Capítulo 11: Ellos, los otros

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El Gran Diluvio estaba destinado a suceder,

pero no la Gran Calamidad

de la tormenta portadora de muerte.

Por romper una promesa,

por una decisión del consejo fue provocada,

por las Armas de Terror fue creada.

Por una decisión, que no por destino,

se liberaron las armas venenosas,

por deliberación se echaron las suertes (1)

por deliberación se echaron las suertes (1)

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Guillaume no supo qué contestar al inicio. Estaba sorprendido por las palabras de Sybille, e intentó mantener la calma. Porque sabía que no mentía, y si le escupió la verdad no fue para herirlo. Tal vez fue porque ni siquiera ella misma aguantaba tener ese secreto.

No sabría decir si hizo las cosas bien con Sybille. Cuando se conocieron de esa forma tan inusual, él supo que la joven dama guardaba hacia él sentimientos que no podía corresponder. Por eso decidió dejar claro con sus actitudes de que no habría entre ambos ninguna clase de afecto de ese tipo.

Intentó ser el caballero cortés de siempre, incluso admitió para sí mismo que no sería cruel con Sybille, ni un marido dominante. La dejaría amar a quien ella quisiera, como lo hacía Bruna con él. Nunca le haría daño, ni la limitaría. ¿Debió ser más claro, tal vez? ¿Decirle que el amor no era posible, pero el mutuo respeto sí?

Pues bien, eso ya no importaba. Sybille estaba ante él, conteniendo las lágrimas de furia, y sus ojos le gritaban lo mucho que podía llegar a odiarlo. A él mismo, incluso a Bruna. ¿Y qué era eso tan preocupante que tenía relación con Bruna? ¿Por qué hablaba de un "ángel oscuro"? ¿Qué rayos era todo eso? No conseguía entenderla, y no sabía si quería hacerlo. Tenía tan cerca una revelación peligrosa, y ya no la deseaba. No si eso significaba que su amada no sería más su Bruna.

—Sybille, por favor, os ruego calma —dijo él con un tono conciliador que no afectó en nada a la dama—. Disculpadme si he sido descortés e imprudente, no quise importunaros o lastimaros.

—Eso lo pongo en duda, señor —respondió entre dientes—. Pero vos deseabais saber, y así será. Esta búsqueda del Grial no acabará con lo que voy a mostraros, ahora sabréis que tal vez nunca fue bueno tenerlo, así como no será bueno encontrarlo.

—Yo sé que es un arma de poder, es lo que decían los manuscritos, pero...

—Es más que eso, señor —declaró, al tiempo que se ponía de pie—. Y os lo voy a demostrar.

La Dama y el Grial II: El segundo pilarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora