Capítulo 3

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El papá de Gertru estaba en una cama; a su lado, en otra, un hombre al que habían atropellado con un carro de supermercado, celebrándole una pierna. Cada vez que contaba lo ocurrido no podía dejar de reírse. Según él, estaba comprando un yogur de frutilla cuando otro que andaba por ahí, al parecer muy apurado, lo pasó a llevar. Cuando se recuperara completamente demandaría al conductor del carro y al supermercado.

El papá de Gertru estaba viejo, pero tenía buena cara, algo pálido y aburrido de permanecer allí, en un hospital público. Cuando nos vio se alegró enseguida.

Lo que nos contó el papá de Gertru nos dejó helados.

Estaba en el hospital porque tuvo una fuerte impresión, eso le causó el infarto. Hacía su ronda nocturna por el Mall Temuco, un edificio de un solo y largo piso. El Mall tenía dos guardias permanentes durante la noche.

A cada hora se hacía una ronda, tanto por el papá como por su ayudante, un hombre joven.

Cerca de las tres de la madrugada, el papá de Gertru escuchó ruidos justo justo en el centro del mall. Llevaba una linterna y un bastó para defenderse. Los pasillos estaban iluminados con poca luz, la poca que existía en ese momento comenzó a apagarse. por delante, desde debajo de una escalera, apareció una figura transparente y fluorescente, podría ser un hombre o una mujer , no estaba seguro. Sí estaba seguro de que era igual a un fantasma, al menos a los de las películas. No alcanzó a reaccionar, se quedó allí petrificado. El fantasma dio una vuelta y subió por una escalera a un patio de comida, el papá de Gertru corrió entonces despavorido por el pasillo, pero antes de llegar al puesto de los guardias le faltó el aire, no pudo más y cayó al suelo. Un día después despertó en el hospital lleno de tubos y alambres. Se sentía débil y enfermo.

-- Un fantasma, uno de verdad-- dije casi con un pre-infarto yo también.

-- Y eso que no creo en ellos-. dijo el papá--, pero de que vi uno, lo vi esa noche en mi ronda. Y te voy a decir algo más, Quique, pero no lo comentes: Cuando lo vi sentí miedo, pero miedo de verdad.

-- No me asustes al niño-- dijo Gertru.

--No me asustó--dije yo asustado.

El nombre del papá de Gertru es Armando.

Según él, cuando se enteraban de su nombre siempre le hacían la misma broma: <¿ Armando qué? Armando silla o Armando mesa> El mal chiste había tenido que escucharlo los últimos 30 años, así que mejor no se me ocurriera a mí repetirlo. En realidad yo estaba más interesado en el asunto del fantasma.

Lo peor es que corrían rumores de que el mall se cerraría finalmente, el negocio no funcionaba, la gente no se trasladaba hasta la entrada de la ciudad para comparar. Entonces don Armando perdería su trabajo y, como era viejo, le costaría encontrar un nuevo empleo.

Le pregunté todos los detalles de la aparición. Gertrudis movió la cabeza y miró al cielo.

-- Lo único que e faltaba-- enseguida le dijo a su papá--. Y usted papá, no le meta esas tonteras en la cabeza a Quique, que no sabe cómo es de ideas fijas.

Don Armando se sentó en la cama. Debajo de la bata del hospital, su cuello era un pedazo de carne que se movía como los de algunos pájaros. Entonces dijo con cara asustada:

--Eso no es todo. A mí no es el primero al que se le aparece. Hace unos años, el fantasma del mall llevó al hospital a otro guardia.

Gertrudis se echó aire en los pulmones y exclamó

-- Lo único que faltaba.






Quique HacheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora