Llegamos temprano y el frío de la ciudad me hizo tiritar, mientas un inspector de ferrocarriles con uniforme nos ayuda con las maletas. Es decir, y que es también el bolso que ocupo para la clase de Educación física en el liceo. Las toneladas de equipaje eran de Gertru, no podía viajar, y menos a su ciudad, sin lo necesario: ropas, cremas y muchas carteras.
-Qué raro que mi papá no viniera a buscarnos--dijo Gertru-- se suponían que tenía que venir a la estación.
Hicimos para un taxi. El viaje era corto, como todos los que haría en la ciudad. Las distancias no eran las enormes que hay que recorrer en Santiago; tampoco en Temuco existía el metro, pero no se necesita aunque sí existía congestión para la cantidad de automóviles en las calles.
Llegamos hasta la población Pueblo Nuevo. Las casas eran pequeñitas, pero con grandes patios llenos de árboles como cerezos o duraznos. Bajamos frente la casa de Gertrudis. En la vereda nos estaban esperando dos viejecitas que sonreían como las hadas madrinas de La Bellas Durmiente. Eran, lo supe más tarde Nenita y Gladis las tías de Gertru, dos solteronas que vivían felices. Nos abrazaron, sobre todo a mí, según ellas, me conocían tanto porque Gertru hablaba de mí, y por mis fotos que tenían desde que era una guagua. Me dio un poco de vergüenza porque me apretaban y me estiraban la cara como si la tuviera de hule, pero así es la gente en el sur, cariñosa, entonces no hay nada que hacer más que aguantar que a uno le jalonen la cara y se la dejen adolorida.
Nenita fue la encargada de contarnos cuando Gertru preguntó preocupada por su papá:
- No pudimos avisarte, Gertru, no nos dio tiempo y tampoco queríamos preocuparte demasiado.
- ¿Qué pasó con mi papá? -- Preguntó ella, al borde de las lágrimas.
- Está internado en el hospital de Temuco: sufrió un pre-infarto.
Entonces habló Gladis, que era un poco más seria que su hermana, más alta y huesuda:
-Tuvo un problema en el trabajo. Desde hace dos años está de cuidador del Mall Temuco, allí le vino el infarto, mientras hacía una ronda nocturna.
Desde hacía unos años existía un mall en Temuco que llevaba ese nombre. Fue el primero de la ciudad. en los años de funcionamiento había tenido muchos problemas y estaba a punto de cerrar. Solo quedaban algunas tiendas y un Supermercado. Estaba ubicado en la entrada de Temuco, muy cerca de barrio donde estábamos.
- Nosotros no queríamos- dijo la tía Nenita-- que trabajara de noche, se decían muchas cosas de ese lugar, tú lo sabes muy bien.
Se miraron entre ellas.
-- Tengo que ir a ver a mi papá-- dijo Gertru.
Estuvimos todos de acuerdo en que iríamos a penas desayunáramos.
Cuando dijimos que teníamos hambre, tía Nenita y tía Gladis pusieron cara de felicidad, como si esperaran ese momento. Pasamos a la cocina, donde estaba preparada la mesa repleta de comida. eso era lo que me esperaba en los próximos diez días que permanecería allí:comida. Me habían advertido que en el sur se comía bien; por es, lo más i portante, lo que nadie puede hacer es rechazar comida, eso es una ofensa grave, al menos para esas dos tías, rechazar un queque de miel, una empanada de pera, un pedazo de brazo de reina, un sándwich de palta con huevo, equivalía a un insulto.
En medio del desayuno me acordé y, para darle tregua a mi estómago, pregunté:
--¿Qué cosas se decían de ese lugar, del mall?
Me miraron con cara de televisión apagada.
Gertru movió la cabeza como esos perros de plástico en la parte de atrás de los autos, y dijo:
-- Habladurías de la gente.
--¿Pero que habladurías insistí?
--Cuando recién abrió el mall se corrió la voz de que él lugar estaba embrujado, que era peligroso, sobre todo por las noches.
--¿Embrujado?-- Temuco me comenzó a parecer interesante: su primer mall acusado de diabólico.
--Mira, Quique, --Dijo Gertru, moviendo los dedos como si martillara la pared--. Sabía que esas cosas te iban a interesar, pero nada de investigaciones de detective aquí en Temuco, por favor. Tú papá me dejó a cargo tuyo y vamos a hacer lo que yo diga, ¿entendido?
Era tarde, había dicho la palabra clave: embrujado. Cuántos lugares así se conocen; pocos en la vida.
Nos dimos una ducha rápida y nos vestimos con parka y bufanda porque en Temuco siempre parece que comenzará a llover, y cuando lo hace, dicen, no para en semanas.
Cuando llegamos al hospital, antes de entrar a la pieza del papá de Gertru, esta me detuvo y me advirtió:
-- Te acuerdo, nada de investigaciones, en esta ciudad no se necesitan investigadores privados.