Mis ojos no podían dar crédito al tremendo espectáculo del que estaban siendo testigos. Sentada en el sofá de la casa de mis padres, con un gigantesco bol de palomitas entre las piernas y engullendo como una autentica zampabollos. Podía sentir la adrenalina corriendo por mis venas, la emoción del momento y los pellizcos ocasionales que, presa de su estado de nerviosismo, me daba mi padre de forma inconsciente.
- Vamos, vamos...- decía él con la mirada tan fija en la pantalla del televisor como podía estarlo la mía.- ¿Qué haces?- preguntó alterado como si el luchador que estaba siendo vapuleado pudiese escucharle.
Al contrario que mi padre, que para desfogar los nervios cogía mi brazo y me lo estrangulaba sin ser consciente de ello, yo solo tenía dos opciones. Morderme las uñas o seguir tragando palomitas hasta cebarme cual pavo de acción de gracias. Dado que hacía aproximadamente diez minutos que me había quedado sin uñas, la opción dos fue la más viable.
Patrick Jones, mejor conocido entre los altos mundos de las MMA como "La bala" estaba siendo sacudido por su contrincante, alguien por el que nadie hubiese dado ni dos duros en este combate. Pero ahí estaba, un novato sometiendo al veterano campeón de grandes pesos. Y eso estaba consiguiendo que estuviese a punto de salirme una ulcera.
Era una gran fan de Jones, el hombre que estaba a punto de perder el combate, su titulo y a una seguidora. Si su contrincante conseguía vencerle, yo perdería la apuesta de veinte dólares con mi padre y... reconozcámoslo... soy una persona demasiado orgullosa como para admitir que no estaba en lo cierto.
Los dos luchadores estaban en el suelo, propinándose puñetazos mutuos, entonces Jones, como si hubiese escuchado mis suplicas de "Levanta el maldito culo de la lona o tendré que darle veinte malditos dólares a mi padre" logro quitarse de encima a su oponente.
Ambos luchadores se reincorporaron y cuando el novato volvió a la carga, "La Bala" detuvo su embiste con una patada sobre el abdomen. Rodeo su cuello con los brazos y comenzó a ejecutarle una perfecta llave de sumisión conocida como "la guillotina". El chico, tratando de librarse del candado levanto por las piernas a Jones, que como buen experto en el combate, rodeo con ellas la cintura de su oponte sin dejar de someterle con su tremenda llave.
Al caer a la lona, la cámara enfoco de cerca como el joven aspirante al título cada vez estaba más debilitado por la terrible llave que, el todavía campeón, le estaba aplicando. Mi boca iba tan abasto tragando palomitas que mis manos casi no eran lo suficientemente rápidas. Y de pronto ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Toma esa!
La experiencia se impuso y el novato acabo por golpear la lona en señal de rendición dándole el triunfo al todavía invicto campeón.
Con la alegría fluyendo por mi ser me levante como un cohete del sofá desparramando las palomitas por el suelo. Iba a tener un problema con mi madre por eso. Sin dejar que ese pequeño incidente empañase el momento, comencé a brincar de un lado para otro del salón mientras mi padre me miraba con gesto de "A esta cría se le ha fundido un plomo en el cerebro".
- ¡Te lo dije, papa! No hay nadie como "La Bala".- dije con una sonrisa de oreja a oreja y los brazos en alto en señal de victoria.
- No sé quién es ese tal bala- dijo mi madre asomándose por la puerta del salón- Pero si conozco a mi buena amiga escoba, así que recoge todas esas palomitas ahora mismo antes de que me dé un ataque.
- Lo siento mami- dije haciéndole un poco la pelota y poniendo cara de niña buena.
- Ojala fueses más señorita Kayla, eso que veis es de brutos.- se quejo mientras daba la vuelta para irse a dormir a su habitación.
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The HIT "No hay éxito sin riesgos"
RomanceKayla Ortiz a sus veinticuatro años pretende cerrar su etapa en la universidad con el firme propósito de convertirse en la mejor luchadora de Artes Marciales Mixtas de su generación. Por supuesto, su padre, Francis Ortiz, dueño de un gimnasio en el...