Mientras sus labios desahogaban los gritos guardados susurrandome, más me perdía en el contorno exquisito de su existencia. De su delicada existencia.
Era la perfección! -pensé cuando mis manos sujetaban sus caderas y mis labios pedían los suyos.
Poco escuche cuando decía que me amaba...Era la mujer que yo tanto pedí, de la que yo mismo escribía sin saber que existía...! -pensé
Y luego sin poderme detener... Pero muy dentro... En el fondo...
Sobrevenía una noche de los dos.