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Esa misma tarde tocaste el timbre de mi casa. Realmente no me la esperaba. Me dejaste atónito con tus hermosos ojos verdes y tus mejillas sonrojadas. Tampoco sé cómo es que conseguiste mi dirección.
En tu mano derecha estaba mi remera, tan brillante como tú. Me la diste y articulaste un "Gracias". Sonreí. Cuando te fuiste, saqué a mi perro a pasear. Casi nunca lo hago. Ahora lo hice, por ti.

Por ti. |L.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora