Leah ha dejado de prestar atención a la lluvia. Ahora mismo únicamente tiene ojos para el risueño chico que ha salido y ha vuelto a entrar al edificio de enfrente. Sigue observándolo a través de las ventanas que dan a la escalera, y se da cuenta de que el joven se ha revuelto el pelo por tercera vez consecutiva desde que ha vuelto a entrar por la puerta. Ahora ya no puede verle, y de todas formas, en la taza ya no queda café desde hace cinco minutos.
Con cuidado coloca a su gato a un lado, y deja la taza vacía en el fregadero.
Tarareando Moon River, la melodía de Breakfast at tiffany's, una de sus películas favoritas, medio camina medio baila hasta su cuarto. Al entrar, se acuerda del suave jersey color mostaza que compro ayer en una tienda vintage, y con las ganas de estrenarlo, termina saliendo por la puerta con el puesto. Le gusta la lluvia, así que no se molesta en coger un paraguas. Pasea por las abarrotadas calles de Londres, destacando su tranquilidad entre tanto hombre de negocio con prisa.
No tiene muy claro a donde va, hasta que ve un cartel en el que puede leerse la palabra Library. Se le iluminan los ojos. Sin poder resistirse, dobla la esquina en la dirección que marca el cartel y entra. Aunque se encuentre en un callejón, por dentro es una maravilla. La mayoría de los libros actuales no le gustan. Son todos muy cliché. Al final se decide por la vuelta al mundo en ochenta días. Lo ha leído muchísimas veces, pero nunca es mal momento para disfrutar del talento de Julio Verne.