Uno

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Capítulo I
La chica que cayó del cielo.

La rutina era la misma, simple y repetitiva. Despertaba temprano todos los días, me aseaba, ponía el uniforme y bajaba las escaleras para ayudar a mi madre a preparar el desayuno.

Mis dos hermanas se levantaban con más energía que la mañana pasada; mi padre, al contrario, se retorcía incómodamente en su silla con la misma expresión de arrepentimiento en su rostro, la cual había ido perfeccionado en los últimos diez años, cuando su familia pasó de ser un trío a un quinteto.

Nos sentábamos a comer sin decir palabra alguna, a excepción de mis hermanas que no podían estar juntas en una habitación sin discutir por más de dos segundos. Aquella situación no me molestaba en absoluto, ya que de todas formas nunca había nada que decir y era muy incómodo cuando mi madre trataba de sacar un tema de conversación y nadie sabía que responder.

Luego del desayuno, cada uno tomaba caminos separados; mi padre se levantaba en silencio y se iba al trabajo, mi madre llevaba a las niñas a clases y yo me sentaba en el jardín de la casa a esperar el autobús escolar. Normalmente era puntual, pero existían días hechos para fastidiarme; en los cuales, por supuesto, el chófer olvidaba pasar por mi vecindario.

Me gustaba llamar a aquellos los "días de karma", en donde el universo liberaba toda su ansiedad acumulada sobre una persona escogida al azar. A la larga llegué a la conclusión de que el único nombre en la tómbola era el mío.

En esos días tenía que caminar doce cuadras hasta la escuela mientras mis padres y hermanas eran transportados cómodamente a todas partes por sus carrozas mecánicas. Algunas veces incluso comenzaba a llover o los perros de mis vecinos me ayudaban a hacer ejercicio al perseguirme por toda la calle. Todo un deleite.

Recuerdo un día de karma en particular, donde una persona se detuvo a ayudarme con mi proyecto final de ciencias luego de tropezar con una roca y aterrizar sobre el. Una chica en bicicleta, con cabello de oro y ojos de luna. Esa es, hasta ahora, la descripción más acertada que tengo de ella.

Me ayudó a armar el proyecto de nuevo y ofreció llevarme hasta mi escuela en la parte trasera de su vieja bici, oferta que rechacé con educación al ver que no llevaba el mismo uniforme que yo. No quería retrasar a alguien más... además de que su belleza, honestamente, me intimidaba.

—Está bien. —Se dio por vencida finalmente—. Paso por esta calle todos los días, así que te debo un viaje para la próxima vez que coincidamos aquí, ¿trato hecho?

Sonreí y estreché mi mano para cerrar el trato.— Trato hecho.

Ese mismo día le avisé a mis padres que oficialmente dejaría de tomar al autobús escolar y caminaría a clases.

full moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora