Pasé la tarde estudiando y pensando en Carlos, el desconocido, porque a pesar de saber su nombre no conocía nada más de él, salvo que iba a la Universidad y que tenía un coche verde.
Ese chico tenía algo diferente, y había algo muy fuerte que me llevaba hacia él siempre.
Aquella noche no tuve pesadillas, y al levantarme me asusté, pensé que tal vez él podía ser el hombre de mis pesadillas, y que quisiera matarme, todo encajaba.
Salí con tiempo de casa, estaba lloviendo y el barro cambiaba el camino que tomaba para ir al instituto, además pensé que sería lo mejor y lo correcto porque evitaría toparme con Carlos.
Llegué a clase empapada a pesar de llevar paraguas. Para mi sorpresa Elena no había llegado aún, y teníamos examen de matemáticas a primera hora. Elena es un cerebrito y no se pierde ningún examen. Me senté y saqué mis cosas, sin dejar de mirar a la puerta buscando desesperadamente que entrara mi amiga por la puerta, pero el profesor se adelantó. El examen de matemáticas no me salió del todo bien, estaba más centrada en Elena que en las integrales. Salí a toda prisa tras acabar el examen, me encerré en el baño y la llamé, tardó en contestar, pero no me lo cogió ella.
- Hola Mina, Elena se ha dejado el teléfono en casa, ¿ocurre algo? - no sabía que decirle a su madre.
- Oh, no, Elena quería comprobar si se lo había dejado en casa o lo había perdido - y mentí.
Colgué según iba saltando las escaleras de tres en tres, sin dirección, mi única esperanza era encontrar a Elena en la calle, sin más.
El conserje me abrió la puerta poco conforme con mi falsa cara de malestar. Al salir me puse a correr hacia la casa de Elena, esperando encontrarla por el camino. Por la carretera había un tráfico constante y de pronto vi pasar el coche verde de Carlos, detuve la marcha y di media vuelta, siguiendo el coche, pero no pude ver el interior. Me detuve a descansar, mientras la lluvia seguía mojando mi ropa.
Volví a llamarla.
- Mina, ¿otra vez? ¿qué pasa? - también estaba preocupada.
- No te mentiré, tu hija no ha aparecido por clase, y no se dónde puede estar - rompí a llorar.
- Ven a casa, alguna forma habrá de localizarla.
Corrí a su casa, como si me fuera la vida en encontrar la respuesta de dónde estaba mi amiga y por qué había faltado al examen de matemáticas.
Su madre me abrió la puerta con una taza de chocolate caliente en la mano.
- Anda, siéntate, menudo temporal, menos mal que estamos en primavera, voy a por una toalla espérame aquí - decidí quedarme de pie, estaba más cómoda.
La madre de Elena era una mujer un tanto peculiar, con modas extrañas y tendencias aún más raras, tenía su propia filosofía de vida, eso por un lado era muy personal, pero por otro a mí me resultaba incómodo a veces. No se había inmutado ni un poquito de que su hija hubiera desaparecido, como si supiera dónde estaba realmente, como si quisiera ocultarme algo, mi cabeza no pudo más y tuve que sentarme por el dolor que tenía. Lucía, la madre de Elena, llegó con toallas y ropa seca de su hija, que me ofrecía para que me secara.
- Ten, ponte esto, seguro que te queda bien- su sonrisa era falsa, estaba aparentando normalidad, pero sus ojos vidriosos y esa sonrisa fingida la habían delatado.
Me levanté del sofá cogí las toallas y la ropa y lo dejé en la mesa, me giré y la di un abrazo, lo necesitaba más que yo secarme. Tardó un poco en reaccionar pero cuando rompió a llorar no me soltó en un buen rato.
- Mi hija, mi pequeña, ¿a dónde habrá ido? Y con este tiempo, ¿dónde estará? - su gesto descompuesto me hizo angustiarme más de lo que estaba.
- Tranquila, seguro que está bien. Ayer...ayer tuvimos una discusión, bueno no fue discusión, fue mirada amenazante por una tontería, o a mí me lo pareció.
- ¿Qué pasó ayer exactamente?
- Ayer casi me atropella un chico que luego me vino a buscar al instituto para disculparse y para darme la pulsera que me regalaron mis padres, pues Elena se vino conmigo en el coche, y parecía interesada en el chico, no hacía más que hablar con él y evitar que me mirara, cuando se ofreció a dejarla en casa, tu hija prefirió que me dejara a mí antes, y yo celosa dije su dirección, me salió como un acto reflejo, ella se giró y me miró como si quisiera matarme, no lo entendí, le acababa de conocer, y ella y yo no hemos discutido nunca por un chico.
Su madre me miraba atónita, expectante, esperando algo más, algo que la ayudara a saber dónde estaba su hija Elena.
- ¿Nada más? Eso es una chiquillada, tuvo que haber algo más, mi hija no se iría de casa así como así - se levantó del sofá y llamó a la policía - ¿Hola? Sí, oiga, mi hija ha desaparecido, necesito que la encuentren, se llama Elena, es delgada, con pelo color castaño claro, ojos miel, 1'70 aproximadamente de estatura, sí, está bien, cuando deje de llover me pasaré para darles una foto, muchas gracias.
-Lucía, yo me voy a ir a mi casa, no quiero causarte más molestias.
- No me causas molestias, me has alertado, te debo una, Mina, no te marches.
- Pero mi madre se preocupará, debo irme.
- Yo la llamo, la contaré todo, seguro que te deja quedarte en mi casa, hasta que encontremos a Elena.
- Bueno, está bien, llámala.
