capitulo 1

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Estaba estudiando en mi habitación cuando sonó el teléfono.
-¿Diga?-.
Tan sólo se oía una respiración entrecortada.
-¿Hay alguien ahí?-volví a repetir-.
La persona al otro lado emitió un gruñido que perfectamente podría haber sido de un perro. Pero ya sabía que no era de un perro,era de un animal, y un animal posiblemente borracho.
-¿Cameron, has vuelto a beber? Te dije que no me gustabas cuando estás así-.
-¡No me digas lo que debería y no debería hacer! ¿Estamos?-.
Si, sin duda había bebido. Y al parecer a más no poder.
-Cameron no me hables así-.
-Vaya ¿ahora tampoco te gusta como te hablo? ¿Que va a ser lo siguiente?
-Mira, te voy a colgar, te vas a ir a dormir la mona, y mañana nos vemos-.
Evelyn!-le oí gritar antes de colgar-.
Seguí estudiando hasta que de repente empecé a escuchar unos golpes en mi puerta.
Evelyn ábreme la puerta ahora mismo!-.
Me asusté un poco al ver la intensidad con la que aporreaba la puerta, temiendo que la fuese a romper.
-¡Cameron vete a casa y hablamos mañana!-le chillé desde mi cuarto-.
-¡Quiero que bajes ahora mismo!¡YA!-.
Cuando se ponía así era insoportable, pero sabía por experiencia que era mejor ir.
Bajé las escaleras tomándome mi tiempo, y al llegar abajo, descubrí a un animal con los ojos rojos y que respiraba pesadamente. Suspiré y me acerqué.
-Cameron ¿se puede saber cuanto has bebido esta vez?-.
-No sé, ¿pero qué pasa? ¿Vas a hacer algo por impedirlo?¿ Acaso porque bebo me vas a dejar?- veo una sonrisa fría asomando en su cara- ¿Me vas a dejar de querer?-.
No, esa no era una de las cosas por la que le dejaría, no, tampoco por eso le dejaría de querer. Ya había otras cosas que se encargaban de eso.
-Claro que no, sabes que te quiero-.
-Bien, pues déjame entrar de una vez-.
Me levanto mareada y desorientada, como cada día desde...no me acuerdo. Miro a mi alrededor intentando enfocar mi vista en algún punto que no se esté moviendo, aunque posiblemente sea yo la que se esté tambaleando. Me apoyo contra la pared respirando pesadamente, intentado recuperar un ritmo normal, y como cada día, cumplo mi rutina:
«Me llamo E-Evelyn... Evelyn Deveraux, tengo 17 años...mi casa está en Amsterdam, después de mudarme allí sola lejos de mis padres. Mis padres...esos señores me maltrataban, por eso huí. Se empeñaban en decirme que era por mi bien, porque yo estaba mal, porque algo en mi no era normal, aunque nunca supe el que. Allí conocí...conocí a Cameron, salí con él. Acabé mal, acabé desaparecida. Estoy...desaparecida. Me drogaron y me secuestraron. Llevo... -intento pensar, intento recordar algo que me indique el tiempo que llevo aquí, pero no hay nada- no se el tiempo que llevo aquí. Quiero salir, por favor...-me llevo las manos a la cara y veo que la tengo húmeda. Me limpio las lágrimas que he derramado inconscientemente y grito- ¡¡Quiero salir de aquí!! ¡¡No os he hecho nada, dejadme salir!!-.
Me llevo las manos a la cabeza y me tiro del pelo en una costumbre que se ha convertido en algo habitual, como repetirme lo mismo todos los días, para no olvidar quién soy...del todo.

Me separo de la pared y me acerco a la bandeja con comida que siempre me dejan en la mesa, en el mismo sitio a la misma hora, cada día siempre igual. Aún me pregunto cuando entrarán, aunque supongo que será nada más haberme drogado, cuando es menos probable que me despierte. Suspiro y me acerco dudosa a la comida, si a eso se le puede llamar comida. Lo huelo y lo observo durante un rato. ¿Cómo definir esto? Es una,mmm...¿cosa? Blanca y viscosa. Llevo demasiado tiempo sin comer algo decente, y mi cuerpo y mente lo notan cada vez más. Pienso que algún día me dormiré, y no me podré volver a levantar. Últimamente lo considero una buena idea.

Doy la espalda a mi comida y me acerco a la puerta intentando escuchar algo. Silencio. Con cuidado pongo la mano en el pomo de la puerta ejerciendo poco a poco presión hacia abajo para abrirla. También se ha convertido en una costumbre, ya sé que no estará abierta, pero por probar supongo que no pierdo nada. Al final, todo es una rutina, una horrible rutina.

Empujo suavemente primero, después con algo más de fuerza, y el resultado es el mismo que siempre, cerrada. Me apoyo en la puerta y me dejo escurrir por la pared hasta llegar al suelo.

-¿Qué hiciste?-.

Es la pregunta que me hago de continuo. Si supiese en que momento empezó todo, como empezó, quizás... no, tampoco podría solucionarlo, ya estoy aquí. ¿Y si no salgo?

Cierro los ojos dejando la mente en blanco, con el único sonido de mi respiración y los latidos de mi pobre corazón. Un corazón hecho pedazos. Abandonado por todo aquel que una vez me importó, y a los que se supone que importé. Mis padres, mis amigos, mi novio, ya puestos hasta mi gato, nadie se ha quedado conmigo, y hoy día me pregunto por qué. Sí, nunca fui una santa. Siempre he sido una chica cabezota, decidida, y que no se ha dejado pisotear por nadie. Nunca me quedaba callada ante  nada, pero solo era una forma de protegerme. Según dicen, la gente con inseguridades las oculta justo actuando como alguien que con esos problemas no haría ¿no? Pues eso es lo que he hecho yo siempre. Y así he acabado, muy bien.

Me llevo la mano al cuello buscando mi media luna. Es la única cosa que conservó de mi antigua vida, y ni siquiera sé quién me la dio. Una vez recuerdo que se lo pregunté a mi madre, pero me dijo que jamás lo volviese a mencionar y cambió rápidamente de tema. Acaricio la superficie de plata fría al tacto cuando,de repente, oigo un ruido de puertas abrirse y cerrarse, una tras otra. ¿Pero dónde estoy metida? Me levanto corriendo, escondo mi colgante dentro de la camiseta y me sitúo en la esquina opuesta de la habitación, me siento en el suelo apretándome contra la pared con las piernas encogidas, sujetas por los brazos, muerta de miedo.

-Por favor, por favor, dejadme en paz...- susurro más para mi misma que para ellos-.

El ruido está cada vez más cerca. Ahora escucho los pasos, que siguen el ritmo de los latidos acelerados de mi corazón. Cojo aire al oír que se detienen. Veo como quitan la llave desde fuera y abren lentamente la puerta.

Me quedo cegada por unos instantes debido al contraste entre la luz afuera y la práctica oscuridad  que hay aquí dentro. Cuando mis ojos se acostumbran veo quién está delante de mí.

Nunca le tuve miedo,no realmente, no solía tener razones para ello, además de que nunca creí que me fuese hacer nada,o al menos,nada grave. Me equivoqué. Él se convirtió en mi perdición.

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