capítulo 3

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Abro los ojos sobresaltada al notar como algo húmedo corre por mi cara, bajando por mi cuello empapándome la camiseta. Miro hacia la persona que tengo en frente sujetando un cubo vacío, frunzo el ceño y me intento levantar, pero no puedo, algo no me deja. Miro mis manos y mis pies, atados a la silla con correas. ¿Y ahora esto por qué?

-No lo intentes, se han asegurado de que estés bien sujeta-.

No la había visto antes. Una chica, delgada, demasiado, pero aún así en mejor estado que yo. Pelo negro recogido en dos trenzas que se deslizan por sus hombros, maquillada, de forma ligera pero lo justo para que destacasen sus ojos azules. Pero más me sorprende ver como va vestida, con un corset apretado, haciendo que sus pechos sobresalgan, demasiado, por lo que avergonzada, aparto la mirada a sus pies, vestidos con unas botas de tacón que le cubren prácticamente hasta la mitad del muslo.

-¿Q-quién eres?-.

Me mira sonriendo, pero no con una sonrisa alegre, si no con una que oculta una gran pena. Niega con la cabeza y se dirige al armario empotrado contra la pared. Esta habitación es diferente, es más grande y está más iluminada que la mía, pero aún así sigue sin tener ventanas, echo de menos la luz del sol. Espero a que me conteste, pero ella se limita a colocar las pocas cosas que hay aquí. Observo lo que hace con detenimiento, veo que se acerca a una de las dos camas que hay y me mira.

-Esta será tu cama-deja sobre esta un montón de sábanas y empieza a ponerlas-.

-¿Por qué ahora me voy a quedar aquí?-no dejo de preguntar y ella no me contesta a ninguna, me está empezando a poner nerviosa-¿Puedes contestar?-digo enfadada-.

Me mira y vuelve a negar con la cabeza, la va a dar torticulis al final.

-No me puedes preguntar nada, lo siento, todo lo que necesites saber, lo sabrás, pero a su debido tiempo. Si todavía no lo sabes es porque no es el momento-.

Me quedo pensando en lo que acaba de decir, no entiendo nada.

-Pero...-.

-No-me corta- por tu bien, aprende cuando y a quién tienes que preguntar, si no, acabarás mal, no seas tonta-.

Cierro la boca y bajo la mirada encogiéndome en la silla. Odio haberme vuelto así, me siento débil. Oigo como la chica se acerca a mi y me pone una de sus manos en mi mejilla. La tiene sorprendentemente suave, me relaja, por lo que dejó que me acaricie con un cariño que hace tiempo nadie mostraba hacia mí.

-Perdóname, pero debes aprender, por tu bien, cuando terminen contigo no quedará nada de ti, de tu yo de ahora o de como eras antes. Te van a destruir - me coge la otra mano y me traza pequeños círculos en ella al ver mi expresión de horror- lo sé,es horrible, pero te irán destruyendo poco a poco para después reconstruirte de nuevo, pero como ellos quieren que seas. Llegarás a ser su pequeña arma-.

No digo nada y noto como una lágrima solitaria se desliza lentamente por mi mejilla hasta llegar a su mano mientras mi cerebro es incapaz de procesar nada de lo que ha dicho.

-No llores, te verán débil, aunque tengas ganas de llorar, de acabar con todo, de no seguir con vida, tienes que mostrarte fuerte. Hazme caso, hubiese agradecido estos consejos cuando estaba justo en tu situación ahora, aunque tu destino no va a ser el mismo que el mio-.

¿Cómo que no va a ser el mismo? ¿Pequeña arma?

-¿Puedo preguntarte algo?- susurro tan bajo que hasta dudo de haberlo dicho en voz alta-.

-Lo acabas de hacer- sonríe. Es increíble como alguien en estas condiciones aún puede sonreír de esa forma- está bien, pero sólo una-.

-¿Por qué estás aquí?¿Qué has hecho?-.

Veo como lentamente su cara cambia, cerniéndose sobre esta una sombra lúgubre y triste. Dirige su mirada hacia mi, pero en verdad no me mira, su mirada está vacía ahora mismo. Decido quedarme callada hasta que se recupere, esperando a que vuelva.

Pasan unos minutos cuando veo que empieza a temblar y a humedecersele los ojos.

-¿O-oye?¿Estás bien?-.

Sacude la cabeza y se da la vuelta secándose los ojos y recobrando la compostura.

-Sí, perdona- suspira y se sienta en la cama- conejito, no he hecho nada, al igual que tu y que todas las que estamos aquí, tan sólo enamorarnos de quién no debíamos, de nuestro falso príncipe, y en tu caso, ser importante para ellos tambien, por eso a ti te tratan de una forma especial, a diferencia del resto de nosotros. Eres valiosa-.

-¿Conejito? ¿Por qué me llamas así? ¿Más? ¿Hay más gente aquí? ¿También te enamoraste de Cameron? ¿Por qué dices que soy valiosa?- no dejo de preguntar hasta que veo que empieza a sonreír de nuevo, aunque de forma triste-.

-Muchas preguntas, recuerda lo que te he dicho -suspira- te contestaré a estas preguntas, pero serán las últimas, ¿de acuerdo? - al ver que asiento continúa- lo primero que debes saber es que aquí no sabemos el nombre de pila de nadie salvo de quién nos controla, tu eres conocida como conejito, ya irás conociendo al resto, no tengas prisa, sí, hay más, muchos más, chicas y chicos. ¿Qué si me enamoré de Cameron? -se ríe, pero es una risa que denota asco- jamás me enamoraría de ese ser tan despreciable, pero supongo que como a mi y al resto, le tocó a el encandilarte y tú caíste, no te juzgo, aunque el, junto con mucha más gente, lleva pendiente de ti bastante antes de que ni siquiera supieras de su existencia, pero no, a mi no me enamoró él, fue otro -se queda callada por unos instantes pensando la última respuesta, pero tan sólo se encoge se hombros - ¿la verdad? No estoy completamente segura de por qué eres valiosa, sólo sé lo que he ido oyendo a la gente hablar. A ti no te quieren usar como al resto, te quieren para otro fin, o eso tengo entendido. Oí que te querían como su pequeña arma, que cuando acabasen contigo, serías perfecta, perfectamente mortal -.

-¿A ti te parece que esto se lo harían a alguien supuestamente "valioso"?¿Crees que esto es tratar bien? -intento levantar las manos haciendo sonar las cadenas que me sujetan- porqué sinceramente, si lo crees no estás muy bien-caigo en lo último que ha dicho- ¿Cómo arma mortal? ¿Qué...?- hace que me calle cuando se pone de rodillas, quedando a la altura de mis ojos apoyándose con los codos en mis muslos provocándome una mueca de dolor.

-¿Sabes cuánto tiempo tardé yo en salir de esa habitación de la que vienes? ¿Te haces una idea de la de tiempo que estuve yo ahí metida? -empieza a alzar la voz- ¿Estás cadenas? ¿Te estás quejando por estas cadenas? -se pone en pie y me golpea fuertemente en los muslos haciéndome gritar de dolor- ¡Tú no sabes lo que es sufrir todavía! Cualquiera de los que estamos aquí ha sufrido desde el primer momento el doble que tú, ¡¿y te quejas?! -se dispone a hablar cuando se abre de golpe la puerta-.

-Basta Abb, fuera, ahora -.

Veo a un chico no mucho mayor que ella o que yo vestido con unos pantalones de cuero muy ajustados sujetos por unos tirantes que se cruzan en su espalda desnuda en forma de "X" y unos zapatos negros relucientes. ¿Por qué todos van semi desnudos?

-Tu aquí no me mandas Axel, cierra la boca -.

Lentamente Axel se acerca a ella y la agarra de la cintura por detrás aprentándola contra ella, provocándole un pequeño jadeo.

-Sabes que puedo ser yo el que te cierre esa linda boquita, o puede ser tu amo, y ya sabes el cuidado que tenemos que tener con ella, ¿qué te harían si supieran que la has pegado? Agradece que haya sido yo el que haya venido y no Tigris, ya sabes que no te soporta-.

-Tienes razón, pero es que... -se calla en cuanto Axel le empieza a lamer lentamente, desde el lóbulo, bajando por el cuello, hasta llegar a su clavícula desnuda, donde la muerde entre gemidos dejándola llena de marcas-.

Abro los ojos como platos al ver como poco a poco se va calentando el asunto. ¡¿Pero y esto?! No sé a donde mirar así que cierro los ojos, no me parece que sea correcto ver como... bueno, como se ponen cachondos el uno al otro, aunque tampoco me parece muy correcto que se lo monten delante mía, ¿no hay más habitaciones?

-Eh, tú, conejito -abro un ojo y miro a Axel- Disfruta el espectáculo, y bienvenida a nuestra gran familia-.

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