Pase todo el día mirando el reloj. Por más que quisiera, los minutos no pasaban más rápidos. Me moría de ganas por que llegase la noche y que Brais comenzase a instruirme. No sé qué bicho le habría picado para hacerle cambiar de opinión. Anoche parecía muy seguro cuando rotundamente me dio un "no" por respuesta. Y ahora, de repente había cambiado de parecer, y había sido él quien había venido a mí para aceptar convertirse en mi entrenador.
No sé porque lo había hecho, o que era exactamente lo que esperaba de mí. Pero, si de algo estaba segura es de que no iba a ser fácil. Él era un borde, y estaba segura de que iba a convertir cada segundo de mi vida en un infierno. Pero si al final conseguía mis propósitos, todo habría merecido la pena. Incluido mentir a mi padre.
¡Dios! Me estaba metiendo en un buen lio y estaba metiendo en él a Brais. Si mi padre se enteraba, no dudaría en despedirlo. Brais lo sabía. Lo cual me llevaba a preguntarme por qué se arriesgaba por mí.
De cualquier modo, la realidad era la que era. Esta noche iba a comenzar mi camino a la gloria porque, querer es poder. Y no había nada que yo más quisiera que hacer historia sobre un octógono.
A última hora de la tarde, estuve hablando con Brook, quien no dejo de contarme cosas sobre su nuevo ligue vacacional. Yo en cambio, escuche y nada conté. Al contrario que Noah, ella no sabía nada de mi locura por ser una figura dentro de las MMA.
Ella me adoraba tal cual era, y sabia de mi pasión por los combates. Pero, si le confesase mis intenciones acabaría por irse de la lengua y mi padre se enteraría. Tenía ese pequeño don. El de meter la pata en los momentos menos oportunos. Así que por el momento, quedaría entre Noah, Brais y yo.
Antes de irse a casa papa pasó por la oficina. Trató de convencerme de que dejase la faena que me quedaba para mañana y me fuese a casa con él. Hoy había tenido un día ajetreado. Pero no podía irme. Había quedado en media hora con Brais que, para disimular y no levantar sospechas, había hecho lo mismo que cada día. Quince minutos antes del cierre, había recogido sus cosas y se había marchado, supuestamente a casa.
Mi padre, tachándome de extremadamente responsable con mi trabajo se fue a casa. Me sentí culpable por mentirle pero, algún día, se sentiría orgulloso de mí y no me lo tendría en cuenta.
Al acabar el trabajo pendiente mire el reloj. Faltaban diez minutos para que Brais llegase. Deje todo en orden y me acerque al octógono. Inevitablemente una sonrisa escapo de mis labios. Estaba más emocionada que una niña el día de navidad.
Aproveche el tiempo y en lugar de holgazanear hasta que mi nuevo entrenador llegase, me puse a hacer algunos estiramientos. Quería que Brais viese cuan enserio iba y todo lo profesional que podía llegar a ser.
Mire el reloj, pasaban cinco minutos de la hora acordada. Seguí haciendo algunos ejercicios más. Quería que cuando entrase por la puerta me viese en activo. Pasado lo que considere un largo rato, volví a mirar el reloj. Veinte minutos. Empezaba a estar molesta. ¿Por qué se retrasaba? ¿Me estaba poniendo a prueba?
Enfadada por los cuarenta minutos de retraso que llevaba hasta que subí a la jaula, me senté a esperar. Iba soltarle un par de lindezas cuando llegase. Pero eso no paso.
Espere, espere y espere hasta que dos horas más tarde empecé a hacerme a la idea de que no iba a venir. Me había dejado plantada. Se había reído de mí y me había hecho ilusionarme para luego dejarme caer contra la realidad. ¿Cómo había podido confiar en él?
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The HIT "No hay éxito sin riesgos"
RomanceKayla Ortiz a sus veinticuatro años pretende cerrar su etapa en la universidad con el firme propósito de convertirse en la mejor luchadora de Artes Marciales Mixtas de su generación. Por supuesto, su padre, Francis Ortiz, dueño de un gimnasio en el...