Capítulo 2

472 61 32
                                    


-¡Cyn! Eh...Yo...
-¿Q-qué haces aquí?

¿Qué hacía ahí? Mi mente estaba en blanco, no recordaba mi propósito. Mientras pensaba una respuesta, la repentina risa de Cynthia me sacó de mis pensamientos.

-¿De qué te ríes?
-Estás roja, pareces un tomate.

Su risa era perfecta, y apenas lo había notado.

-Tú también estás roja.-reí también, y ella se sonrojó aún más. Se veía adorable.
-¿Que nunca habías visto una chica en toalla?

Su pregunta me desconcertó. ¿Cómo iba a decirle que sí? ¿Cómo iba a decirle que no sólo vi una chica en toalla, sino que también la había visto desnuda? ¿Cómo iba a decirle...sobre Elizabeth?

Dios...Tanto tiempo había pasado. Y en todo este tiempo no la había olvidado. Anhelo volver a abrazarla y besarla, aunque no sea posible.

Recuerdos de nuestra adolescencia llegaron como flashes a mi mente. Cómo nos conocimos...

Contaba yo con cinco años y ella seis. Nuestros padres eran grandes amigos, y nos presentaron en una cena muy formal. Recuerdo haber usado un vestido color salmón para esa ocasión, y al ver a Elizabeth me sentí cohibida. Apenas pude saludarla, y ella me abrazó con fuerza, lo cual resultó tierno tanto para mis padres como para los suyos. Se la veía incómoda con su vestido y su cabello rubio atado en esa trenza, y en cuanto la oportunidad se presentó, corrió a su cuarto, se puso una blusa que le quedaba grande, unos pantalones cortos y deshizo su peinado, dejando a la vista una melena salvaje. Su madre la miró con desaprobación, pero no dijo nada. A mí me sorprendió lo rara que era, pero al mismo tiempo la admiraba. Cuando le propuse ir a jugar con mis muñecas, ella rió y negó; y en su lugar dijo que jugáramos con los autos de carreras de su hermano. Al final jugamos con ambos, fue muy divertido. Forjamos una fuerte amistad, confiaba plenamente en ella y viceversa.
Cuando teníamos 14 y 15 años respectivamente, ella me llamó un día, invitándome a su casa. Acepté, y al llegar fuimos a su cuarto. Dijo que me sentara en la cama, pues tenía algo que decirme. Estaba ansiosa por saber a qué se refería. Siempre fui muy curiosa.

-Jane...Yo...Tengo que confesarte algo...
-Puedes decirme, somos mejores amigas.-tomé su mano para darle confianza, y ella sonrió.
-Bien...-suspiró.-Tú...me gustas.

Yo me quedé en silencio. No entendía lo que estaba diciendo. ¿Acaso era posible que una chica gustara de otra?

Al ver que no contestaba, se acercó y me besó titubeante. No pensó, simplemente actuó, y después de unos segundos...yo también lo hice. Me pareció extraño que mi primer beso fuera con mi mejor amiga, pero al mismo tiempo fue lindo. Nos separamos y nos miramos a los ojos, su mano estaba en mi mejilla.

-Liz... ¿Esto está bien?-realmente quería saberlo, y como ella era mayor, tal vez podría contestarme.
-Claro que sí, Janie. Es sólo amor. Lo importante es lo que sientas. ¿Es lo mismo que yo siento?

Volví a besarla como respuesta, y sentí que ella sonreía en mis labios.

Por los siguientes dos años tuvimos una relación a escondidas de nuestros padres, ya que ella dijo que debíamos mantenerlo en secreto. Aunque eso no me gustaba, haría lo que fuera para hacer feliz a Elizabeth. Ella era muy tierna conmigo, y me halagaba saber que me había elegido a mí entre tantas chicas.

Cuando regresé de un viaje, recibí una noticia terrible que me cayó como un balde de agua helada. Elizabeth había sufrido una enfermedad, de la cual no había sobrevivido. No podía creerlo, tenía que ser una broma. Su madre me dijo que había dejado una carta para mí, y cuando me la entregó me encerré en mi cuarto a leerla. La carta decía lo siguiente:

"Querida Jane.
Probablemente cuando leas esto yo ya no esté presente. He escuchado a mi madre hablar con el doctor, quien le dijo que no me quedan muchas esperanzas de vida. Como sea, aceptaré mi destino.
Este tiempo pasado contigo fue perfecto. Me hiciste feliz en mis días más oscuros, y te estaré eternamente agradecida por eso. Fuiste mi primer amor, y siempre lo serás. Pero, todo debe terminar, y mientras siento que la vida escapa de mi cuerpo, aprovecho para darte un consejo: el mundo no está hecho para personas como nosotras, y nunca lo estará. Mantente "normal", y nunca le digas a alguien lo que eres. Sé que suena feo expresarlo de esta forma, pero solo quiero protegerte y que no seas la burla de tus compañeros, como yo lo fui. Deseo que, sin importar qué decidas finalmente, nunca me olvides. Nunca olvides los gratos momentos que pasamos, nunca olvides mi esencia, nunca olvides mis besos...

Nunca olvides que te amo, y lo haré siempre.

Mi último consejo, o más bien afirmación, es que sabrás en el fondo, que no podrás dejar de ser quien eres. Solo puedo decirte que esperes a la indicada, y mientras eso pasa, busques un hombre. Espero que seas feliz, estando al lado de quien sea.

Siempre tuya, Elizabeth Gawsworth."

Estuve muy deprimida por un largo tiempo, y un día de abril de 1963, me pidieron que fuera jurado de "Juke Box Jury", y acepté. Allí conocí a Paul, y el resto es historia.

-¿Jane? ¿Por qué lloras?
-¿Eh?

Toqué mi mejilla, y efectivamente, estaba húmeda. ¿Cómo no lo noté?

-Eh...No es nada...

Lo siguiente que sentí fue que Cynthia se acercaba y me abrazaba, dándome ese calor similar al que Liz me otorgaba, y tanto disfrutaba. Nos quedamos unos segundos así, y cuando nos separamos la miré fijamente a los ojos; esos ojos color café tan...hipnóticos. No me percaté de que sus manos se posaron en mis brazos, y por instinto yo hice lo mismo. Pareció una eternidad el tiempo en el que permanecimos mirándonos, hasta que una voz rasposa rompió el momento.

-¿Cyn? ¿Jane? ¿Por qué están tomándose de los brazos? ¿Por qué Cyn está en toalla?

Volteamos a verlo, se veía la confusión en su rostro. Miré a Cyn, quien me devolvió la mirada.

Esa mirada que lo decía todo, sin necesidad de pronunciar palabra.

Esa mirada que me desquiciaba.
----  


Would You Let Me Love You?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora