Almorzamos pantrucas, arrollado, lentejas con arroz y longanizas; de postre comimos flan casero y sémola con caramelo. Nunca había comido tanto en mi vida. Tía nena y tía Gladis estaban muy felices de verme satisfecho y con una enorme panza. Después, Gertrudis se fue a buscar a su padre al hospital, y yo, para bajar la comida, dije que iría a dar una vuelta al barrio. Me subí a una micro pequeñita que llamaban liebre. En pocos minutos me bajé en el mall de la entrada de la ciudad. Era un edificio alargado, como serpiente con un amplio estacionamiento. En el único lugar que se veía gente era en el supermercado de la entrada. Por los pasillos del mall muy pocas paseaban, muchas de las tiendas estaban cerradas y las vitrinas cubiertas con papel de envolver o diarios. En el centro del lugar existía un segundo piso con un pequeño patio de comida. No era como los grandes centros comerciales de Santiago, pero lejanamente se parecía. Me imaginé que en aquel lugar, en el centro de pasillo, se había aparecido un fantasma y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Caminé gasa la playa de estacionamiento, donde encontré papeles en el suelo que decían: << Prefiera el comercio establecido del centro>>.
Cuando decidí regresar a la casa encontré en la entrada a cinco niños en bicicleta que me rodearon. Uno de ellos me preguntó de donde era porque nunca me había visto. Entonces cometí mi primer error en la ciudad, les dije a verdad, es decir, que venia de Santiago, y esto era equivalente a declararles la guerra. Bajaron de las bicicletas y no me dejaron seguir. No les gustaban los Santiaguinos. Yo viví en Nuñoa, que era como Temuco, en la calle Juan Molla, que se parecía a cualquier calle de Temuco. Comencé a preocuparme, así que le invente otra historia, había nacido en Temuco asía 13 años, pero me habían raptado unos tipos de un circo que me llevaron al norte, hasta Antofagasta; de allí me rescataron los carabineros. Como nadie sabía de mis padres, uno de esos carabineros me adoptó, con e vivía en Ñuñoa, por eso ahora buscaba a mis verdaderos padres en Temuco. Agregué, como ultimo argumento que desde siempre me gustó Club de Deporte Temuco, el equipo de fútbol de la ciudad, aunque fuera una equipo muy malo y que siempre jugaba e la segunda división, pero lo seguía y celebraba sus escasos triunfos. Los niños de las bicicletas me miraron con caras de mansión de horror.
No sabían si creerme o apalerame allí mismo. Pero entonces apreció otro niño, alto y delgado, fumando un cigarrillo :
-- A volar, a volar-- les dijo, y los de las bicicletas huyeron espantados.
Le di las gracias.
--Soy Julio Painemal-- Estiró la mano--
Trabajo en el supermercado, en empaques.
-- Soy Quique Hache, de Santiago-- dije enseguida para dejar las cosas claras.
-- Lo sé. Vivo en Pueblo Nuevo, cerca de la casa de Don Armando. Supe que venía su hija con un Santiaguino, que debes ser tú.
Me ofreció un cigarrillo, pero yo no fumo.
-- Supe lo de Don Armando aquí en el Mall.
--Dice que vio un fantasma la otra noche.
A Julio no e extrañó demasiado.
-- Desde que se construyó este lugar han existido problemas. La gente dice que suceden cosas raras. ¿ Ves esos panfletos en el suelo?
Los han mandado a tirar aquí para que la gente no compre en mall y vuelva a comercio del centro de la ciudad.
-- Pero eso del fantasma..... -- pregunté.
-- por la noche lo han visto allá dentro.
-- ¿ y que crees tú?
-- Debajo de este lugar, antiguamente, existía un cementerio de mis antepasados, los mapuches, los primeros que vivieron aquí.
-- ¿ Los mapuches?
-- Sí. Justo aquí abajo hay un cementerio, por eso se aparece un espíritu. porque los antepasados no están conformes.
Tragué saliva y no pude evitar mirar el piso de asfalto del estacionamiento.