Capítulo 3.

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Un día nuevo, me desperté muy tarde en mi habitación la cual estaba patas arriba. Había estado practicando toda la noche anterior con esta clase de "poder", moví la silla de mi escritorio, agité una lata de refresco que tenía, la cual salió disparada por la ventana pegándole al gato de la vecina, aventaba lápices contra la pared... En mi mayor esfuerzo traté de levantar mi escritorio, traté con todas mis fuerzas, pero empezó a sangrarme la nariz y mi cabeza estaba que estallaba, así que lo único que conseguí fue elevarlo unos cuantos centímetros sobre el suelo, pero no más que eso. En fin, la noche anterior me la había pasado en vela viendo de qué era capaz esta cosa.

Esa mañana me sentía diferente, en realidad, me sentía más vivo. Como que si hubiese nacido de nuevo, esto será un nuevo comienzo para mi vida aburrida.

Levanté las sábanas con mi poder y me levanté. Fui al baño, me mojé la cara e intenté lavarme los dientes con mi poder, pero en realidad solo conseguí clavármelo en el cielo de la boca, al parecer me faltaba un poco de práctica. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina para hacerme algo de desayunar ya que mi madre ya se había ido a trabajar, abrí la puerta del refrigerador y saqué el jugo de naranja, todo con mi poder, me sentía en ese momento como niño con juguete nuevo, solo me la pasaba haciendo cosas con él.

Era la una de la tarde y me decidí a averiguar qué era esta cosa, y qué otra mejor forma de averiguarlo que por medio de internet, jaja. Puse en el buscador todo lo que me pasaba y lo que podía hacer, y apareció una simple definición: telequinesis, el poder de manipular objetos con la mente.

Empecé a pensar en ello y si decía que era con la mente no tenía que estar alzando los brazos al aire como un idiota para levantar objetos, me sentí muy estúpido en ese momento. Entonces, telequinesis. Bueno, al menos es algo de lo que quería saber.

Habían pasado una hora desde que busque acerca de ese tema en internet y ya había hecho pedazos el salón de la casa, habían lámparas tiradas, los cojines por doquier, un sillón volteado, un montón de cartas de pokar que traté revolverlas en el aire resultando disparadas por todos lados... era un desorden, así que me decidí a ordenarlo todo únicamente usando la telequinesis. Tomé las cartas una por una y las fui depositando una por una en la mesa del salón que era lo único que permanecía de pie, volteé las dos mesitas y puse las lámparas en cada una, volteé el sillón que estaba patas arriba, puse el control remoto en la mesa y por último me propuse a hacer lo más complicado, levantar el sofá de tres personas y colocarlo en donde estaba. Me posicioné firme en el suelo y alcé mis manos (me di cuenta que es me ayudaba a tener más estabilidad en los objetos) y me concentré lo más posible en levantarlo, gemía por el esfuerzo y lo levanté por lo menos medio metro del suelo y empecé a llevarlo a su lugar. Mi cabeza estaba a punto de estallar y mi nariz sangraba a chorros, estaba ahora volteando el sofá, caí al suelo de rodillas por el esfuerzo, pensé que me iba a desmayar, pero justamente había logrado que se posicionara en donde debía ir y lo dejé caer.

Me levanté lentamente y me limpié la sangre de la nariz con la manga de mi camisa. En ese momento sentí que podía hacerlo todo, sentía que un sentimiento de seguridad y alegría embargaba mi ser, alcé mi mano victoriosamente por lo que había hecho con una sonrisa en mi rostro.

Me tiré en el sofá que había movido anteriormente cansado, levanté el control remoto de la televisión con mi poder y me lo coloqué en la mano. Estaba muerto del cansancio realmente.

Prendí la televisión y escuché el ruido de una puerta abriéndose, era mi madre.

-Hola cariño. – dijo ella siempre con su tono de voz tan optimista.

-Hola mamá. – dije con una voz casi que de zombie por el cansancio.

-¿Cómo te fue hoy? – dijo ella.

-¡Uf!, cansadísimo. – dije.

-¿Cansado? ¿Qué hiciste hoy? – dijo interesada por el tema.

-¡Ha! Si te contara... – dije para evadir el tema.

-Bueno, ¿quieres comer algo? Ya empecé a hacer la cena, así que esa respuesta solo puede ser sí. – dijo mi madre con una pequeña risa al final.

-Está bien, mamá. – dije sometido a su "advertencia".

Después de cenar subí a mi habitación a reflexionar sobre todo esto.

Me di cuenta de eso cada vez se hacía más poderoso mientras más lo usara, así que si quería hacer grandes cosas tenía que seguir subiendo de "nivel", es como que fuese un videojuego, mientras más entrenes a tu jugador, más fuerte será.

No podía decírselo a nadie porque tal vez le diga al gobierno o algo así para que me lleven a hacerme análisis como en las películas, así que sería mi secreto, el que me llevaría hasta la tumba.

Después de darle vueltas al asunto empecé a pensar que tenía que averiguar cómo era posible todo eso, si la piedra brillante de aquella madriguera había afectado en algo, y que si esa misma piedra había hecho que el venado hubiera reaccionado como lo hizo aquella vez. Pero sabía que todas esas respuestas vendrían en el futuro, que de la noche a la mañana no iba a saber todo lo que quería, así que me dije a mí mismo: tal vez no sé cómo pudo pasar esto, pero estoy seguro que lo voy a disfrutar mucho.

Simplemente estaba extasiado por todo esto, era como que si la fantasía más extraña que alguien pudiera tener la estuviera viviendo yo. Era algo que solo se puede saber si lo vives en carne propia, porque tener esto era sentir que ahora nada podía detenerme, que mis miedos se desvanecerían y se perderían en el aire, que todo lo que quisiera hacer lo haría... era lo mejor que le podía a llegar a pasar a alguien.

Solo apagué la luz con mi poder, cerré los ojos y me fui al mundo de los sueños, que en realidad teniendo este poder, no estaba tan lejos de la realidad como cualquiera pudiera pensar.

El poder de lo inexplicableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora