Dos

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Capítulo II
Unas terribles vacaciones.

El incesante chirrido de las cigarras aquella mañana marcó el apocalíptico inicio del verano. Época que también podía deletrearse como 'catástrofe'. Todos los años, la familia iba a casa de los abuelos en un pueblo pequeño a cuatro horas de distancia. Lo más interesante que podíamos hacer allá era jugar al ajedrez y escuchar a nuestra abuela con Alzheimer hablar sobre su colección de cerámica... de nuevo.

—Noto varias caras desanimadas esta mañana. ¿Algo que deba saber? —dijo mi madre apenas me senté en la mesa. Ya estaba cambiada e impecable, como siempre. Toda la vida había sido una mujer muy elegante y refinada, no usaba el mismo vestuario dos veces sin importar que pasara todo el día dentro de la casa. Siempre mantenía la compostura y no levantaba la voz jamás, ni siquiera cuando se enfurecía. Con sus palabras casi disfrazadas podía maldecir toda tu descendencia y no exaltarse ni un poco en el proceso. Era una mujer con mucha actitud y clase, a la cual yo jamás podría convencer de cancelar un viaje familiar, así que me di por vencido sin siquiera intentarlo.

—Es que dormí muy poco. Pero estoy feliz de ir a casa de los abuelos, no te preocupes.

—¡Mentiroso! —chilló mi hermana a mi lado con su boca llena de cereal.

Con el dedo índice le di un leve golpe en la frente para callarla, sin embargo produjo la reacción contraria. Mientras mi hermana emitía secuencias que solo los perros podían escuchar, mi madre me ordenó a subir al cuarto y hacer las maletas de las niñas y bajar las mías, que estaban listas desde la noche anterior. Al subir al segundo piso y pasar por el cuarto de mis padres, sin querer escuché una conversación de mi papá por teléfono.

—No puedo, tengo un viaje de negocios este mes, estoy saliendo ahora mismo. —Pausó por un momento, esperando la respuesta del otro lado de la línea. —Sabes que te amo, pero los negocios vienen primero, cielo. Prometo comprarte algo lindo cuando regrese.

Oh, santa mierda. Me quedé petrificado en la puerta, viéndolo pasearse incómodamente por el cuarto, sin siquiera notar mi presencia. Se había comportado como un imbécil toda su vida y mi madre le había soportado todas sus malas mañas, faltas de modales y carácter insoportable por más de veinte años. ¿Cómo tenía el descaro de engañar a una mujer que le había entregado todo? No podía digerirlo.

Estuve parado ahí por dos minutos que parecieron una eternidad, observando su figura con rabia. Aquello lo hice hasta que terminó su llamada y, luego de suspirar, su mirada sin querer se posicionó en la puerta y luego en mí. Pensé en que habría sido genial que mi madre hubiese ido a hacer las maletas y escuchado su melosa conversación en mi lugar. Porque así no tendría la responsabilidad de hacerle saber que se había casado y formado una familia con el hombre equivocado.

—Hijo, ¿cuánto... cuánto tiempo llevas ahí parado? —Podía ver los nervios en su mirada. Vaya, al menos intenta disimularlo un poco, viejo.

Me encogí de hombros—. No mucho. Solamente llegué a escuchar el matrimonio de mis padres destruirse.

Sin nada más que decir, me fui al cuarto de mis hermanas y lo dejé ahí parado, tartamudeando lo que parecía ser una disculpa enredada en su lengua. Luego de buscar entre el desorden camisetas, trajes de baño, zapatos y ropa interior; bajé rápido las escaleras, ignorando el llamado de mi padre. Preparándome mentalmente para un verano espantoso.

full moonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora