas te conozco, casi me atropellas esta mañana y me has traído al instituto - dejé a Elena con el chico misterioso mientras me iba furiosa, pero ¿furiosa de qué? me pregunté, no lo entendía.

- Espera, no te vayas - me cogió del brazo y tiró de mí hacia él, nos quedamos nariz con nariz, aparté la cara.

- ¿Qué quieres? - mi bordería se podía masticar.

- Nada, vengo a buscarte para llevarte a casa, bueno a ti y a tu amiga.

- Elena, me llamo Elena, y gracias, me encantaría - me agarró y me metió en el coche.

Elena se había sentado en el lado del copiloto, y yo iba en la parte de atrás, escuchando la absurda conversación que mantenían mi amiga y el desconocido. De vez en cuando me miraba Elena sonriéndome y haciéndome algún gesto para que me riera, y yo la seguía el juego con tal de que me dejara en paz.

Para mi sorpresa, Mr. Desconocido decidió llevar a Elena a su casa antes que a mí a la mía.

-¿Dónde vives, Elena? - dijo con prisa él.

- Ah, no te preocupes lleva a Mina primero si quieres - no podía creer que mi mejor amiga le hubiera soltado esa frase a un desconocido.

- Calle Flores, número 14 - dije con celos.

Elena y yo nos miramos como si fuéramos a pegarnos por un chico, yo no entendía su comportamiento y aún menos el mío.

Cuando Elena se bajó del coche no se despidió, cerró la puerta y se fue.

- Ponte aquí, anda, no quiero ir de taxista - dijo mientras se reía.

Yo como llevada por unas fuerzas sobrehumanas salí del coche y me senté en el asiento del copiloto.

- ¿Contento? - dije mientras le miraba con una sonrisa.

- Ahora sí

- Se sincero, ¿qué quieres? ¿por qué has venido a buscarme?

- ¿No puedo venir desinteresadamente?

- No, teniendo en cuenta que me has medio conocido esta mañana y que hemos hablado menos de diez minutos.

- Realmente he decidido venir al salir de la universidad porque esta mañana se te ha caído esto en el coche - rebuscó en su bolsillo y sacó la pulsera que me regalaron mis padres por mi cumpleaños.

- Mi pulsera, no me había dado cuenta, gracias - la cogí e intenté ponérmela.

- Está rota, por eso se te ha caído.

- Bueno luego la arreglo, muchas gracias.

Me dejó en la parada de autobús cercana a mi barrio.

- Te dejo aquí, no te molesto más - dijo mientras ponía una falsa sonrisa, en ese momento me di cuenta de que había sido demasiado borde y desconfiada.

- Gracias por traerme - iba a salir del coche cuando me giré y le di un beso en la mejilla, me miró desconcertado y ruborizado, cerré la puerta y me marché.

- Carlos, me llamo Carlos - gritó desde el coche.

En ese momento, mis labios dibujaron la sonrisa más bonita que nadie pueda imaginar.

MinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora